Desde el anuncio por parte del primer ministro francés, Édouard Philippe, el 14 de marzo sobre el cierre de negocios no esenciales y el confinamiento actual de parte de la población partir del 17 de marzo, la actividad de muchas empresas, cuya producción no es necesaria durante este período, expone a much@s trabajador@s innecesariamente al virus y es aún más floreciente que nunca en el caso de Amazon.
En la famosa empresa estadounidense dirigida por Jeff Bezos, también su principal accionista, que cuenta con más de 11.000 emplead@s, permanentes y temporales, y 6 almacenes en toda Francia, una bomba social y de sanitaria explotado desde hace más de un mes: cada vez más son l@s trabajador@s que no sólo se ven afectad@s por el Covid-19, sino que se enferman o incluso algun@ de ell@s está en cuidados intensivos. Ante esta situación en la que sus vidas se ponen en peligro por la carrera de beneficios, cientos de trabajador@s se han puesto en huelga o han afirmado su derecho de abandonar el puesto de trabajo … ¡y la dirección se niega a pagarles!
Los sindicatos CFDT, CGT y Solidaires también denuncian las acciones de la compañía y las presiones llevadas a cabo por la dirección para obligar a su personal a trabajar a toda costa. Incluso el gobierno ha tenido que dar un golpe en la mesa al lanzar una operación coordinada de la inspección del trabajo que ha dado lugar a varias órdenes de requirimiento. En su defensa, Amazon invoca las medidas de seguridad, tomadas bajo coacción, que irían más lejos de las recomendadas por las autoridades, pero que son la colocación de carteles:
- Implementar la medida del distanciamiento social a 2 metros en lugar de uno solo. La naturaleza de las tareas llevadas a cabo obliga a romper regularmente esta distancia a riesgo incluso de una sanción.
- La toma de temperatura en los accesos de entrada de los almacenes. Una persona infectada puede no tener fiebre y así se crea un nuevo punto de contacto, añadido a los existentes en los autobuses, en las entradas y en las instalaciones.
- La puesta a disposición de mascarillas, que siguen siendo opcionales y limitadas en número.
La dirección también miente sobre el hecho de que solo las mercancías esenciales como la alimentación, la higiene y el mantenimiento saldrían de los almacenes, sino que el personal sigue ocupándose de artículos tan necesarias como accesorios de videojuegos, esmaltes de uñas, alcohol o juguetes sexuales. Es por eso que el sindicato Solidaires, siguiendo el modelo de lo que ha hecho con éxito Correos, ha emprendido acciones legales para ordenar su cierre: el juez finalmente decidió la semana pasada que debería ser limitada, y bajo pena de un millón de euros por día de retraso, la actividad con mercancías esenciales en el período pendiente de evaluación de riesgos.
A nivel internacional, la compañía sigue la misma política cínica de poner en peligro a sus trabajador@s personal: en Italia, por ejemplo, los almacenes no están incluidos en la lista de actividades prohibidas por el gobierno, en Polonia, donde la realidad de la epidemia es ciertamente menor, la dirección reprocha a l@s emplead@s que el hecho de ir a lavarse las manos con más frecuencia hace que disminuya la productividad y, en EEUU un trabajador activista fue despedido por haber llamado al personal a la huelga.
El análisis de Marx de la codicia del capital es aún más ardiente: “Cuando el beneficio es adecuado, el capital se vuelve audaz. Garantízale un 10% y podrá dar trabajo en todas partes; al 20% se anima, al 50% se vuelve completamente imprudente; al 100% pisoteará todas las leyes humanas; al 300% no hay crimen que no se atreva a cometer, incluso si se enfrenta a la horca”.
Frente a esta crisis y a las respuestas proporcionadas por las clases dominantes, l@s trabajador@s, más allá de l@s de Amazon, toman conciencia de su fuerza y del hecho de que tienen voz, no solo para defender su piel sino también para dirigir la producción. Es este estado de ánimo el que debe fomentarse en nuestros lugares de residencia, de trabajo y de estudios