
1°/ El 24 de febrero de 2022, el ejército ruso, bajo las órdenes de Vladimir Putin, cruzó las fronteras de Ucrania y lanzó una invasión particularmente brutal de este país, con más de 100.000 hombres desplegados. Se realizaron bombardeos especialmente intensos sobre las principales ciudades del país, Kiev y Kharkiev. Los objetivos civiles están siendo atacados deliberadamente, como demuestran los misiles disparados contra la Plaza de la Libertad y la Universidad de Kharkiev. En el momento de escribir estas líneas, un convoy de vehículos blindados de 60 kilómetros de longitud se dirige hacia Kiev, portando armas termobáricas, armas diseñadas para causar el máximo de víctimas civiles. Según las informaciones que nos llegan, las tropas chechenas del presidente Kadyrov, conocidas por su brutalidad y sus exacciones contra la población civil, se han incorporado a las filas del ejército ruso.
2°/ Todo esto confirma el carácter totalmente imperialista de la guerra. Éste no lo ha ocultado: retoma el discurso nacionalista de la Gran Rusia, según el cual Ucrania pertenece históricamente al Imperio ruso. En su discurso del 21 de febrero, uno de los principales objetivos de Putin fue la política de los bolcheviques en la época de la Revolución Rusa. “La Ucrania moderna fue creada enteramente por Rusia, concretamente por la Rusia bolchevique y comunista. Este proceso comenzó casi inmediatamente después de la revolución de 1917, y Lenin y sus asociados lo hicieron de forma muy grosera para la propia Rusia: separando, arrancando parte de sus propios territorios históricos.” Culpó a Lenin de “entregar” el Donbass a Ucrania. Con estos ataques a la política internacionalista de los bolcheviques, Putin muestra claramente quién es y a quién representa: un representante de la nueva burguesía rusa, nacida sobre las ruinas de la Unión Soviética, y con sus raíces en el imperio feudal zarista.
3°/ La invasión a gran escala lanzada por Rusia contra Ucrania da una nueva dimensión al conflicto entre el imperialismo ruso y el imperialismo occidental a costa de los pueblos de la región. Pero sería un error creer que la guerra actual comenzó el 24 de febrero. Desde 2014, en el Donbass, más de 10.000 personas han muerto en enfrentamientos entre el ejército ucraniano y combatientes de Donetsk, Lugansk y Crimea.
4°/ El actual enfado del Kremlin tiene sus raíces en el levantamiento de 2013-2014 contra el capitalista prorruso Víktor Yanukóvich. Elegido con una mayoría muy débil, realizó un acercamiento al Estado ruso, rompiendo con las políticas de sus predecesores, al tiempo que aplicaba una política liberal y antisocial basada en el despilfarro de los servicios públicos. La revuelta de 2013-2014 vino en particular de la ira generada por estas políticas liberales y autoritarias. Pero fueron las clases pequeño-burguesas las que tomaron la delantera en este levantamiento, con una orientación anti-rusa y pro-UE. Esta línea política ha favorecido la presencia de grupos de extrema derecha como Svoboda o Pravy Sektor, un partido abiertamente neonazi que reivindica al colaboracionista Stepan Bandera.
Desde 2014, con la aparición de fuerzas paramilitares neonazis en el movimiento de Maïdan (financiadas tanto por la oligarquía ucraniana como por Occidente), se han producido en Ucrania masacres de civiles rusos, activistas de izquierda, homosexuales… (por ejemplo, el incendio provocado de la Casa de los Sindicatos en mayo de 2014, donde murieron quemadas y asesinadas más de 50 personas). El 22 de febrero de 2014, la Rada (Parlamento) ucraniana destituyó a Víktor Yanukóvich, que huyó a Rusia, y nombró presidente interino a Oleksandr Turchynov, un ultraconservador homófobo. Una de las primeras medidas del nuevo gobierno es la derogación de la ley de lenguas regionales, eliminando el ruso de las lenguas oficiales (pero también el húngaro, el moldavo y el rumano). En concreto, esto significa que todos los documentos oficiales se escribirán a partir de ahora sólo en ucraniano, pero también que los nombres de las ciudades y los nombres propios deben seguir la ortografía y la pronunciación ucranianas.
