El 28 de septiembre de 2015 se cumplen 49 años de la muerte de Andre Breton, el Papa Negro del Surrealismo, y hay que recordarlo ahora no en el 50 aniversario donde le recordaran todos los periódicos, expertos, sabios y demás en forma de celebraciones oficiosas, académicas y mediáticas. Sin embargo, estas operaciones del Santo Espíritu Comercial no han podido con él: Breton sigue siendo un irrecuperable.
Su proyecto contradictorio ,dialéctico, marxista heterodoxo, permanece atravesado en el gaznate del orden burgués , el Surrealismo es y siempre será revolucionario, pese a los intentos de asimilación de la burguesía través de un Aragon , o un Dali y ademas. Es consecuentemente marxista y alejado del positivismo imperante en la época.
Es en el Segundo manifiesto del surrealismo (1930) donde expone todas las consecuencias de este acto, al afirmar, “totalmente, sin reservas, nuestra adhesión al principio del materialismo histórico”. Breton insiste “el surrealismo se considera ligado indisolublemente, como consecuencia de las afinidades antes señaladas, a la trayectoria del pensamiento marxista, y sólo a esa trayectoria”. No hace falta señalar que el marxismo que defiende Breton no tiene nada que ver con la vulgata oficial del estalisnismo.
Este marxismo y aquí estoy de acuerdo con Löwy, pertenece, en última instancia, al igual que el de José Carlos Mariátegui, Walter Benjamin, Ernst Bloch y Herbert Marcuse, a la corriente subterránea que atraviesa el siglo XX por debajo de las inmensas barreras construidas por la ortodoxia: el marxismo romántico que se rebela contra el desencantamiento capitalista del mundo – resultado lógico y necesario de la cuantificación, mercantilización y cosificación de las relaciones sociales–, pero es en André Breton y el surrealismo donde la tentativa romántico-revolucionaria de reencantamiento del mundo por medio de la imaginación alcanza su expresión más iluminadora y profana.
Con este bagaje y “reservando el derecho de critica”, en sus palabras, entra en PC frances, pero esta concepción le lleva a estar cada vez mas cercano a las posiciones de Trotsky y de la Oposición de Izquierdas y al rechazo de la corriente estalinista que “tiende desgraciadamente a aniquilar a esos dos componentes esenciales del espíritu revolucionario” que son: el rechazo espontáneo de las condiciones de vida propuestas a los seres humanos y la necesidad imperiosa de cambiarlas”,
En 1938 Breton visita a Trotsky en México. Juntos redactarán uno de los documentos más importantes de la cultura revolucionaria en el siglo XX: el manifiesto “Por un arte revolucionario independiente” que contiene el siguiente y célebre pasaje: “para la creación cultural, la revolución debe establecer y asegurar desde el principio un régimen anarquista de libertad individual. ¡Ninguna autoridad, ninguna obligación, ni el menor asomo de mando! Los marxistas pueden aquí marchar de la mano con los anarquistas…”. Cosa que supone una evolución de Trotsky con respecto a su libro “Literatura y revolución”, donde aun anteponía su “total licencia en el arte, excepto contra la revolución proletaria” Las discusiones de Breton y Trotsky, que incluso llevaron a Breton a una afasia somática, serian merecedoras de otro articulo.
Para terminar, me parecen perfectas las palabra de Michael Löwy, ” El surrealismo y el pensamiento de André Breton son quizás ese punto de fuga ideal, ese lugar supremo del espíritu en el que coinciden la trayectoria libertaria y la del marxismo revolucionario. Pero no hay que olvidar que el surrealismo contiene lo que Ernst Bloch llamó “un excedente utópico”, un excedente de luz negra que escapa a los límites de todo movimiento social o político, por revolucionario que sea. Esta luz emana del núcleo de noche inquebrantable del espíritu surrealista, de su búsqueda del oro del tiempo, de su inmersión apasionada en los abismos del sueño y lo maravilloso.
Adolfo Granero, militante de IZAR Málaga