Como era de prever, el tercer episodio del movimiento de los “chalecos amarillos” del pasado 1 de diciembre volvió a reunir a mucha gente. La violencia de los enfrentamientos en los Campos Elíseos y en los alrededores, el saqueo de la delegación del gobierno de Puy-en-Velay demuestra la rabia y el hartazgo que existe en la población. En Moselle, son los asalariados de Neuhauser, aliados de los chalecos amarillos, los que se enfrentaron durante varias horas a los antidisturbios (CRS).
La rabia social en su apogeo
El movimiento de los “chalecos amarillos” es sólo una de las muestras de la rabia social que existe en el país. Sólo hay que ver la regularidad y el número elevado de huelgas, en sectores, como el comercio, correos, los hospitales o también en la educación. En una situación en la que la combatividad se expresa y a veces incluso de manera ultradeterminada como en el caso de los y las carteras del 92 que llevan ya más de 8 meses en huelga, o también como en el caso de l@s asalariad@s del hotel Hyatt Paris que luchan en contra de la precariedad y por la mejora de sus condiciones de trabajo.
Pero por el momento, la reacción de las direcciones sindicales está lejos de dar respuestas a esta rabia: solo la CGT (equivalente a CCOO en el Estado Español) ha llamado a una enésima jornada de acción, el 14 de diciembre, una fecha muy tardía en comparación con la rabia que está estallando.
La solución no vendrá de las elecciones, es el momento de la huelga general
Al mismo tiempo, asustados, los políticos de todo horizonte intenta maniobrar. Mélenchon hace un llamamiento a la oposición a unificarse para proponer una moción de censura… Marine Le Pen, por su lado, hace un llamamiento a la disolución del parlamento… Como si, después de todos esos años, no hubiésemos entendido que no hay nada que esperar de las instituciones burguesas. La única solución vendrá de la movilización.
Y es que es ahora y de seguida que tendríamos que ponernos en huelga. Desde el viernes, centenares de institutos están bloqueados por l@s estudiantes que reclaman la retirada de las reformas Blanquer y Parcoursup. Tienen razón, ya que es así, poniéndonos en huelga y bloqueando nuestros centros de estudio y de trabajo, como podremos hacer retroceder al gobierno y a la patronal.
La huelga no es por cierto simplemente la paralización de la economía: da la posibilidad a los y las trabajadoras de controlar por ell@s mism@s su movilización. Y es esa movilización, independiente, de la clase de los y las trabajadoras, la que permitiría clarificar las reivindicaciones y echar a los elementos de extrema derecha que intentan surfear sobre la rabia social. Entonces, en todos los lugares dónde intervenimos, pongamos sobre la mesa ese debate, tomemos iniciativas que permitan concretar todo esto.
El martes 4 de diciembre, 350 personas se reunieron en París con esa idea, poner en el orden del día la cuestión de la huelga general y debatir sobre las acciones y bloqueos de la economía. Esto es lo que hay que generalizar.