El pasado 19 de junio se celebraban las elecciones al Parlamento Andaluz, adelantadas por un PP que gobernaba con Ciudadanos y el apoyo de VOX desde diciembre del 2018. Los resultados han confirmado varias tendencias: una enorme abstención que se ha incrementado en 900.000 personas desde 2008, el desencanto ante una izquierda que obtiene sus peores resultados, y el ascenso de la derecha que se beneficia del hastío generado por la falta de respuestas para las y los trabajadores por parte de las instituciones.

El desencanto de la izquierda y el ascenso de la derecha

En el año 2008, en un parlamento simplificado con solo tres formaciones, el PP (lo que en ese momento era la derecha al completo) obtenía 1.730.154 votos, mientras que la izquierda (entiéndase, sin ironía, el PSOE e IU), 2.495.858 votos. IU obtenía 317.562 votos.

Cuando en 2018 VOX irrumpía con 395.978, el voto de las derechas se dividía entre ellos, PP y Ciudadanos, sumando las 3 formaciones 1.804.884 votos (una escasa diferencia con respecto al año 2008). En las pasadas elecciones, la derecha, con Ciudadanos sin obtener representación parlamentaria, ha conseguido 2.197.214, sus mejores resultados de toda la serie histórica. El PP ha pasado de 749.275 a 1.582.412 (seguramente absorbiendo una gran parte de los 538.761 votos perdidos por Ciudadanos) y VOX ha subido en 100.000 papeletas. Es decir, la derecha ha ganado casi 400.000 votos.

Por el contrario, la izquierda, que entre 2008 y 2018 perdió un total 1.162.493 votos, ha obtenido sus peores datos. De hecho, desde el 2018 ha vuelto a dejarse por el camino 260.000 votos, con una abstención, sin embargo, muy similar (41,64 frente a 41,35%).

Estos datos son indicativos, sobre todo, de un gran desencanto entre l@s votantes de izquierda, en cuyos barrios la participación ha pasado de un 62% a un 47% en los últimos 7 años. ¿Razones del desencanto? De un lado, 40 años de un gobierno socialista en la Junta (tres de ellos con IU) que han sido ahora indistinguibles de los del PP para muchos y muchas trabajadoras de Andalucía y de otro, por unas políticas del gobierno central PSOE-UP, que frente a las ilusiones que esta coalición pudo generar, no está dando respuestas palpables a los problemas de la gente. Además, en el caso de Andalucía, estas elecciones mostrarían que dicho desencanto está provocando un giro en algunas capas hacia un voto a la derecha como nuevo mal menor frente a la extrema derecha o incluso como alternativa de gobierno creíble y “moderada” de gobierno.

El PSOE ya no es el dique de la extrema derecha: el PP le gana en su terreno

Desde que VOX irrumpiera en las elecciones de 2018 en el Parlamento Andaluz, el PSOE se ha beneficiado del discurso de la política del mal menor: a la vez que el eje izquierda-derecha volvía al foco mediático y político, los de Ferraz se presentaban como el único dique contra la extrema derecha. Se instalaba así un posibilismo y una versión del voto útil renovada, que convencía a muchas personas honestas que repudian a VOX por sus políticas y propuestas, aun siendo críticas con el PSOE por su izquierda.

El PP, además de beneficiarse de las condiciones objetivas ya señaladas de una pesada herencia del PSOE en Andalucía y un gobierno central que desilusiona, ha sabido situarse en una especie de limbo político en el que ellos son el verdadero dique contra la extrema derecha. Así lo ha entendido mucha gente, alimentada por una parte importante de los medios de comunicación. Hasta tal punto se ha instalado esa idea que, como publicaba eldiario.es el 29 de julio, “un 45,9 por ciento de andaluces afirma que el triunfo del PP-A por mayoría absoluta en las pasadas elecciones del 19 de junio le ha producido tranquilidad”. Se ha operado así la cuadratura del círculo y el PP ha acabado blanqueado frente al espantajo de VOX, con cuyo apoyo gobernaba. Finaliza de esta manera la patrimonialización que el PSOE hacía de este peligro y, lo que es más importante, el PP aparece ahora como un partido decente y tranquilizador (la derecha ha crecido en prácticamente todos los barrios, pasando de un 20 a un 50% en los más humildes, y ha ganado feudos históricos del PSOE), lo que le va a permitir desplegar su agenda a favor de los de siempre con menor resistencia de lo que sería esperable.

