logo.jpgEn Galiza, las elecciones del 25S se presentaban como un escenario táctico que posicionara a las distintas fuerzas políticas mayoritarias en mejor lugar para la negociación a nivel estatal que han provocado las dos citas electorales del estado español. En ningún momento la política autonómica ha tenido importancia para los partidos mayoritarios, solo tenían en mente el juego de pactos estatal.

El PP ha sido el claro vencedor de estas elecciones, revalidando la mayoría absoluta que consiguiera en el 2012, manteniendo los mismos escaños, la estrategia seguida de esconder las propias siglas del partido y situar a la figura de Feijoo como eje de la campaña, ha sido un acierto para la derecha, que campa a sus anchas sin ninguna otra fuerza de relevancia en su espectro político, ni siquiera su recambio en este ciclo electoral, ciudadanos.

Por su parte el PSOE a pesar de haber perdido votos se mantiene como un elemento clave dentro del bipartidismo, ya que las fuerzas mayoritarias a su izquierda siguen sin desmarcarse de esta, incluso apelándoles para llegar a acuerdos electorales, lo que es un balón de oxígeno para una formación que cada cita electoral sale más mal parada.

El BNG ha monopolizado el discurso nacionalista intentando mantenerse a flote con la figura de Ana Pontón al frente, primera dirigente femenina de la formación en sus 35 años de historia. Pontón ha blandido con la misma facilidad la palabra revolución con la que su partido eliminaba de su programa y su discurso a la Clase Trabajadora. Todas sus promesas giraron en torno a la idea de nación oprimida frente a los opresores estatales (reflejados en todos y cada uno de sus contrincantes electorales), posicionándola como único sujeto de su discurso, sin dirigirse a nadie en concreto, dejando como no el campo abierto a las medidas más reformistas. Tratando así de jugar su única baza: ocupar el espacio nacionalista pero olvidando que este espacio, si no es conquistado por la clase trabajadora, y no busca una solidaridad obrera más allá de fronteras territoriales, está condenado al fracaso. Su estrategia le ha servido para evitar el anunciado hundimiento electoral que les daban las encuestas, sin embargo siguen sin ser una alternativa clara para la izquierda.

Una de las “grandes novedades” del panorama electoral gallego ha sido En Marea, que ha continuando con el mismo discurso de PODEMOS. Un discurso reformista e interclasista que ha abandonado totalmente las consignas iniciales como el impago de la deuda, la prohibición de los despidos en empresas con beneficios…; Centrados en la idea de “echar al PP”, sin plantear medidas que sirvan realmente a las clases oprimidas. En Marea, con un año de experiencia en diferentes ayuntamientos de Galicia, no busca cristalizar como el partido de las clases populares, incluso ha descendido en votos en todos los ayuntamientos que hoy gobierna, sino que se consolida como un partido donde su discurso está subordinado a la estrategia electoral, tendiéndole la mano al PSOE al mismo tiempo que dicen ser distintos a ellos. Esta contradicción y falta de un discurso claro frente a “los de arriba”, en Galiza, se ha traducido en unos resultados electorales que se quedan a medio camino respecto a sus expectativas y son, en definitiva, la confirmación de que la estrategia únicamente electoralista no cambiara nuestras vidas.

En definitiva la consigna que ha levantado “la izquierda” mayoritaria gallega, ya sea el BNG o En MAREA, ha sido la de centrar el problema en desalojar al PP de la Xunta, dando muestra de su debilidad y falta de perspectiva respecto a una situación política y económica que va a requerir de una determinación y organización por parte de las clases populares que esté a la altura, para poder enfrentar el nuevo ataque del neoliberalismo ya que,en el momento en el que el ciclo electoral termine, ostente quien ostente ese limitado “poder institucional”, tanto a nivel estatal como autonómico, tendrá que aplicar los cerca de 30.000 millones de euros de recortes ya anunciados por Bruselas.

Hubiera sido deseable la existencia de una candidatura de izquierdas, anticapitalista, de ruptura, que abogase por un derecho a la autodeterminación de los pueblos hasta las últimas consecuencias, sin pactar con la burguesía, con un programa internacionalista y obrero bajo el brazo que pusiera el punto de mira sobre el responsable de la situación social que vivimos: el capitalismo. Una alternativa que señalase que, pese al juego electoral que estamos viendo nuestras vidas no han cambiado lo más mínimo. Que es más necesario que nunca enfrentarse a los intereses del capital, a los dictados de la troika, a los recortes que cercenan nuestros derechos; en definitiva, a todos aquellos que han visto como su riqueza aumentaba en estos últimos años a costa de lo que pertenece a los trabajadores.

La única forma de revertir esta situación, y una más que segura desilusión postelectoral, es la de reconducir todas las inquietudes de la juventud y la clase trabajadora hacia la movilización y la huelga como las únicas herramientas válidas para cambiar nuestras realidades. Francia es actualmente ejemplo de este planteamiento. Hay que volver a la calle y mostrar otro camino a la vía institucional: El camino de la movilización.