El pasado 28 de octubre, el candidato a las presidenciales de Brasil por el Partido Social Liberal (PSL), Jair Bolsonaro se imponía a su rival en la segunda vuelta F. Haddad, del Partido dos Trabalhadores (PT).

Este hecho ha supuesto la llegada a la presidencia de la República Federativa de Brasil de un candidato con un perfil homófobo, racista machista y reaccionario, seguidor de las principales figuras del populismo de derechas, con un discurso incendiario que no ha dudado en poner a las luchas y las resistencias como el enemigo a batir, revindicando incluso la represión como arma política. Y esto ha ocurrido, no por casualidad, en una de las economías que más ha crecido en las últimas décadas, que se enfrentaba a los efectos de la crisis desde el año 2014 y, lo más importante, todo ello bajo el gobierno de un partido (PT) que en su momento apareció como una alternativa para las clases populares brasileñas y para movimientos y organizaciones políticas del mundo entero.

El gobierno del PT: el fracaso de un proyecto que surgió al calor de las luchas

El gobierno del PT llevaba gobernando 16 años, pero su trayectoria ya era larga. Fundado en 1980 como fruto de la confluencia de sindicalistas, intelectuales y católicos de izquierda, surgía como una crítica al modelo capitalista e imperialista, al reformismo de los partidos socialdemócratas, a la burocracia sindical y planteando un programa de izquierdas claramente definido.

Por ejemplo, en 1989 su candidato (que posteriormente sería presidente) Luz Inacio Lula da Silva, defendía cuestiones como el aumento de los impuestos a los ricos, la reforma agraria, la inversión para la industrialización del país o el fin de la especulación con la deuda pública3. Este movimiento político fue creciendo al calor de las luchas, ocupaciones y huelgas que se sucedieron durante varias décadas, hasta que en el año 2003 Lula conseguía la presidencia, desbancando a los partidos de derechas por un programa que generaba ilusiones en las clases populares brasileñas.

Sin embargo, estas ilusiones no se han visto correspondidas con la realidad. Aunque el PIB había crecido enormemente desde los años 70, en el 2012 el salario mínimo apenas había alcanzado la cifra de los años 801. En 2016 Brasil era uno de los países con mayores desigualdades del mundo y, a pesar del gobierno del PT, el 5% más rico pasó de controlar el 40% en 2006 al 44% de la riqueza en 2012, poco antes de que el modelo entrara en crisis2. Durante los primeros años del gobierno de Lula, el patrimonio de los bancos creció a una media anual de un 40%, con una economía basada en el crédito y la generación de una falsa idea de salida de la pobreza que ni siquiera se sostenía.

Solo la lucha vencerá al capitalismo en Brasil

Los datos anteriores son breves pinceladas de un trabajo más profundo que queremos publicar en los próximos meses, y sirven para demostrar una cosa: los ricos no han sido menos ricos ni l@s pobres le han dado la vuelta a la tortilla en Brasil. El gobierno del PT solamente ha servido para encauzar la fuerza de las movilizaciones que caracterizaron al país a finales del siglo XX y para llevar a cabo un plan de desarrollo neoliberal que ha situado a Brasil en los primeros puestos de las economías mundiales en término macroeconómicos, mientras la población ha visto cómo sus ilusiones se desplomaban a partir de 2014. Ilusiones que además se han desgastado con la entrada en prisión de Lula por corrupción y la destitución de la expresidenta Dilma Rousseff.

Las instituciones y la gestión del capitalismo evidentemente no han servido de nada. Más bien al contrario: cuando el programa de izquierdas y una organización que pretendía transformar la sociedad no lo ha hecho, ha llegado el hastío y el cansancio. Es ahí donde hay que enmarcar la victoria de Bolsonaro: líder ultraderechista que tiene a la mayoría de su electorado en las clases pudientes y jóvenes3, pero que ha obtenido votos en parte de las clases populares para las que el gobierno del PT no es ya una alternativa.

Los voceros empiezan a decir que la moderación le será impuesta a Bolsonaro por la complejidad del parlamento brasileño: el PSL solamente tiene un 10% del mismo, con lo que tendrá que negociar con las otras formaciones de derecha y centro derecha. Sin embargo, estas lecturas no llevan a ningún sitio, porque lo que se trata no es de amortiguar los efectos de unas u otras políticas y reformas, sino de acabar con el sistema capitalista. Es decir, lo que toca es organizarse y luchar.

No se vencerá ni a las políticas de Bolsonaro ni a las que ha estado realizando el PT sino es mediante la movilización, la resistencia y la huelga general como forma de poner en marcha a la clase trabajadora y campesinado brasileño. Solamente así se evitarán nuevas ilusiones electorales y se podrá cambiar realmente la vida de las y los trabajadores brasileñ@s.

1 Romero, D., Andreassy, E. e Godeiro, N. (2014): Os motivos da revolta popular: um balanço crítico do governo do PT. Ilaese, Sao Paulo.
2 Justo, M. : “¿Cuáles son los 6 países más desiguales de América Latina?” (Publicado en BBC, 9 de marzo de 2016)
3 Charte, M. (2018): “La corrupción, la inseguridad y el apoyo de los evangélicos llevan a Bolsonaro a la presidencia” (Publicado en RTVE el 29 de Octubre de 2018).