El capitalismo mata

La crisis sanitaria del COVID-19 es ya una realidad para la inmensa mayoría de los países. Ni aquellos que trataron de minimizarla afirmando que no tomarían ninguna medidas, como Trump, Bolsonaro o Johnson, han podido resistirse a la política de confinamiento. El contagio se ha llevado a cabo de manera muy alarmante y las cifras oficiales de contaminados a través el mundo superan ya el 1,2 millones con 64 000 muertos. El Estado Español, segundo país con más contagios a nivel mundial, ya alcanza los 130.000 casos con más de 12.400 muertos.

La gravedad de la pandemia es ya una realidad incuestionable que tiene más que ver con la falta de medios para poder afrontarla y al consiguiente colapso sanitario que con la letalidad del propio virus. Existen responsables claros que nos han conducido a esta situación y no cabe olvidarlo. Ninguna confianza ni ninguna unidad nacional bajo unos pactos de la Moncloa remasterizados con aquellos que han saqueado durante años, sean del color que sean, los servicios públicos como la sanidad o la dependencia con el único fin de generar nuevos nichos de mercados privados con dichos servicios esenciales para favorecer y enriquecer a una minoría privilegiada. Resultado: más hospitales privados que públicos en el conjunto del territorio con casi 1/3 de las camas existentes, el 75% de las plazas de las residencias en manos de multinacionales y fondos buitres que se han dedicado a precarizar cada vez más la atención a nuestros mayores y a nuestros enfermos reduciendo plantillas en pro de una mayor rentabilidad económica para los bolsillos de unos pocos.

A nivel mundial sucede lo mismo. La búsqueda del máximo beneficio y de la productividad a toda costa de una minoría, en detrimento de todo lo demás, inclusive las vidas humanas. Esto explica, por ejemplo, que en EEUU se dejen morir a pacientes por no tener seguro privado, se habiliten para los sintecho plazas de aparcamientos al aire libre habiendo plazas vacías en hoteles, se amenace con despedir a aquell@s sanitari@s que protesten por la falta de medios en su puesto de trabajo o se permita a empresas como General Electric, que el pasado año ganó 538 millones de dólares, se aprovechen de la crisis sanitaria para cerrar temporalmente las fábricas en las que se producen motores de aviones y así despedir a 2600 trabajador@s a pesar de que dichas fábricas tengan la capacidad de construir respiradores mecánicos para cuidados intensivos y que la propia plantilla haya exigido producirlos. Un criterio lleno de sentido si se privilegiara la vida de la mayoría a los beneficios de unos pocos.

El gobierno PSOE-UP no está dispuesto a enfrentarse a esa lógica

Son ya 23 días de estado de alarma con una parte de la población confinada. Sin embargo seguimos sin contar con medidas de seguridad adecuadas para el conjunto de los y las trabajadoras que tienen que seguir desempeñando su labor considerada esencial tal y como pueden ser l@s sanitari@s o los miles de jornaleros migrantes que sobreviven en condiciones infrahumanas mientras continúan abasteciendo la asistencia mínima de productos de primera necesidad sin ninguna protección. En más de 20 días de estado de alarma, la quinta potencia europea y decimotercera potencia mundial sigue sin tener tests, respiradores ni mascarillas suficientes para el conjunto de la población. ¿Una potencia con un PIB de 1,24 billones de euros es incapaz de abastecernos de unas simples mascarillas?¿Qué está pasando?

Pues que los que tienen que tomar esas decisiones y a los que sirven sí tienen aseguradas sus mascarillas, sus respiradores y sus tests. La prioridad para todos ellos es otra: conservar sus privilegios y sus beneficios en cualquier crisis en lugar de coger el dinero dónde está (más de 27 792 millones de euros de beneficios para las empresas del IBEX 35 en tan sólo ¡1 año!) e intervenir a todas las empresas que sean necesarias para fabricar dichos productos de manera urgente. El problema no es el dinero. Es otra cosa.

Hay que hacer pagar esta crisis a los que más tienen. A los Amancio Ortega, a las Ana Botín o a los Florentino Pérez. En lugar de eso, este “gobierno de izquierdas” facilita los ERTEs y los costea con dinero público abriendo desde ya la puerta a los futuros recortes a la vez que sólo encarece los despidos en lugar de prohibirlos tal y como anunció. Las grandes fortunas son las que tienen que asumir esta crisis en lugar de enriquecerse cada vez más haya o no crisis y de hacerlo siempre a costa de políticas de ajustes para la mayoría: facilitar los despidos, disminución de los salarios, precarización de los puestos de trabajo, desmantelamiento de los servicios públicos. En 2008, un 44% de las riquezas del Estado Español estaban en mano de los más ricos y en 2014, el 53%.

Hasta la supuesta “hibernación” económica en los sectores no esenciales, aconsejada por la comunidad científica, no habrá podido durar más de 9 días hábiles ni resistir a la presión de la patronal y de los bancos. Y eso que dicha “hibernación” tampoco fue, durante ese tiempo, generalizada poniendo en riesgo la salud de los y las trabajadoras de multinacionales como la almeriense Cosentino (más de 55 millones de euros de beneficios por año) cuya tarea es fabricar encimeras. Una vez más no cabe duda que valen más sus beneficios que nuestras vidas.

La movilización contra esa lógica debe prepararse desde ya

Afortunadamente existen respuestas tanto a nivel internacional como a nivel estatal de trabajador@s que levantan la cabeza y se oponen tanto a ERTEs como a seguir trabajando sin condiciones óptimas de seguridad. La huelga general en Italia del pasado 25 de marzo, la jornada de movilización convocada por las organizaciones sindicales vascas el 27 de marzo, las respuestas de las plantillas de empresas como Mercedes, Airbus, Inditex o Decathlon muestran el camino.

Sin embargo esto no puede quedarse en respuestas aisladas y por sectores. Si no queremos volver a pagar los platos rotos de esta crisis hay que proponer desde ya un plan de movilización para el día después del confinamiento. Las movilizaciones de mañana se preparan desde hoy. Unas movilizaciones que pongan en el centro del debate la necesidad urgente de un programa de urgencia social para la mayoría tal y como indicábamos en este artículo anterior.

Todas las organizaciones políticas, sectores sindicales y sociales que pensamos de ese modo tenemos la responsabilidad de coordinarnos desde ya para estar en disposición de poder llevarlo a cabo pronto. Es urgente organizar reuniones on line para hablar de las próximas movilizaciones y para apoyar a aquellos sectores que siguen trabajando sin medidas de seguridad. Un frente social en la calle que no genere falsas ilusiones en este “gobierno de izquierdas” y que ponga en el centro a los y las trabajadoras es más urgente que nunca.

Esta crisis está demostrando la centralidad de la clase trabajadora y la inutilidad de los que nos dominan para responder a la situación de emergencia sanitaria. En efecto, hemos comprobado que si los y las trabajadoras paramos nada funciona, que somos l@s únic@s capaces de responder a las necesidades inmediatas y sociales y que somos los únicos en tener un interés en hacerlo para el beneficio de la mayoría social. Esa es la sociedad que hay que construir. Una sociedad comunista en la que prime por encima de todo los intereses de la mayoría y dónde quienes tomemos todas las decisiones relacionadas con nuestras vidas seamos nosotras y nosotros mismos. Hace unos días moría el cantautor Aute y en unas de sus canciones hablaba de “Albanta” para referirse a una sociedad sin ningún tipo de opresión y de explotación. Más allá de como cada uno la llamemos es urgente que entre tod@sla construyamos y acabemos, de una vez, con “Albanta al revés”.