Del mismo modo, el PP andaluz ha operado abriéndose a ciertas tendencias de lo andaluz. Leyendo el momento, sabiendo que hay un cierto ascenso de las ideas andalucistas (en la izquierda alternativa ha sido una de las cuestiones clave), el PP ha impulsado un mayor uso de los símbolos de Andalucía, lo que le da un aspecto aún más “centrado” y le hace presentarse como más transversal de lo que en realidad es, ocupando el espacio que antes tuvo el PSOE.

La izquierda a la izquierda del PSOE: el falso debate de la falsa unidad y la falta de perspectivas para l@s trabajador@s

Los mejores resultados para la izquierda a la izquierda del PSOE en unas elecciones andaluzas se dieron en el año 2015. Podemos obtuvo 15 escaños (590.011 votos) e IU 5 parlamentari@s (273.927), e iban por separado. En el 2018, ya juntos, se dejaron por el camino 280.000 papeletas, obteniendo en este caso 450.000, una bajada demasiado abultada para solo 7 años.

En el 2022, el debate sobre la unidad ha sido uno de los protagonistas indiscutibles de la campaña. El desencanto, que ha ido aumentando la abstención y haciendo que la izquierda se vaya desangrando en votos, se ha visto incrementado por un debate artificial sobre la unidad como alternativa. Es el otro mal menor: si el PSOE ha jugado con el miedo a VOX, Por Andalucía ha insistido en el mantra de la unidad como eje de movilización, el cual, aunque artificial, desgasta a sus propios votantes.

La cuestión es que el debate siempre se hace desde el punto de vista de lo matemático: desde lo más simple de la ley electoral, hasta el 2+2 igual a 4. Pero el problema real y de fondo para explicar qué ha ocurrido en estas elecciones, por muy de sentido común que pueda parecer, no es el de la unidad. Lo que es necesario entender es que las enormes ilusiones electoralistas generadas por la vía institucional con la irrupción de Podemos en 2014 se están rompiendo, mientras las nuevas alternativas han ido desinflándose, con el colofón del co-gobierno PSOE-UP.

Así, el verdadero debate de la unidad es el debate de para qué, de qué políticas se pretenden llevar a cabo, de qué forma se pretende mejorar las condiciones de vida de las y los trabajadores, qué relación con las instituciones, qué análisis se hace del gobierno central, qué papel juegan las movilizaciones… Pero eso no ha sido el eje de la discusión. Incluso en el caso de Adelante Andalucía, la organización que se situaba más a la izquierda entre las que han obtenido representación parlamentaria, se mantiene siempre en el discurso la ilusión en lo institucional y del devenir político de los próximos procesos electorales, todo ello basado en la idea de la construcción de un sujeto andaluz con voz propia en las instituciones, pero, ¿con qué estrategia?

Parece legítimo preguntarse si la dirección de Adelante Andalucía ha hecho un balance crítico de su etapa en la dirección de Podemos Andalucía, con Teresa Rodríguez a la cabeza, en la que ésta se centraba más en la construcción de una herramienta electoral que en el reforzamiento de una organización cuya brújula fuese la intervención y el fortalecimiento de las movilizaciones. No es de extrañar en ese sentido que, también en Podemos Andalucía, desaparecieran todos los círculos de base y que éstos sólo se reactivaran tímidamente durante los procesos electorales.

