El pasado 7 de abril VOX inauguró su campaña para las elecciones autonómicas de Madrid con un mitin en la denominada “Plaza Roja” del barrio obrero de Vallecas. No se trata del primer acto de evidente provocación que lleva a cabo esta organización, sino que se enmarca perfectamente dentro de su estrategia de victimización, para criminalizar así y acusar de violentos e intolerantes a colectivos antifascistas, feministas, de migrantes, independentistas o simplemente de izquierdas.

VOX llegaba a estas elecciones amenazada por las encuestas que sitúan a la actual presidenta de la comunidad de Madrid acaparando el voto de la derecha. Por tanto, apostó por iniciar la campaña marcando la agenda con un ejercicio de provocación que les brindara la foto deseada para las portadas de los periódicos del día siguiente. Y hasta cierto punto lo logró. Los grandes grupos mediáticos abrían con los disturbios entre manifestantes y la policía, así como las solemnes condenas a las que, al menos, no se sumaron ni Unidas Podemos ni Más País. Por el contrario, ambas organizaciones trataron de poner el foco en la táctica provocativa de los de Abascal, quién incluso viendo que la estrategia de boicot al acto estaba funcionando al hacer su discurso inaudible, decidió bajar de la tarima para acercarse a los manifestantes logrando finalmente desencadenar las cargas policiales.

Unos días más tarde las encuestas ya daban un escaño más al grupo ultraderechista, pero lo cierto es que, desde el primer día, VOX ha logrado de un modo u otro protagonizar toda la campaña electoral, ya sea a través de su cartelería abiertamente racista contra los menores extranjeros no acompañados o provocando que Pablo Iglesias abandone un debate electoral en la radio tras la acusación al gobierno central por parte de la candidata Rocío Monasterio de haberse inventado las cartas amenazantes con balas de subfusil recibidas por Pablo Iglesias, Grande Marlaska y la directora de la Guardia Civil.

La crisis permanente que define el estado del capitalismo mundial durante las últimas décadas, que se traduce en Europa, en el desmantelamiento de los sistemas de protección social y el hundimiento del proyecto político socialdemócrata, entre otras muchas cuestiones, se ha convertido en el caldo de cultivo perfecto para el incesante crecimiento del fascismo y la ultraderecha a nivel internacional y europeo. Frente a esta realidad, urge afinar las estrategias para enfrentar a un fenómeno social que ya ha dejado patente en la Historia su criminal capacidad destructiva.

Frente al anuncio de la inauguración de la campaña de VOX en Vallecas, los y las vecinas del barrio se vieron obligados a enfrentar el debate sobre cómo reaccionar frente a semejante acto de provocación, el cual, por supuesto, fue precedido de agresiones a los locales de diferentes colectivos sociales y políticos del barrio por parte de la extrema derecha para calentar el ambiente.

Las 3 organizaciones políticas de la izquierda institucional que se presentaron a las elecciones reaccionaron alentando a su electorado a contestar a VOX en las urnas, haciendo gala una vez más de su miedo a la capacidad movilizadora de un barrio que unos meses atrás, había salido a la calle a enfrentar la discriminatoria y criminal gestión de la pandemia del gobierno de Díaz Ayuso y que tan solo encontró brutales cargas policiales y una “visita de Estado” para regocijo de la propia Ayuso, por parte del presidente del Gobierno, sí, del autodenominado Gobierno más de izquierdas de la Historia.

La mayoría de colectivos sociales, así como algunas organizaciones de la izquierda minoritaria, apostaron por manifestar su rechazo a la presencia de VOX en una plaza aledaña a la del mitin de campaña de la organización ultraderechista, con la intención de visibilizar su rechazo sin arriesgarse a regalarle a VOX su campaña de victimización. En cambio, las asambleas y movimientos de corte propiamente antifascista convocaron a boicotear el acto e impedir que Abascal, Smith y Monasterio soltaran sus soflamas racistas e incendiarias con total impunidad. No se puede dudar de la legitimidad de sendas propuestas. Eso no es fruto de debate alguno. La eficacia de una estrategia por parte de las mayorías trabajadoras frente a cuyos intereses, derechos y libertades vuelve a levantarse el monstro del fascismo en Europa, eso sí, que debe ser objeto de un debate profundo y perentorio.

Valgan las siguientes ideas apuntadas como aportaciones a dicho debate:

El fascismo brota de la descomposición social que va sembrando el capital y son ciertos sectores de la propia burguesía quienes lo alientan para acabar con las resistencias obreras y populares a sus políticas antisociales. La desmovilización social provocada por las grandes organizaciones de la izquierda alimenta el crecimiento del fascismo, como el oxígeno alimenta al fuego. Pero señalar está cuestión desde la soberbia, o peor aún, catalogar por tanto a cualquier, partido, institución o régimen político directa o indirectamente al servicio del capital internacional de fascista, sin más, resulta altamente peligroso y demuestra una terrible incomprensión de la Historia. Baste el nefasto ejemplo del partido comunista alemán (KPD) ya estalinizado y su orientación del “tercer periodo” en la que se tildaba al partido socialista alemán (SPD) de Socialfascista mientras se repetía aquello de “Después de Hitler, nosotros”, para cerciorarnos de dicho peligro.

El antifascismo como pose estética, como espacio sectario en que liberar la rabia acumulada de una juventud que se percibe sin futuro, no intimida a la ultraderecha, en cierto modo incluso le es rentable. El antifascismo es más efectivo cuando es un movimiento amplio que denuncia pero que también actúa; cuando es un movimiento democrático y bien urdido desde abajo, que incluye en su interior a todo tipo de colectivos sociales, políticos y sindicales que defiendan las demandas legítimas de las clases populares; cuando construye tejido social y se implica en la vida y los problemas de nuestros barrios; cuando desenmascara sus bulos y discursos del odio contra los y las más débiles y cuando trata de unificar todas y cada una de las justas luchas de nuestro bando social, que no es otro que el de los y las desposeídas, las oprimidas y las explotadas.

La extrema derecha ha acelerado preocupantemente la construcción de redes internacionales. Cualquier estrategia que pretenda frenar el crecimiento de este fenómeno social, requiere, en última instancia, de su coordinación internacional.