La decisión de Donald Trump de reconocer a Jerusalén como la capital del estado de Israel y trasladar su embajada a ésta desde Tel Aviv vulnera una vez más las distintas resoluciones de Naciones Unidas y el Derecho Internacional. Israel ya opera de facto con Jerusalén como capital contando con dos sedes, una en Tel Aviv y otra en Jerusalén, anexionándose esta última después de la llamada Ley de Jerusalén de 1980, donde se reconocía como capital indivisible de Israel. De aquellos barros vienen estos lodos…

Y es que ante esto Naciones Unidas declaró ilegal la llamada Ley de Jerusalén, pero todas sus resoluciones no han sido más que papel mojado, puesto que no sólo no se sanciona a Israel sino que se amplían y mejoran los acuerdos comerciales con el estado sionista a nivel internacional, siendo llamativos los llevados a cabo con la Unión Europea, así como con  cada uno de los países que la componen.

Israel lleva décadas masacrando al pueblo palestino bajo un régimen de apartheid: expulsando, demoliendo casas, llevando a cabo detenciones arbitrarias, aplicando métodos de tortura sistemática a la población… Y éste es tan solo un paso más en su exterminio del pueblo palestino.

Ahora, la comunidad internacional se echa las manos a la cabeza ante lo que parece una excentricidad más de Donald Trump, pero no es ninguna locura, es una acción perfectamente cuerda e integrada en una sociedad enferma, centrada en el capital como único objetivo y para la cual un levantamiento palestino es tan solo algo anecdótico o incluso romántico, que nos provee de imágenes de jóvenes luchando con piedras contra tanques. Si de estas acciones se deriva un levantamiento aún más fuerte del fundamentalismo islámico, tenemos la excusa perfecta para mantener el negocio de la guerra y la política contra l@s refugiad@s de la Unión Europea.

Al fin y al cabo, no olvidemos que en sus guerras quienes sucumbimos somos el pueblo trabajador, siempre las y los muertos son nuestr@s, es el pueblo palestino, es Gaza la que llora lágrimas de sangre una vez más, al volver a ser bombardeada. Y somos nosotr@s quienes caemos dentro de nuestras fronteras en atentados del terrorismo yihadista cuando viajamos en metro.

Pero ni sus leyes ni sus organizaciones internacionales, que ejercen como guardas del capital frenando con sus eufemismos y su equidistancia el levantamiento del pueblo, podrán amedrentarnos. Palestina es nuestra hermana y Jerusalén su capital. El pueblo palestino no se va a rendir y la clase trabajadora siempre estará a su lado, porque no sólo es la supervivencia de un pueblo, el David contra Goliat que llevamos años observando en la distancia: es la resistencia al capitalismo que devora y arrasa dejando un reguero de sangre y dolor a su paso.

Desde Izquierda Anticapitalista Revolucionaria IZAR hoy más que nunca hacemos un llamamiento al conjunto de las y los trabajador@s a exigir que se apliquen las medidas de Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel (BDS) y a que mediante la movilización sostenida se presione a la comunidad internacional  para que actúe y detenga la ocupación de Palestina.

Exigimos el cese inmediato de negociaciones con Israel así como la expulsión de sus embajadores de la Unión Europea y el cumplimiento de la denostada legislación Internacional a través de la liberación de las presas y presos políticos palestinos, el derrumbamiento del muro, el levantamiento del bloqueo a Gaza y el cese inmediato de la política de apartheid israelí. Exigimos la devolución de las tierras ocupadas y el desmantelamiento de las colonias.

Jerusalén es Palestina, por lo que reivindicamos el fin inmediato de la política colonial de Israel sobre Jerusalén, el cese inmediato de las demoliciones (especialmente importante en Jerusalén Este), el desbloqueo del acceso a la explanada de las mezquitas y, por supuesto, la nulidad de la ley de Jerusalén. No olvidamos a Mlabes, Umm el-Hiran, Sabra y Chatila… A las miles de aldeas hoy borradas por Israel. La historia va a cambiar y Palestina vencerá.

¡Viva la lucha del pueblo palestino!