Ninguna persona es ilegal
Todos los días llegan noticias de pateras que naufragan en las costas europeas. Miles de personas que huyen de las condiciones de pobreza en sus países en busca de trabajo y dignidad en las potencias “desarrolladas del norte”. Durante 2017, más de 100.000 inmigrantes han llegado a las costas de Italia desde Libia, mientras que en agosto de este mismo año los datos manejados por asociaciones y autoridades daban cifras de 14.000 personas para las costas del Estado español.
A esto hay que sumar el drama de l@s refugiad@s, concretamente l@s siri@s, los cuáles se concentran a las puertas de una Europa que les cierra sus fronteras y les obliga a optar por rutas mucho más peligrosas para llegar. De un total de 160.000 personas acordadas, en septiembre de este mismo año Europa solo ha recibido a 28.000.
Los últimos acontecimientos ocurridos en Archidona demuestran una vez más la hipocresía de las democracias europeas. A orden del ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, unos 500 inmigrantes llegados a Cartagena y Alicante han sido internados en una cárcel que estaba por estrenar. Esta cifra se suma a los casi 1500 que viven en los siete CIES que existen en el estado español (Centro de Internamiento de Extranjeros, es decir, las cárceles encubiertas que pueblan la Europa Fortaleza). ¿Cuál es el delito de estas personas? Haber venido a Europa en busca de trabajo, escapando de conflictos armados, zonas devastadas por la guerra o la pobreza. No han cometido ningún otro. Y, a pesar de ello, están encerrados en cárceles (aunque a veces se les llamen CIEs), a la espera de ser expulsados y devueltos a sus lugares de origen.
El imperialismo y la inmigración
En los telediarios y medios de comunicación vemos que se tacha la inmigración como un problema de los países pobres. Sin embargo, ¿cuál es la raíz de dicho problema? Estas personas huyen de condiciones de pobreza que han sido generadas por los gobiernos de las potencias imperialistas en defensa de los beneficios económicos de los capitalistas de sus países en esas regiones.
Más del 30% de las reservas minerales de todo el planeta y los yacimientos de hidrocarburos más importantes del mundo se encuentran a día de hoy en África. Eso hace que multinacionales, fundamentalmente de países como Francia, Reino Unido, Estados Unidos o Alemania encuentren su nicho de mercado en países de toda África. Mientras estas empresas se benefician, 34 países de África se encuentran entre los 40 países con más pobreza del mundo, se calcula que en el África subsahariana 2 de cada 10 niños trabajan en la minería; y los conflictos armados, el terrorismo y las intervenciones militares imperialistas han dejado en estas últimas 3 décadas muertos que se cuentan por millones en zonas como Somalia, Ruanda, Libia, la República Democrática del Congo, Sierra Leona, Somalia…
La inmigración desde el continente africano, proveniente de países que fueron antiguas colonias diseñadas por los países europeos y que han heredado conflictos internos que no se han resuelto, con una base productiva débil propia de su situación como colonias formales antes y como lugares de inversión para las burguesías europeas ahora; o, finalmente, Latinoamérica, mercado para antiguos imperios como el español, con la existencia de intereses económicos para grandes empresarios como los que controlan el banco Santander, Repsol o Telefónica.
Solo acabaremos con la pobreza acabando con el capitalismo
Ninguna de estas personas debería estar encerrada. La explotación, la miseria y la pobreza no son fruto de ningún azar. Son fruto de que un grupo de empresas y de capitalistas tienen como único objetivo el máximo beneficio, a costa de cualquier cosa. Las mismas empresas que en los países occidentales explotan con condiciones laborales cada vez más indignas, privatizan los servicios públicos, desahucian a personas sin alternativas de vida, etc. son las que no tienen ningún escrúpulo en generar guerras y pobreza por todo el mundo para aumentar sus beneficios. La lucha de las personas que vienen de países devastados es la misma que la de l@s trabajador@s de nuestros países, nos une que nuestras miserias y nuestro trabajo benefician a unos pocos que no encuentran ningún límite en seguir aumentando sus riquezas.
El caso de Archidona y de los cientos de personas encerradas en CIEs en el estado español debe terminarse. Las y los trabajadores tenemos que enfrentarnos a cualquier intento de expulsión de estas personas. Debemos ponernos al lado de aquellos que como nosotr@s vienen a buscarse la vida y que, también como nosotr@s, son explotados por los patrones, reprimidos por la policía y condenados a la pobreza, para que consigan regularizar su situación. En el caso contrario serán deportad@s y volverán a jugarse la vida tal y como les ocurriera a 60 compañer@s de viaje que fallecieron en las playas argelinas durante este último “viaje”.
Algunos piensan que los inmigrantes les quitan el trabajo. Que no hay suficientes riquezas para tod@s. Sin embargo, eso no es cierto. En los últimos años, en los de crisis, ha aumentado la pobreza en España en 1,4 millones de personas, mientras 58.000 individuos se han hecho ricos. Los beneficios de las grandes empresas españolas, representadas en el IBEX 35, no han dejado de crecer, alcanzando 44 200 millones de euros al cierre del ejercicio (un 20% más que en 2016).
Los que se enriquecen a costa de nuestro nivel de vida son los mismos que sacan beneficios de la existencia de las fronteras. Para ello, relajan la presión fronteriza cuando necesitan mano de obra más barata aprovechándose de l@s inmigrantes con o sin papeles cuando pueden beneficiarse de su situación de necesidad; de igual manera, aumentan el control en las fronteras y la represión sobre l@s inmigrantes cuando logran que l@s trabajador@s autócton@s acepten trabajar por las condiciones que antes reservaban a la población inmigrante.
Por lo tanto nuestro problema no es la inmigración, sino la deuda, la explotación laboral, los bajos salarios o la represión. Para poder mejorar nuestra situación, debemos enfrentarnos a los que acaparan la riqueza, y eso nos une a cualquier otro trabajador, haya nacido aquí o en otro lugar. Por ello, en vez de separarnos y pelearnos entre nosotros, debemos estar unidos. Hoy son aquellos que quieren expulsar, mañana será un ERE en nuestra empresa, y pasado un desahucio en nuestro barrio. En cualquier caso, la misma lucha, el mismo enemigo.
Solo conseguiremos vivir dignamente si tod@s l@s que sufrimos las consecuencias de este sistema nos movilizamos, nos solidarizamos entre nosotr@s y construimos un modelo social y económico al servicio de la clase trabajadora. En consecuencia, desde IZAR nos solidarizamos con la lucha contra los CIES, contra la penalización de la inmigración y exigimos que ningún inmigrante sea expulsado, regularizándose su situación, así como la completa apertura de las fronteras y la libre circulación de las personas.