Se cumplen 46 años del golpe militar comandado por el general Augusto Pinochet, que puso fin al Gobierno de la Unidad Popular presidido por Salvador Allende y a pesar de los mares de tinta dedicados a rememorar aquellos trágicos acontecimientos, el imaginario actual de la izquierda sobre lo ocurrido está, casi como de costumbre, más impregnado de mitos que de lecciones para nuestra práctica política hoy.
Con la humilde intención de sumar esfuerzos en este sentido, recuperamos la carta firmada por las coordinadoras de los cordones industriales y de los comandos comunales al Presidente Allende, el 6 de septiembre de 1973, es decir, 5 días antes del bombardeo al Palacio de la Moneda. El extraordinario valor político de dicho documento, del cual publicaremos solo unas líneas pero invitamos a leer completo, no reside tan solo en el momento histórico en que se gesta; ni siquiera en la importancia de quienes lo firman -los verdaderos órganos de poder popular y obrero que habían brotado como respuesta al desabastecimiento, huelgas patronales y boicot económico impuesto por la burguesía chilena con la inestimable ayuda del Gobierno estadounidense-. La verdadera valía de esta carta es la exacta radiografía que nos ofrece del nivel de conciencia de los sectores más avanzados de aquella clase trabajadora chilena.
“Compañero Salvador Allende:
Ha llegado el momento en que la clase obrera organizada en la Coordinadora Provincial de Cordones Industriales, el Comando Provincial de Abastecimiento Directo y el Frente Único de Trabajadores en conflicto ha considerado de urgencia dirigirse a usted…
Antes, teníamos el temor de que el proceso hacia el Socialismo se estaba transando para llegar a un Gobierno de centro, reformista, democrático-burgués que tendía a desmovilizar a las masas o a llevarlas a acciones insurreccionales de tipo anárquico por instinto de preservación. Pero ahora, analizando los últimos acontecimientos, nuestro temor ya no es ése, ahora tenemos la certeza de que vamos en una pendiente que nos llevará inevitablemente al fascismo.
Por eso procedemos a enumerarle las medidas que, como representantes de la clase trabajadora, consideramos imprescindibles tomar. En primer término, compañero, exigimos que se cumpla con el programa de la Unidad Popular, nosotros en 1970, no votamos por un hombre, votamos por un Programa. […]
Han pasado tres años, compañero Allende y usted no se ha apoyado en las masas y ahora nosotros los trabajadores tenemos desconfianza. Los trabajadores sentimos una honda frustración y desaliento cuando su Presidente, su Gobierno, sus partidos, sus organizaciones, les dan una y otra vez la orden de replegarse en vez de la voz de avanzar. Nosotros exigimos que no sólo se nos informe, sino que también se nos consulte sobre las decisiones, que al fin y al cabo son definitorias para nuestro destino.
Sabemos que en la historia de las revoluciones siempre han habido momentos para replegarse y momentos para avanzar, pero sabemos, tenemos la certeza absoluta, que en los últimos tres años podríamos haber ganado no sólo batallas parciales, sino la lucha total. […]
Lo que faltó en todas estas ocasiones fue decisión, decisión revolucionaria, lo que faltó fue confianza en las masas, lo que faltó fue conocimiento de su organización y fuerza, lo que faltó fue una vanguardia decidida y hegemónica. […] Por todo lo planteado, compañero, nosotros los trabajadores, estamos de acuerdo en un punto con el señor Frei (Expresidente y líder de la Democracia Cristiana), que aquí hay sólo dos alternativas: la dictadura del proletariado o la dictadura militar. Claro que el señor Frei también es ingenuo, porque cree que tal dictadura militar sería sólo de transición, para llevarlo a la postre a él a la Presidencia. Estamos absolutamente convencidos de que históricamente el reformismo que se busca a través del diálogo con los que han traicionado una y otra vez, es el camino más rápido hacia el fascismo.
[…] Consideramos no sólo que se nos está llevando por el camino que nos conducirá al fascismo en un plazo vertiginoso, sino que se nos ha estado privando de los medios para defendernos. Por lo tanto le exigimos a usted, compañero Presidente, que se ponga a la cabeza de este verdadero Ejército sin armas, pero poderoso en cuanto a conciencia, decisión, que los partidos proletarios pongan de lado sus divergencias y se conviertan en verdadera vanguardia de esta masa organizada, pero sin dirección. […]
Le advertimos compañero, que con el respeto y la confianza que aún le tenemos, si no se cumple con el programa de la Unidad Popular, si no confía en las masas, perderá el único apoyo real que tiene como persona y gobernante y que será responsable de llevar el país, no a una guerra civil, que ya está en pleno desarrollo, sino que a la masacre fría, planificada, de la clase obrera más consciente y organizada de Latino América…”
La clarividencia con la que en esta carta se exponen los hechos pasados y se predicen los futuros estremece a quien se anima a leerla.
El auge de la lucha de clases a nivel internacional de aquél periodo encontrará su principal escollo en el marco de la “Coexistencia Pacífica” entre las dos superpotencias, rubricada por Nixon y Brezhnev, para desgracia de la clase obrera internacional. Tal y como se demuestra en el último viaje de Allende a Moscú en busca de financiación, que jamás recibirá, por el contrario lo que recibe son las presiones por parte del PCUS de renegociar las indemnizaciones que EEUU exigía por las nacionalizaciones del Cobre y otros sectores. La vía chilena al socialismo, no dejaba de ser una apuesta del PCUS, heredero del estalinismo, por demostrar la viabilidad del acceso al socialismo desde el respeto a la legalidad de la democracia burguesa y la estrategia para ganar esas instituciones a través de la constitución de frentes populares.
La ausencia de partidos revolucionarios capaces de impulsar y fortalecer la auto-organización obrera impidió el desarrollo de la dualidad de poder embrionaria que se gestaba en reacción al boicot económico y las huelgas patronales. Y que encontró en el Gobierno y en la CUT (principal sindicato), ambos dirigidos por el Partido Socialista y el Partido Comunista de Chile una verdadera camisa de fuerzas.
El Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), nacido al calor de la Revolución Cubana, tuvo la oportunidad de constituirse en la vanguardia que en la carta se demanda, pero sostuvo su apoyo crítico al Gobierno hasta el final, e incluso ejerció de aparato de inteligencia y guardia personal de Allende, a pesar de no formar parte de la Unidad Popular, optando por la Unidad de la Izquierda frente a la independencia de clase.
El MIR, dirigió sus esfuerzos a construir los Comandos Comunales que concentraban a campesinos, pobladores y estudiantes de un territorio determinado. Sin embargo, su escasa implantación en la industria debido a una estrategia errónea heredada de su tradición, donde la clase obrera como sujeto de cambio es sustituido por el pueblo en abstracto, los llevó a confrontar en ocasiones con los cordones industriales. Cometen el error por tanto de olvidar que el potencial de los Soviets, no reside en su carácter territorial, sino en su capacidad de controlar la producción.