5°/ Ante estas medidas de discriminación contra las poblaciones rusoparlantes del este del país, el 23 de febrero estallaron manifestaciones masivas en las ciudades de Donetsk, Kramatorsk, Luhansk, Mariupol y Sloviansk, en el Donbass, y en la península de Crimea. Los manifestantes exigen que se respeten sus derechos, es decir, la derogación de la ley sobre las lenguas regionales, pero también una descentralización del poder de Kiev a las regiones y más autonomía. Estas manifestaciones ejercieron una verdadera presión sobre el gobierno y la ley sobre las lenguas regionales nunca llegó a aplicarse.
Pero aprovechando esta situación de división provocada por las decisiones reaccionarias del gobierno de Kiev, Putin despliega a los mercenarios de la milicia Wagner y financia a los combatientes separatistas en Crimea, Donetsk y Lugansk. El 11 de marzo de 2014, el Parlamento de Crimea declara la independencia de la República de Crimea. El 16 de marzo, un simulacro de referéndum celebrado bajo la ocupación militar rusa formalizó la adhesión de Crimea a la Federación Rusa. Al mes siguiente, los combatientes separatistas de Donbass, apoyados financiera y militarmente por Rusia, proclamaron la independencia de la República Popular de Donetsk y Lugansk. Esta intervención militar de Rusia es claramente una distracción de las manifestaciones rusófilas y no tiene nada que ver con el derecho a la autodeterminación de las poblaciones de Donbass y Lugansk: es una manifestación de la voluntad agresiva del imperialismo ruso hacia Ucrania.
5°/ El 25 de mayo de 2014, Petro Poroshenko, un multimillonario que hizo su fortuna en la industria del chocolate, fue elegido presidente con el 54,7% de los votos, con sólo 18 millones de ucranianos que participaron en los comicios, que no pudieron celebrarse en Crimea y en las regiones de Donetsk y Lugansk. Inmediatamente, Poroshenko desarrolló una política ultranacionalista y revisionista: reconocimiento del país a los combatientes de las milicias de Bandera que participaron en el exterminio de los judíos durante la Segunda Guerra Mundial, reconocimiento de la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, una ley que establece que toda la enseñanza en el país sea en ucraniano… Fue bajo su gobierno cuando las milicias de extrema derecha que se habían manifestado en Maïdan y luego combatieron en el Donbass se integraron en el ejército ucraniano, bajo la dirección del líder del partido Pravy Sektor, Dmytro Iaroch, que fue nombrado asesor del Ministerio de Defensa en abril de 2015 (cargo que ya ha dejado). Con el pleno apoyo de EEUU y los países miembros de la OTAN, aumentó el presupuesto del sector de la defensa y la seguridad del 1% del PIB al 5%. En noviembre de 2018, declaró la ley marcial tras un incidente armado entre barcos ucranianos y Rusia.
Al mismo tiempo, aplicó una política de austeridad económica: bajo la presión del FMI, que criticó la lentitud de las reformas, llevó a cabo numerosas privatizaciones y atacó el sistema de pensiones, mientras los precios del gas y de los alimentos se disparaban. La impopularidad de Poroshenko crece en el país. En los dos últimos años de su mandato, el Instituto Gallup informa de que Ucrania tiene el nivel de confianza en su gobierno más bajo del mundo. Tras una serie de escándalos financieros (se dice que su fortuna aumentó en 400 millones de dólares entre 2012 y 2020), Poroshenko fue ampliamente derrotado en las elecciones de 2019, en las que ganó Volodymyr Zelensky, un comediante que hasta entonces era conocido principalmente por sus papeles en series de televisión.