Durante todo ese periodo siempre ha pesado más la balanza de la cuestión electoral que la balanza de la construcción de las movilizaciones. De ahí que por ejemplo Teresa Rodríguez se posicionara en contra de la declaración unilateral de independencia en Cataluña cuando sabe perfectamente que su posición, la del referéndum pactado, es sencillamente imposible (necesitaría los ⅔ a favor del Parlamento) o que más recientemente los y las diputadas de Anticapitalistas (sector determinante en Adelante Andalucía) votaran a favor de la creación de una base logística militar del ejército de tierra en Córdoba (http://izar-revolucion.org/no-es-oro-todo-lo-que-reluce-ls-diputads-de-anticapitalistas-votan-a-favor-de-la-creacion-de-una-base-logistica-militar-del-ejercito-de-tierra-en-andalucia/). Esperemos que cambien de rumbo y que a pesar del ciclo electoral que tenemos en el horizonte (elecciones generales y municipales), Adelante Andalucía pueda ser una organización útil en las respuestas que ya se están dando en los centros de trabajo, de estudios y en los barrios contra la subida de los precios, los despidos y por el aumento de los salarios.

Evidentemente, esto está teniendo consecuencias en el crecimiento del hastío y en la desconfianza en la izquierda, ya que l@s trabajadores ven, de un lado, que no se da respuesta a sus problemas y, de otro, se encuentran desarmados para comprender la crisis de los reformismos que explotaron a partir de 2014, ya que las grandes (y no tan grandes) organizaciones del movimiento obrero evitan la crítica y juegan constantemente al posibilismo, mientras que falta un nítido discurso de clase que afronte los problemas de l@s trabajadores andaluces. De esta manera, mientras se sigan generando expectativas sobre que las instituciones podrán cambiar nuestras vidas para que luego siempre se hable del mal menor como única alternativa, la desilusión y desmoralización seguirán en aumento.

Frente al hastío, hace falta una alternativa

No cabe duda de que el capitalismo vive una situación de crisis brutal, que está dando lugar a explosiones sociales en todo el mundo y que a la vez no deja de ahondar en sus contradicciones. En el Estado español, con una inflación al nivel de los años 80 y condiciones de precariedad ya instaladas en el mercado laboral, la falta de más movilizaciones frente al descontento que existe solamente es comprensible porque la izquierda está gobernando, actuando así de freno de las movilizaciones con la ayuda de las direcciones de las centrales sindicales, y no solamente las grandes por desgracia. Es decir, aquellos que son los referentes, más o menos desgastados, de l@s trabajador@s no ofrecen ninguna respuesta a esta situación, mientras la extrema derecha emerge como si fueran los auténticos antisistema y el PP se blanquea con la ayuda de la propia izquierda.

Frente a esto, es necesario construir una alternativa. No deja de haber luchas y movilizaciones, aunque el cerco informativo las evite. El verdadero debate de la unidad debería situarse en la unificación de l@s que luchan, planteando un discurso político que no sea ambiguo frente a las instituciones, frente a los pactos y que ponga la movilización en el centro del juego político. Para expresar esas cuestiones, IZAR se presentó a las elecciones andaluzas. Sin embargo, por nosotr@s mism@s es imposible visibilizar a gran escala ese discurso. Los resultados de la izquierda revolucionaria a la que le cuesta presentarse en todas las provincias así lo demuestran. Por ello, seguimos insistiendo en la necesidad de que todas aquellas organizaciones y sectores que defendemos esa misma perspectiva tratemos de hacerlo de manera conjunta en próximas elecciones. En el caso contrario, estás posiciones tendrán muchas dificultades para encontrar un eco importante entre los y las trabajadoras y la juventud.

Por el contrario, ningún proyecto político podrá dejar de desilusionar si se basa en los mismos en lo que han fracasado Podemos y sus diferentes aliados y revivals: la ilusión electoral, el pacto y el posibilismo del mal menor. Es decir, construir una alternativa pasa por defender la independencia de clase, evitando los pactos y explicando sin ambigüedades que, al vivir en un mundo desigual, donde unos pocos ostentan la riqueza que otros much@s producen, no se puede cambiar nada si no nos enfrentamos a los intereses de esa minoría. Solamente así se puede revertir el hastío creciente ante una izquierda que presenta como única posibilidad el obtener más diputados y que siempre está vendiendo el “no se puede más”, intercambiándolo por cada vez una mayor desilusión.