A lo largo de siguiente artículo esbozaremos, de manera simplificada y a vuelapluma, algunas de los elementos socioeconómicos y culturales que explican el papel subalterno que todavía hoy juega Andalucía dentro del estado español. Nuestra pretensión es poder profundizar y, por tanto, tratar de una manera más compleja y rica, los aspectos que aquí señalaremos.
Andalucía: paro, precariedad y desigualdad
Para el año 2019 la renta per capita de Andalucía era un 26% inferior a la media estatal . Del mismo modo, si el paro era ya alto (21%, con 7 provincias andaluzas entre las que de mayor tasa de desempleo del estado), durante la crisis del COVID19 Andalucía concentró el 46% del total de nuevos parados, afectando en mayor número a las mujeres”. Junto al desempleo, los niveles de temporalidad en Andalucía rozan el 96% de los contratos en los meses de verano , con una oferta de empleo a lo largo del año muy precario y vinculado a la hostelería o al sector primario. De igual modo, la tasa de abandono escolar se situaba en 2019 en torno al 22%, solo por detrás de Las Islas Baleares y Murcia, afectando especialmente a las familias con menos recursos . Se puede afirmar, por tanto, que Andalucía está una crisis permanente.
¿De dónde vienen estos datos? ¿Es porque en Andalucía somos vagos? ¿Es porque es un territorio sin riqueza? ¿es por culpa de una clase dirigente que prefiere mantenerse subalterna al resto del estado español? En nuestra opinión, detrás de esta situación solo hay una razón: el capitalismo y la forma en que éste se construyó dentro del estado español, dejando a Andalucía y a otros territorios del estado un papel subalterno, ya que dicho sistema siempre se basa en generar una moneda de dos caras: desarrollo y subdesarrollo.
El origen de un papel subalterno: razones de clase
Hagamos un poco de historia para comprender de qué hablamos. Con el avance de los reinos cristianos a lo largo de la Edad Media, provenientes del norte, y principalmente en nuestro caso Castilla, el sur peninsular fue transformado, irrumpiendo un modelo de reparto de grandes lotes de las tierras conquistadas a los grandes nobles, la iglesia y las órdenes militares. A su vez, a lo largo de los siglos posteriores, se daría un proceso de acumulación de tierras que conllevaría la proletarización del campesinado.
Con las revoluciones liberales, el desarrollo del capitalismo y su extensión por el conjunto de Europa a lo largo del siglo XIX, las clases nobles, dirigentes del Antiguo Régimen, se adaptaron a la nueva situación en la que emergía la burguesía y un sistema político liberal. En el caso de los reinos que conformaban la corona española, mediante los procesos de desamortización se pusieron en circulación tierras que pertenecía a la iglesia, así como de uso común del campesinado. De esta manera, con la abolición de los señoríos la nobleza se transformó en una clase terrateniente y propietaria, fundiendo sus intereses con las incipientes burguesías.
Como consecuencia de una nueva configuración social, la construcción del sistema político liberal español sería escenario de enfrentamientos entre las diferentes fracciones de la burguesía, con sus respectivos intereses, como demuestra la historia constitucional y de la lucha de clases de estos dos últimos siglos. Y en ese juego de tronos, la burguesía terrateniente andaluza se benefició de una alianza con los sectores financieros e industriales del norte, siendo participe de todos los momentos regresivos en el escenario político estatal, como su oposición la I República o su apoyo al levantamiento fascista del 18 de julio .
Así, aunque tengamos la imagen de una Andalucía rural, sin industria, los primeros pasos de la industrialización tuvieron en el sur peninsular algunos de sus ejemplos más tempranos, como la industria en la zona de Málaga, que llegó a ser la segunda ciudad industrial después de Barcelona, el desarrollo de siderometalurgia, textil… , las manufacturas en Sevilla o el papel dinámico que la propia desembocadura del Guadalquivir había jugado en relación con América.
Pero en esa alianza con las burguesías vasca y catalana, la clase dirigente andaluza, incluida la burguesía, se beneficiaba de que Andalucía ocupara un papel dentro de la división del trabajo que se concentrara en aportar productos agrícolas y una mano de obra proletarizada y barata, sin diversificación e industrialización, que quedó reducida a la intervención por parte de empresas inglesas o de otros países europeas en zonas mineras como si de colonias se tratase. De esta manera, durante el siglo XIX la población activa en el sector primario era de entre un 60 y un 70%, mientras que la agricultura aportaba un 30% al PIB Estatal , manteniéndose unas relaciones de dominación y explotación absolutas en el campo mediante el caciquismo.
La otra pata de lo subalterno: apropiación cultural, Andalucía y nacionalismo español
Además de las razones materiales, parte de este papel subalterno se ha asentado en un proceso de apropiación cultural y de construcción de identidad española partir de la simplificación de rasgos culturales andaluces, lo cual ha acentuado las mayores fobias contra lo andaluz.
Así podemos verlo con ejemplos como el nacional-flamenquismo, el uso de la copla por el franquismo (bajo la denominación de canción española), o la identificación entre lo español y ciertos rasgos de las fiestas y el folklore andaluz. Esto ha sido posible porque ha operado una simplificación, en la que se han destacado rasgos esencialistas, algunos provenientes de visiones románticas, los cuales eliminan u obvian aquellos otros que pueden habar de una Andalucía con un papel activo en términos culturales, como ha ocurrido en otros contextos y partes del mundo. Mejor una visión exótica que hable de la siesta, de la fiesta, de los toros y de la pasión que la lectura real de una tierra deprimida más caracterizada por la existencia caciques, señoritos y grandes hoteleros que por la siesta y la fiesta.
De esta forma, se trata a priori de un proceso contradictorio, aunque en el fondo no lo sea: a la vez que lo andaluz (y muchas veces comportamientos y tradiciones del pueblo gitano, apropiación que a su vez trataremos en otros artículos) ha sido elevado a ser nacional, se ha vilipendiado y despreciado a l@s trabajador@s andaluces como catetos, como vagos, como gente que no sabe hablar y por tanto con una cultura inferior…Es decir, que se ha hurtado al pueblo trabajador andaluz de su cultura, haciéndola cultura española para con ello mantener una Andalucía que juega un papel subalterno y acomplejado. Y esto, sin duda, tiene consecuencias y dificulta que la idea de nación andaluza se contraponga a la idea de nación española.
A modo de reflexión final
Estas contradicciones siguen manteniéndose hasta hoy mismo, sin que el capitalismo haya aportado nada diferente para el sur de la Península Ibérica. Andalucía sigue jugando un papel subsidiario, con una economía frágil basada en el trabajo temporal y precario que supone la hostelería y el campo, en el que se siguen viviendo escenas caciquiles y de explotación salvaje, como ocurre con el caso de l@s jornaler@s inmigrantes. De la misma manera, las expresiones culturales andaluzas siguen simplificadas y hurtadas, con un desprecio a lo andaluz (asentado en la aporofobia) y una fascinación por las visiones románticas del flamenco, las fiestas populares…que no hacen sino mantener la falsa idea de una integración plena en un estado, como el español, cuya clase dirigente nunca incluye, sino que excluye. Y de eso se beneficia una burguesía interesada en la maximización de beneficios a costa de la vida de l@s trabajadores, y cuyos intereses nada tienen de diferentes con los del resto de la burguesía española.