6°/ El actual presidente, Zelensky, es un populista, elegido sobre la base de un programa confuso, que mezcla la defensa de la democracia directa y la lucha contra la corrupción, al menos de palabra, con medidas ultraliberales, como la liberalización del mercado de la tierra. Desde 2001, una moratoria ha bloqueado la privatización de terrenos públicos y ha impedido casi todas las transacciones de terrenos privados. Esta liberalización del mercado agrícola ha provocado las protestas de los pequeños agricultores. De hecho, la creación de un mercado de tierras agrícolas en Ucrania permitirá a los oligarcas y a las grandes empresas agrícolas seguir acaparando tierras, al tiempo que se satisfacen los intereses de los inversores y los bancos extranjeros.
Paradójicamente, una de las bases sobre las que se eligió a Zelensky es la flexibilización de la relación con Rusia. Obtuvo los mejores resultados en las regiones de habla rusa, que se consideran pro-rusas. Él mismo, que habla ruso, criticó las leyes que amplían el uso del ucraniano en la radiodifusión y la introducción de exámenes de lengua ucraniana para los funcionarios. Al mismo tiempo, Zelensky ha declarado que quiere que Ucrania se incorpore a la Unión Europea y que se celebre un referéndum sobre el ingreso de Ucrania en la OTAN.
7°/ Desde 2014, el imperialismo estadounidense y el imperialismo ruso han estado librando una guerra a costa de Ucrania. Incluso antes de que el ejército ruso cruzara la frontera ucraniana, esta guerra ya había causado 14.000 muertos en la región de Donbass. Aunque los “Protocolos de Minsk” firmados por Rusia, Ucrania y los representantes de las repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Lugansk, bajo los auspicios de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), debían garantizar un alto el fuego, ninguna de las partes ha cumplido estos acuerdos. Entre febrero y marzo de 2021, la OSCE observó un aumento del 30% en las violaciones del alto el fuego. Mientras Rusia masificaba sus tropas en las fronteras ucranianas y financiaba a los combatientes separatistas en el Donbass, al mismo tiempo EEUU aceleraba la entrega de armas al ejército ucraniano. Entre 2018 y 2021, EEUU entregó 77 lanzadores de misiles Javelin; esta cifra aumentó considerablemente en 2022, con 300 lanzadores de misiles entregados solo en enero. En 2021, EEUU proporcionó más de 450 millones de dólares en ayuda al ejército ucraniano.
Estas entregas masivas de armas al ejército ucraniano son una continuación de la lógica de expansión de la OTAN que persigue el imperialismo estadounidense desde la década de 2000. En contra de los compromisos adquiridos por Alemania y Estados Unidos en 1994, el 29 de marzo de 2004, 7 países (Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia) ingresaron en la OTAN. A ellos se unirán en 2009 Albania y Croacia, en 2017 Montenegro y en 2020 Macedonia. Por supuesto, estas adhesiones van acompañadas de despliegues de tropas y ejercicios militares a gran escala, siguiendo la lógica imperialista de la expansión del bloque, y han llevado al establecimiento de bases militares prácticamente a lo largo de toda la frontera rusa, con la excepción de Ucrania y Bielorrusia. Por lo tanto, la OTAN y los imperialismos europeos son los principales responsables de la escalada militar.
La guerra en el Donbass, totalmente silenciada en los medios de comunicación occidentales durante mucho tiempo, ha proporcionado un formidable campo de entrenamiento para los militantes de extrema derecha de todos los países: a ambos lados de la frontera, en el bando prorruso y en el proucraniano, participan en los combates milicias racistas y antisemitas, que se reivindican explícitamente como nazis.
