Por más que el asedio mediático al que estamos siendo sometidos repita insistente que la guerra en Ucrania es fruto de las ansias expansionistas del demente y malvado Putin, ni la psicología ni la moral de ningún líder político están detrás del sufrimiento del pueblo ucraniano.

Que Vladimir Putin (sí, se llama como Lenin, pero debe ser lo único que tenga en común con el padre teórico y práctico del derecho de autodeterminación de los pueblos) sea un criminal, es incuestionable, pero no desde hace unas semanas, sino desde hace varios lustros y, como tal, lo han padecido, además del propio pueblo ruso, el checheno, el kazajo o el kurdo entre otros muchos. Sin embargo, hasta hace tan solo unas semanas era tratado como un líder ejemplar por la mayoría de los medios de comunicación más conservadores e incluso hoy sigue recibiendo ese trato de favor por parte de la derecha más trumpista y por qué no decirlo, de los sectores más rojipardos de la peor tradición estalinista.

En definitiva, las élites ucranianas, rusas, estadounidenses o europeas, todas con mayor o menor responsabilidad sobre la desgracia delpueblo ucraniano, no actúan guiadas por sentimientos de odio, amor o locura sino por estrictos intereses políticos y económicos. Entraríamos por tanto en el terreno de lo que suele denominarse como “geopolítica”, de la mano de la cual podemos acercarnos un poco más a las sin-razones de la guerra que se está librando en Ucrania, pero también a las otras tantas guerras activas en todo el mundo, que no gozan del foco mediático de la antedicha.

Si toda esta evidencia es mencionada se debe a que los aparatos ideológicos occidentales están poniendo tanto esfuerzo en exacerbar el militarismo entre las masas que, a base de tomarnos por idiotas, nos están idiotizando (sí, aún más) a un ritmo alarmante y son poquísimos los espacios de debate en los que se analiza el conflicto en base a intereses contrapuestos, desde un punto de vista más o menos serio.

Si pensamos en el conflicto desde la geopolítica nos acecharán más dudas que certezas:

¿Por qué las élites de la UE, lejos de evitar una guerra que ataca frontalmente sus intereses, no hacen más que echar leña al fuego, concretamente en estos momentos a través del envió de armas a Ucrania? ¿A caso es tal la decadencia de la hegemonía estadounidense, que dentro de sus élites se ha creado un cisma entre quienes apuestan, como estrategia para postergar su abdicación como única superpotencia global por asegurar su dominio sobre la UE a riesgo de echar a Rusia a los brazos de China (sector “otanista” representado principal, pero no exclusivamente por el Partido Demócrata) y quienes en cambio al grito de “American first” prefieren acercar posiciones con la Rusia de Putin con la intención de aislar a China, a costa de perder cierto control sobre la UE (sector que ha dirigido la política internacional norteamericana durante el mandato del Trump)?

¿Hasta cuándo y dónde serán capaces de prolongar y acrecentar la barbarie de esta guerra, la OTAN y Putin, antes de sentarse a negociar el futuro de Ucrania?

No es sencillo, en cualquier caso, desenmarañar el enjambre de intereses de los diferentes actores que compiten por imponer su dominio sobre el cada día más estrecho mercado mundial. He aquí, precisamente donde la geopolítica como enfoque encuentra sus límites. Si se pretende seguir escarbando para encontrar las verdaderas raíces de este y de otros tantos conflictos armados necesitamos primero enmarcarlo en un concreto contexto histórico de nuestros días y, si pretendemos hacerlo desde un enfoque materialista y no idealista de la realidad, nada mejor que apoyarnos en la mejor tradición del pensamiento marxista, sencillamente porque, a diferencia de las escuelas liberales que necesitan ocultar la realidad para conservar los intereses de las élites capitalistas que las dirigen, el marxismo es libre en su búsqueda de la verdad, porque nada tienen que perder las y los desheredados de la tierra a quienes sirve.

Prueba de ello es que, no solo los peores crímenes cometidos, sino que las deformaciones teóricas más aberrantes que han utilizado y manchado vilmente el nombre comunismo han sido perpetrados cuando el movimiento comunista y el pensamiento marxista han sido dirigidos por burócratas y oportunistas mientras defendían sus propios intereses en nombre de los intereses de la humanidad.

Como no es objeto de este artículo, ni es capaz quien lo escribe, de exponer el contexto histórico actual, nos remitiremos a las palabras de Vladimir (ahora sí) Lenin, quien hace algo más de un siglo tuvo el detalle de describirlo en su obra “El Imperialismo, fase superior del capitalismo”. En esta obra, Lenin, partiendo del estudio de “El Capital” de Karl Marx, expone las 5 principales características de la fase imperialista en la que aún nos encontramos inmersos, a saber: la fusión del capital industrial y bancario constituyendo el capital financiero; predominio de la exportación de capital por encima de la exportación de mercancías; conformación de grandes grupos oligopólicos y monopólicos internacionales y del reparto del mercado por estos grupos, lo cual está vinculado al reparto de los territorios y sus recursos por parte de las grandes potencias (grandes ejércitos) y que en definitiva este proceso deriva en la constitución de una única economía mundial.

Lenin, tal y como deja ver en el título de esta obra, señala al imperialismo como la última y decadente fase en la que es incapaz sostener el desarrollo de las fuerzas productivas, tal y como venía haciendo y el incremento de sus contradicciones exige de una forma más permanente que recurrente la destrucción de las fuerzas productivas para seguir en su huida hacia delante. Él mismo resumió esta etapa con las siguientes palabras: “Crisis, guerras, revoluciones”. (Ahora es cuando aparece ese rótulo que reza: “cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia”).

Con estas herramientas teóricas podríamos concluir que nos encontramos ante una guerra inter-imperialista, igual que lo fue la I Guerra Mundial (aunque en clase te contasen que todo fue fruto del asesinato del Archiduque austro-húngaro Francisco Fernando) a pesar de que la Unión Europea al servicio de la OTAN compare a Putin con Hitler para justificar el incremento de los gastos militares o que el aparato mediático más progresista del Estado español se empeñan en evocar, la Guerra Civil española para legitimar el envío de armas a Ucrania y el aumento del presupuesto militar por parte de nuestro gobierno.

Pero tal y como sostuvo Marx, no se trata de interpretar el mundo, sino de transformarlo. Por tanto, la tarea de las mayorías sociales trabajadoras de Europa consiste en saber interpretar y, por tanto, oponerse a esta guerra enfrentando los intereses de sus respectivas burguesías, tal y como únicamente lo hiciesen los partidos socialdemócrata ruso (de Lenin y Trotsky) y serbio, además de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht frente a la aplastante mayoría de la socialdemocracia alemana.

Pero, además esa oposición a la guerra debe ser activa y no contemplativa y debe aspirar a internacionalizarse. Construyamos por tanto una oleada internacional de movilizaciones contra la guerra, como hicimos en 2003 ante la Guerra de Irak; exijamos a nuestro gobierno el cese del envío de armas que solo busca desgastar al gobierno de Putin a costa de la agonía del pueblo ucraniano; denunciemos a Putin y a la OTAN por enfrentar a los pueblos hermanos de Rusia y Ucrania y tejamos una red de solidaridad internacionalista entre los pueblos del mundo para que las mayorías trabajadoras se levanten contra sus explotadores.

Ayer, hoy y siempre ¡ni guerra entre pueblos, ni paz entre clases!