Una marea antifascista desbordó este sábado la localidad italiana de Macerata contra el fascismo y las maniobras equidistantes del Partido Democrático, una ciudad blindada con las tiendas cerradas una semana después del tiroteo por odio racial que dejó 6 heridos cuyo alcalde llegó a pedir que no se convocaran manifestaciones para no romper la calma. Detrás del lema “Movimientos contra el fascismo y el racismo” hombres y mujeres de mediana edad y muchos jóvenes de toda Italia se vieron secundados con marchas en Milán, Roma y otras ciudades.
No sólo la ultraderecha que representan Casa Pound, Forza Nuova y la Liga Norte con cánticos contra su líder Salvini eran el blanco de la ira de una muy digna manifestación antifascista que recordaban a las del pasado, llena de rabia y determinación, sino también, en el “campo demócrata”, el ministro de Interior Marco Minniti, que había intentado hasta el último momento prohibirla a base de criminalizarla. Ciertamente el disparo del fascista Luca Traini ha encrespado los nervios en una campaña electoral en donde el bloque más bien de derecha que de centro-derecha está envalentonado en sus declaraciones.
La foto de Macerata la tarde del sábado ha sido una sacudida a la tensa calma que recorre el clima político, como elemento de reacción a los peores actos del escuadrismo fascista que Italia ve cómo se acentúan bajo la indiferencia de los gobiernos social-liberales que han calentado con sus políticas migratorias y acuerdos con países africanos las brasas de la xenofobia. Esta tensión con la fuerza política que aún sigue en el gobierno, que anunció su propia manifestación para el día 18, se manifestó con las destacadas ausencias de los sindicatos CGIL y ANPI. Acudieron con la cabeza gacha militantes de ARCI y Libera, a excepción de los sindicatos FIOM y USB, que sí se adhirieron.
En cuanto a las organizaciones políticas estaban desde Liberi e uguali, la escisión del PD descontenta con las políticas de Renzi, hasta la izquierda anticapitalista y revolucionaria de l@s compañer@s del PCL. Entre miembros de Potere al popolo, la nueva marca reformista de Rifondazione y otros satélites suyos, marchaba la partisana Lidia Menapace, que declaraba a los periodistas que cuando toca marchar contra el fascismo se hace y no hay que preguntar por los detalles. Además de centros sociales, ONGs y el movimiento Non una di meno estaban colectivos de inmigrantes, que entre los “Bellaciao” y demás himnos antifascistas denunciaron el clima racista, la impunidad de la ultraderecha y su legitimación cada vez más habitual desde las instituciones.
Al mismo tiempo manifestaciones del mismo carácter en solidaridad con la de Macerata se desarrollaron en una decena de ciudades italianas, en algunas como respuesta a marchas convocadas de Casa Pound y Forza Nuova. En la de Turín 200 antifascistas lograron bloquear una sede de la formación a la que pertenece y por la que fue candidato el ultra Luca Traini, Forza Nuova, y en Piacenza otro grupo de manifestantes bloquearon la apertura de una nueva sede de Casa Pound, con más de un centenar en todo el mapa.
No sólo el tiroteo racista sino los múltiples ataques de la permeable ultraderecha italiana, que nunca se fue, contra militantes de extrema izquierda, han puesto el foco en la emergencia del fascismo y en su terrorífico ascenso electoral, en el único país de la UE que paradójicamente tiene una Constitución que se denomina “antifascista”. A tan solo 3 semanas de las elecciones Matteo Salvini, que puede convertirse en ministro o jefe de gobierno, habla de la inmigración como invasión para justificar el caso de Macerata, y Silvio Berlusconi, de nuevo aliado electoral, le ríe la gracia apuntando a una “bomba a punto de explotar” si no se deportan miles de ilegales.