8°/ Las potencias imperialistas se disputan las riquezas de Ucrania. De hecho, este país ocupa el cuarto lugar en el mundo por el valor total de los recursos naturales: primera reserva europea de minerales de uranio, una de las principales reservas mundiales de manganeso, hierro, mercurio y carbón. Ucrania es también el granero de Rusia y Europa: es el primer exportador mundial de girasol, el segundo productor de cebada, el tercero de maíz, etc. Sobre todo, este país cuenta con la segunda red de gasoductos más grande de Europa (142.500 millones de metros cúbicos de capacidad de flujo de gas en la Unión Europea). Así, el bloqueo de la puesta en marcha del gasoducto Nord Stream II, que une Rusia con Alemania, corre el riesgo de barajar las cartas entre los países exportadores de gas. Entre los principales exportadores de GNL -además de Qatar, Rusia, Argelia y Nigeria-, EEUU vende parte de su gas de esquisto. Por lo tanto, lo que motiva la guerra en Ucrania no es la defensa de la democracia en un país, como nos dice la propaganda mediática. Es simplemente una guerra para defender los intereses económicos de Rusia o de Estados Unidos. Estos últimos son los principales beneficiarios de la interrupción del comercio entre Europa y Rusia, ya que sustituirán a Rusia en la exportación de gas a Europa. Actualmente, el 40% del gas natural que se consume en Europa procede de Rusia.
9°/ La guerra en Ucrania es la última y más brutal sacudida de la crisis global del capitalismo, que ve debilitados los imperialismos históricos mientras otras potencias imperialistas tratan de imponerse. Si bien la administración Trump había centrado los principales esfuerzos del imperialismo estadounidense en el continente asiático y en la esfera del Pacífico, su derrota histórica en Irak y Afganistán le han llevado a trasladar sus esfuerzos al continente europeo. Esto explica gran parte de la retórica particularmente agresiva y belicosa de Biden hacia Rusia.
En Europa, Francia se enfrenta a un desafío histórico a su dominio en el continente africano. La retirada de las tropas francesas de Malí, aunque no sea inmediata y vaya acompañada de un redespliegue en otros países del Sahel, es una derrota tan grande para Macron como lo fue Afganistán para Biden.
Frente a estos imperialismos históricos en dificultades, el imperialismo chino ha empezado a enseñar los dientes con Taiwán. Los proyectos de desarrollo de las “Nuevas Rutas de la Seda” muestran el deseo de este imperialismo de expandirse por el continente asiático.
En este contexto, Rusia, como potencia imperialista, intenta desempeñar su papel. En un momento en que los imperialismos occidentales se enfrentan a contradicciones, desempeña un cierto papel de gendarme contrarrevolucionario: intervención en Siria, despliegue de milicias wagnerianas en el continente africano, financiación de la extrema derecha en Europa y Estados Unidos… Pero, frente al gigante chino y los imperialismos occidentales, Rusia sigue siendo una potencia imperialista de segunda categoría. Aparte de las exportaciones de petróleo y la economía armamentística, la economía rusa, esencialmente mafiosa y dominada por los capitalistas de la burocracia estalinista, sigue siendo muy débil. Además, Vladimir Putin lleva dos años enfrentándose a fuertes protestas sociales y políticas. En febrero de 2021, tras el envenenamiento del opositor nacionalista liberal Alexei Navalny, decenas de miles de rusos se manifestaron. Pero es sobre todo en sus países fronterizos donde el régimen ha sido más cuestionado. A finales de 2020, fue el régimen de Lukashenko el que se enfrentó a las huelgas y manifestaciones de los trabajadores. Para reprimir esta protesta, Lukashenko tuvo que recurrir a Moscú. En enero de 2022, estallaron en Kazajistán huelgas muy fuertes de carácter insurreccional. Para reprimirlos, Rusia recurrió por primera vez a las fuerzas militares de la “Organización del Tratado de Seguridad Colectiva”, una alianza militar de Rusia y los países de Asia Central. En aquel momento, todos los dirigentes burgueses occidentales, que hoy se proclaman los mayores defensores de la democracia y de los derechos de los pueblos, no dijeron absolutamente nada.
