
Una Diada más que simbólica
Como cada 11 de septiembre en Cataluña, la Diada se ha convertido este 2022 en un momento esencial en el escenario político catalán. Sin embargo, tan cerca del quinto aniversario del referéndum de autodeterminación del 1 de octubre de 2017, parece haber sido una fecha especialmente señalada y que ha generado una expectación mayor de lo habitual.
Si bien este acontecimiento es cada año un momento decisivo para medir la fuerza del independentismo en Cataluña, este era si cabe más importante para poder valorar la política del govern en torno al “procés” y a la mesa de diálogo con el gobierno PSOE-UP. Así pues, llegamos a la Diada en un contexto de enfrentamiento institucional entre los dos partidos del govern, ERC y Junts, pero también con cierta estabilidad en lo que se refiere a acuerdos básicos como los presupuestos.
El “diálogo” con el Estado Español ha generado, además, enfrentamientos entre el independentismo autodenominado como “cívico” (Omnium y la ANC), organizadores de la manifestación del 11 de septiembre, y los partidos independentistas, pues tras 5 años la autodeterminación parece más lejos que nunca. Los acuerdos sobre el aumento de elementos de la autonomía a cambio del apoyo de ERC al gobierno del PSOE y Unidas Podemos ha puesto de manifiesto el interés real del govern en torno a las demandas independentistas: aumentar los beneficios de la burguesía catalana, que ha sustentando a gran parte del independentismo (sobre todo institucional, aunque no solo) económicamente.
El pueblo catalán exige más que sus representantes
Estas concesiones y el alejamiento de las movilizaciones y luchas por la autodeterminación y el derecho a decidir han hecho mella en las últimas Diadas, que no han conseguido volver a las cifras de más de un millón de personas del 2012 en adelante. No obstante, el pueblo catalán ha vuelto a demostrar su fuerza y convicción sobre lo que es un derecho básico: decidir sobre nuestra organización territorial y nuestra relación con el estado central. Así pues, más de 700000 personas, según los organizadores, han mostrado su apoyo a la independencia y su rechazo a las políticas del govern, aunque con un discurso totalmente alejado de los derechos sociales y laborales.
De nuevo, nos encontramos con unas consignas absolutamente interclasistas que no plantean la necesidad de una República Catalana, sí, pero de los y las trabajadoras, y no al servicio de la burguesía y de sus intereses económicos. De este modo, las CUP, aunque votaron en contra de los presupuestos del 2022, siguen manteniendo la estabilidad del govern mediante el pacto de investidura, ejerciendo de oposición institucional, pero sin una alternativa clara en las calles.
Por su parte, la ANC ha señalado la posibilidad de una “lista cívica”, del independentismo hoy no institucional, ante un posible adelanto electoral, aunque no sería una lista verdaderamente rupturista, pues tanto la Asamblea como Ómnium han funcionado y siguen funcionando como transmisores de la política de ERC y Junts a las movilizaciones.
¿Qué alternativa a la política del govern?
Ante toda esta situación, los y las revolucionarias debemos tener clara cuál es nuestra tarea: construir un espacio realmente a la izquierda del govern y del independentismo mayoritario que ofrezca una alternativa interclasista al pueblo catalán y que tenga como bandera la construcción de un Estado catalán alejado de las bases del capitalismo, que ponga en jaque los intereses de los empresarios, y en el que las y los trabajadores decidan sobre absolutamente todo.
Para ello, solo la movilización y la lucha serán efectivas, y retomar las huelgas iniciadas el 3 de octubre de hace 5 años puede ser la manera de motivar ese espacio, con una orientación clara de poner al servicio de las movilizaciones los medios de producción. ¡Paralizar el país para decidir sobre su organización!