El asesinato de Pablos Fyssas, hace 8 años, fue un hito para el movimiento antifascista. La decisión de Amanecer Dorado de aumentar todavía más el nivel de violencia fue el comienzo de su fin. El movimiento antifascista reaccionó de una modo impresionantemente masiva y combativo, en condiciones y correlación de fuerzas muy difíciles.

La manifestación masiva en Keratsini, el día después del asesinato, y la furiosa marcha contra la sede de Amanacer Dorado en la avenida Mesogeion, ahora abandonada, una semana después – una marcha convocada solamente por la izquierda anticapitalista, mientras que los partidos parlamentarios de izquierda y sus portavoces eligieron la distancia segura de la Constitución- crearon una situación explosiva. El gobierno de Samaras temió encontrarse ante el peligro de un estallido generalizado de lucha de clases en diciembre de 2008. Este temor jugó un papel importante en su decisión de actuar contra Amanecer Dorado.

En los meses y años siguientes, el movimiento antifascista tomó la delantera en las calles. Los nazis de Amanecer Dorado perdieron los espacios que habían ocupado anteriormente, desde Agios Panteleimon hasta Nicea. Junto con la demanda civil, el movimiento presionó por la condena de la dirección nazi. A medida que el poder de Amanecer Dorado fue descabezado, los círculos de la burguesía que invirtieron en ellos les retiraron su apoyo, y esto redujo aún más su poder. La manifestación del año pasado de decenas de miles de personas ante el tribunal de apelaciones el 7 de octubre, el día del veredicto, fue la solemne confirmación de que Amanecer Dorado ha sido derrotado en todas partes.

Las victorias del movimiento antifascista en los últimos años muestran cómo una acción decisiva y militante puede tener resultados, incluso en condiciones difíciles, en condiciones de retroceso general de movilizaciones. Sin embargo, la historia del desarrollo de Amanecer Dorado también muestra los peligros de la complacencia. Así como fue un error fatal subestimar la batalla contra ellos, cuando aún era una pequeña organización nazi, la idea de que hemos terminado con el fascismo puede resultar hoy un error criminal. Nuevos núcleos protofascistas se están desarrollando y reivindican la herencia de Amanecer Dorado, aunque en la actualidad no pueden aguantar un minuto sin la protección de la policía. Los vimos moverse como peces en el agua en los mítines contra la vacunación. Los vimos en las movilizaciones contra Amal. Los vimos el año pasado en la histeria racista en las islas.

Las condiciones políticas, sociales y económicas favorecen un posible nuevo desarrollo de la extrema derecha. La crisis crónica del capitalismo, por un lado, ha provocado luchas significativas de la clase obrera, pero por el otro ha creado una masa frustrada e individualizada de la pequeña burguesía desintegrada y elementos que han perdido toda conciencia de clase, una masa que es la materia prima del fascismo. La política racista y nacionalista del gobierno de Mitsotakis, como los anteriores, alimenta los reflejos más reaccionarios de la sociedad. La versión oficial de la izquierda, Syriza, ya ha sido completamente devaluada, alimentando así una oscilación de derecha.

La lucha contra el fascismo, el racismo, el nacionalismo y el sexismo sigue siendo una prioridad absoluta. Es una lucha de clases, es una lucha por la supervivencia y el contraataque de nuestra clase, la clase trabajadora. La derrota del fascismo significa la destrucción de un arma importante que nuestro enemigo, la clase capitalista, tiene en situaciones de emergencia.

La principal organización nazi, Amanecer Dorado, se ha desintegrado. Esto nos da tiempo, libertad de movimiento y confianza. Que no se convierta en una coartada de la inacción, sino que sea el trampolín para erradicar por completo el fascismo.