10°/ Tampoco hay que olvidar la dinámica de las potencias regionales en este contexto. Así, la Turquía de Erdogan, que en los últimos años había realizado un acercamiento a Rusia, especialmente con su cooperación en el conflicto sirio, denunció lo que calificó de pasividad de la OTAN ante la invasión rusa, y cerró el estrecho del Bósforo a los barcos rusos. En cambio, Irán, que también lucha junto a Rusia y Turquía en el conflicto sirio, se ha puesto del lado de Moscú. En el marco de su rivalidad con Turquía, Grecia también trata de ganar ventaja y aparecer como el socio más devoto del imperialismo estadounidense en la región, poniendo a disposición aeropuertos clave para posibles incursiones de la OTAN y enviando armas al ejército ucraniano.
En este juego del imperialismo global y las potencias regionales, los bandos supuestamente opuestos pueden encontrarse efímeramente en el mismo bando cuando se trata de preservar sus intereses financieros y económicos. Por ejemplo, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó el 28 de febrero, con el apoyo de Rusia, una resolución que amplía el embargo de armas a Yemen a todos los rebeldes Houthi. Esta resolución es un cheque en blanco para la coalición liderada por Yemen y Arabia Saudí, a la que países como España y Francia están entregando armas.
Esta votación es una nueva demostración de que las potencias imperialistas occidentales y rusas, junto con las potencias regionales, forman un arco fundamentalmente contrarrevolucionario.
10°/ Todos estos acontecimientos demuestran la actualidad de la teoría de la revolución permanente. En la era imperialista, las tareas democrático-burguesas son inseparables de la revolución socialista. “Para los países con desarrollo burgués atrasado y, en particular, para los países coloniales y semicoloniales, la teoría de la revolución permanente significa que la solución verdadera y completa de sus tareas de liberación democrática y nacional sólo puede ser la dictadura del proletariado, que se pone a la cabeza de la nación oprimida, sobre todo de sus masas campesinas.”
Más que nunca, es válido lo que Trotsky escribió en abril de 1939: “Se necesita una consigna clara y precisa, que corresponda a la nueva situación. En mi opinión, por el momento sólo existe una consigna: ¡por una Ucrania soviética, obrera y campesina, unida, libre e independiente! Este programa es, en primer lugar, irreconciliable con los intereses de las tres potencias imperialistas, Polonia, Rumanía y Hungría. Sólo los tontos pacifistas indecentes creen que la emancipación y la unificación de Ucrania pueden lograrse por medios diplomáticos pacíficos, referendos, decisiones de la Sociedad de Naciones, etc. Naturalmente, no son mejores que los tontos pacifistas. Por supuesto, no son mejores unos que otros, todos esos “nacionalistas” que proponen resolver la cuestión ucraniana utilizando un imperialismo contra el otro. Hitler dio una lección impagable a estos aventureros al entregar (¿por cuánto tiempo?) la Ucrania subcarpática a los húngaros, que rápidamente masacraron a muchos de estos ucranianos confiados”.
“En la medida en que el resultado depende de la fuerza militar de los Estados imperialistas, la victoria de cualquiera de los dos bloques sólo puede significar un mayor desmembramiento y un sometimiento aún más brutal del pueblo ucraniano. El programa de la independencia de Ucrania en la época del imperialismo está directa e indisolublemente ligado al programa de la revolución proletaria. Sería criminal hacerse ilusiones en este asunto. (…) Después de todas estas experiencias, sólo quedan cadáveres políticos para seguir poniendo sus esperanzas en una de las fracciones de la burguesía ucraniana como líder de la lucha nacional por la emancipación. Sólo el proletariado ucraniano es capaz no sólo de resolver esta tarea -que es revolucionaria en su propia esencia- sino también de tomar la iniciativa para resolverla. El proletariado y sólo el proletariado puede reunir en torno a sí a las masas campesinas y a la intelectualidad nacional auténticamente revolucionaria. (…)”
“La guerra que se avecina creará una atmósfera favorable para todo tipo de aventureros, obradores de milagros y buscadores del vellocino de oro. A estos señores, que son especialmente aficionados a calentarse las manos en cuestiones nacionales, no se les debe permitir estar al alcance de las armas del movimiento obrero. ¡Ni el más mínimo compromiso con el imperialismo, sea fascista o democrático! ¡Ni la más mínima concesión a los nacionalistas ucranianos, ya sean reaccionarios-clericales o pacifistas-liberales! No hay “frentes populares” ¡Independencia total del partido proletario como vanguardia de los trabajadores!”
