El pasado 27 de octubre, una gran manifestación en Almería pedía la paralización del ERE sobre el 100% de la plantilla de la cementera CEMEX en Gádor, lo que supondría su cierre definitivo y dejar en la calle a unas 300 personas de manera directa y muchas más de manera indirecta. Se culmina así un año nefasto para el empleo gracias a las últimas reformas laborales que permiten abrir EREs incluso en empresas con beneficios, liquidando lo poco que queda de trabajo estable en la provincia y suponiendo la ruina para muchas familias trabajadoras.

Las movilizaciones en torno a la defensa de los puestos de trabajo de la cementera en la comarca han conseguido que la empresa atrase 2 meses más la decisión definitiva (como ya anunciaron el 6 de noviembre), pero no parece que vaya a haber una reconsideración real de esta amenaza de cierre. En cualquier caso, se mezclan en esta situación varios factores a tener en cuenta: por un lado el mantenimiento del empleo y por otro el coste del mismo (sobre todo en términos ambientales).

La empresa CEMEX ya había sido denunciada en varias ocasiones por generar elementos potencialmente tóxicos tras las incineración de residuos, en lugar de llevar a cabo una gestión eficiente de los mismos, destruyéndolos e incluso reciclándolos de otras maneras no perjudiciales para el entorno y para las personas. Esta es una de las contradicciones a las que nos enfrentamos en este caso y a la que es necesario dar alternativas. Debemos defender el empleo, que sea estable y de calidad, pero a la vez hay que hacerlo no a cualquier precio ya que es necesario modificar el funcionamiento de la cementera, por ejemplo, en lo que a gestión de residuos se refiere.

Este caso nos puede recordar a otros recientes en los que el mantenimiento de los puestos de trabajo permiten justificar cualquier cosa, como la construcción de corbetas en la bahía de Cádiz para Arabia Saudí que defendieron tanto Susana Díaz como el mismo alcalde gaditano del “cambio” Kichi. Debemos ser capaces de movilizarnos para que esos puestos de trabajo se mantengan (y en mejores condiciones si es posible) pero también para que su continuidad no afecte negativamente al entorno natural, peleando por su reconversión. Por tanto, no sólo se trata de que la fábrica no cierre, lo que supone siempre beneficios para la empresa y socializar los despidos entre la plantilla, sino de que, además, modifique los aspectos de funcionamiento que se han estado denunciando desde hace años por muchas organizaciones de defensa del medio.

Como anticapitalistas y revolucionari@s debemos ser capaces de analizar la situación viendo cuáles son todas las aristas de la misma, y no sucumbir al chantaje capitalista de intercambiar la vida de familias trabajadoras y sus puestos de trabajo por destrucción del medio ambiente. Los empleos en la fábrica de CEMEX en Gádor se defienden con uñas y dientes, pero también, y con la misma fuerza, la necesidad de eliminar la posible agresión a la naturaleza apostando por la reconversión de los mismos sin poner en peligro ni uno solo de sus trabajador@s.