11°/ Es en base a estos criterios de clase que los marxistas-revolucionarios deben apreciar la situación y las tareas que se derivan de ella. Es innegable que hoy se está desarrollando una resistencia popular en Ucrania contra la invasión rusa. Incluso en la ciudad de Berdiansk, predominantemente rusófona, los manifestantes gritan a los soldados rusos que “se vayan a casa”. Como marxistas-revolucionarios, debemos expresar nuestra más plena solidaridad con esta resistencia popular.
Sin embargo, esto no debe hacernos olvidar el carácter de clase del gobierno de Zelensky, ni el hecho de que a través de esta guerra se oponen dos bloques imperialistas. La política ultra agresiva de Putin ha empujado al gobierno ucraniano aún más a los brazos del imperialismo occidental. Hoy, sobrearmado por todos los países europeos y por Estados Unidos, el ejército ucraniano está aún más condenado a convertirse en un mero auxiliar de la OTAN.
Por eso es imposible que los marxistas-revolucionarios exijan la entrega de armas por parte de los Estados occidentales al Estado ucraniano, porque la entrega de armas a Ucrania no contribuirá a pacificar la región ni a fortalecer las posiciones de clase en Ucrania. Por el contrario, significa agravar la espiral de guerra en la región, por la que los civiles ucranianos pagarán con sus vidas, y las clases trabajadoras de Europa con políticas de inflación y austeridad, sólo para ayudar a fortalecer los intereses imperialistas de los EE.UU. y la OTAN. Se nos dice que sin las armas occidentales, el ejército ucraniano está condenado, mientras que una derrota de Putin sería un punto de apoyo para las luchas revolucionarias. Este argumento es más que cuestionable. Desde 2011, los Estados occidentales han vertido muchas armas en Libia y Siria: ¿ha ayudado esto de alguna manera al desarrollo de las luchas revolucionarias allí? Por el contrario, la injerencia imperialista sólo ha beneficiado a las franjas más reaccionarias. Libia es ahora un caos espantoso, uno de los campos de batalla del imperialismo ruso y occidental, y en Siria el régimen de Bashar El-Assad sigue en pie.
En cuanto a las sanciones económicas, debemos oponernos claramente a ellas porque recaerán en primer lugar sobre las clases trabajadoras de Rusia. Lejos de apartar a la población del régimen de Putin, mientras miles de rusos salen a la calle contra la guerra, estas sanciones serán un argumento más para que el régimen intente reunir a la población detrás de él.
12°/ La primera tarea de los marxistas-revolucionarios en el período que ve multiplicarse los enfrentamientos militares y el riesgo creciente de un conflicto generalizado, es la construcción de un movimiento internacional contra la guerra y por el derecho de los pueblos a la autodeterminación. Para ello, la multiplicación de las manifestaciones contra la guerra en Rusia, desafiando al régimen de Putin, es un punto de apoyo considerable. Porque es del corazón de Rusia de donde saldrán las fuerzas capaces de detener la ofensiva asesina de Putin.
En todas partes debemos tomar iniciativas para expresar el rechazo a la guerra imperialista, aprovechando la experiencia internacional del movimiento contra la guerra de Irak.
Las consignas que los comunistas revolucionarios deben defender en ese movimiento antibélico son las siguientes:
-No a la guerra imperialista en Ucrania: ¡retirada inmediata de las tropas rusas!
-¡Solidaridad con las manifestaciones contra la guerra en Rusia! Contra su represión, ¡exijamos la liberación de todos los manifestantes encarcelados!
-¡Contra la injerencia imperialista en Ucrania ¡Retirada de las tropas de la OTAN de Europa del Este y del mundo! ¡No a la escalada militar y económica!
-¡No a la unidad nacional detrás de nuestro propio imperialismo o burguesía!
-¡Ni un céntimo, ni un soldado, ni un arma para la guerra en Ucrania. ¡Contra todas las intervenciones de nuestros propios imperialismos!
-¡Apertura de las fronteras y acogida a todos los refugiados, sea cual sea su país de origen. ¡No a la clasificación racista entre migrantes “buenos” y “malos”!
Estas consignas deben combinarse con una denuncia intransigente del campismo tanto pro-Putin como pro-occidental. En Rusia, la primera tarea de los revolucionarios es luchar contra la invasión rusa de Ucrania. En los países imperialistas occidentales, el esfuerzo por bloquear cualquier intervención de la OTAN o de la UE debe ir acompañado de la denuncia de la invasión rusa de Ucrania y también de los crímenes cometidos por estos imperialismos en toda una serie de países, ya sea por el imperialismo europeo o por el estadounidense. Los revolucionarios de todos los países imperialistas tienen el deber de recordar a la gente que “el principal enemigo está en nuestro propio país”: por lo tanto, deben denunciar las acciones de su propio imperialismo, comenzando por la acumulación cada vez mayor de tropas en las fronteras rusas, y la entrega de toneladas de armas a Ucrania.
13°/ En cuanto a la cuestión del apoyo a la resistencia ucraniana, es esencial partir de la caracterización de clase de cada una de las partes implicadas. El estado ucraniano es un estado capitalista, el gobierno de Zelinsky y el ejército ucraniano están de hecho al servicio de la OTAN. En una situación en la que el movimiento obrero está terriblemente debilitado, dividido entre pro-occidentales y pro-rusos, pedir la entrega de armas al Estado ucraniano no es en absoluto una posición para fortalecer las fuerzas progresistas.
El papel de los marxistas-revolucionarios es bloquear cualquier posible intervención imperialista desde su “propio” país, ya sea directa o indirecta (incluyendo las entregas de armas decididas por muchos gobiernos como el Estado español, Alemania, Dinamarca, etc.) y tratar de construir la solidaridad con las fuerzas progresistas y de la clase obrera en Ucrania y Rusia. Así, la posición de la organización Sotsialnyi rukh, que reclama la “nacionalización de las empresas estratégicas, así como la incautación de los bienes de los multimillonarios para garantizar el acceso público a los medicamentos, el transporte, la vivienda y los alimentos”, es un primer paso para esbozar las demandas anticapitalistas que desafían la dirección de la resistencia al gobierno de Zelensky.
No estamos de acuerdo con la declaración del Buró de la IVª Internacional que defiende la entrega de armas a Ucrania y las sanciones contra Rusia. Para nosotros, se trata de una concesión bajo presión a la unidad nacional en Occidente.
14°/ El creciente número de guerras será el pretexto para nuevos planes antisociales, antiobreros y de seguridad. Así, en Francia, Emmanuel Macron ya ha anunciado un aumento del presupuesto militar, al tiempo que ha declarado que “muchos sectores económicos están sufriendo y van a sufrir, ya sea porque dependen de las importaciones de materias primas o porque exportan a estos países”. El coste de las necesidades básicas aumentará aún más. Estos planes de austeridad y ruptura social están destinados a provocar resistencia. En todos estos movimientos que van a estallar, la tarea de los marxistas-revolucionarios debe ser mantener una independencia total de su burguesía rechazando la unión nacional y hacer el vínculo entre la cuestión social y la cuestión de la guerra, para desarrollar una posición internacionalista de lucha contra la guerra y así poder volver a poner en el centro la necesidad de la revolución para un mundo libre de los imperialistas y de sus guerras.
Declaración de la Tendencia por una Internacional Revolucionaria (TIR), tendencia pública de la IV (ex-SU)