Estas últimas semanas son muchos los artículos y contribuciones que están poniendo el foco sobre el debate del “nuevo andalucismo”.La más que probable ruptura de Adelante Andalucía tal y como se conoce hoy (Podemos, IU, Anticapitalistas, Izquierda Andalucista y Primavera Andaluza) y su eco mediático está propiciando en la militancia de dichas organizaciones un debate sobre la necesidad o no de construir una organización de obediencia andaluza, es decir una organización con autonomía propia con respecto a las organizaciones de alcance estatal que componen Adelante Andalucía.
Dos posiciones en disputa. Por un lado, Podemos e IU que quieren que Adelante Andalucía siga respondiendo a Unidas Podemos a nivel estatal y por otro, Anticapitalistas, Izquierda Andalucista y Primavera Andaluza que quieren que Adelante Andalucía se convierta en una organización de obediencia andaluza y que mantenga relaciones con Unidas Podemos al igual que lo han hecho las confluencias catalanas o gallegas. ¿Pero existen más diferencias? Todos estos debates están irradiando a los sectores soberanistas andaluces que ven en Adelante Andalucía una oportunidad por reeditar la construcción de un Bloque Andaluz de Izquierdas.
¿Quién es responsable de la situación que sufre el pueblo trabajador de Andalucía?
La situación actual de Andalucía responde a unas políticas concretas que han llevado al pueblo trabajador andaluz al subdesarrollo económico, al paro y a la precariedad dejando las riquezas en manos de unos pocos. Esa política ha sido llevada a cabo históricamente tanto por la burguesía española como por la andaluza. Que no exista una burguesía andaluza con intereses diferenciados de la burguesía española no significa que ésta no exista y menos aún que ésta no explote a los y las trabajadoras andaluzas.
La situación de la tierra en Andalucía y la acaparación de ésta en un puñado de grandes propietarios latifundistas muestra a las claras que ha existido y existe una burguesía andaluza que ha sometido históricamente a la más absoluta miseria a centenares de miles de campesinos invirtiendo su excedente agrario en los centros industriales fuera de Andalucía. Los planes de la burguesía española y andaluza fueron en todo momento la expoliación económica del pueblo andaluz y la transformación de dicho territorio en un centro de exportación de capital y de mano de obra barata.
Con los años, Andalucía se ha reforzado en ser un territorio sin industria real y dónde se desarrolla sobre todo el sector servicios con el turismo como punta de lanza. Por tanto la situación actual de Andalucía está íntimamente relacionada con los intereses materiales históricos de esa minoría capitalista andaluza y española. Luchar por la soberanía del pueblo trabajador de Andalucía es indisociable de la lucha por la expropiación de las riquezas de esa minoría y por qué clase debe controlar los recursos económicos de Andalucía.
En Andalucía existen muchas riquezas acaparadas por la burguesía andaluza en colaboración con la española. Solo las 10 mayores fortunas de Andalucía, según la revista Forbes, acumulan un patrimonio cercano a los 5 000 millones de euros. Las viejas sagas de terratenientes como Mora Figueroa, Beca, Larios, Carranza conviven con ricos de nuevo cuño como Cosentino, Gómez (Mercadona) o Domínguez de Gor (Mayoral). No es posible hablar de soberanía sin cuestionar esa apropiación de las riquezas. Una mayor soberanía para Andalucía en abstracto no llevará a cabo un mejor reparto de la riqueza de la misma forma que no asegurará viviendas dignas, la retirada de las bases imperialistas, servicios públicos de calidad, aumentos de salarios, empleos o un reparto de la tierra mediante una reforma agraria integral.
La cuestión central es quien detenta esa soberanía. Para ello, es necesario que l@s que producimos las riquezas expropiemos a los grandes latifundistas, a las viviendas vacías de las entidades financieras, a los sectores estratégicos de la economía, que no paguemos la deuda o que nos enfrentemos a los intereses de grandes empresarios. Y esto no es un programa de gestión que se pueda conseguir con mayor presencia en Madrid sino que sólo puede ser llevado a cabo mediante la movilización sostenida de los y las trabajadoras y de la juventud.
Un proyecto político anticapitalista y soberanista para Andalucía debería incluir en su discurso cuestiones básicas como el no pago de la deuda, la reforma agraria integral, el derecho de autodeterminación, la prohibición de los despidos o la expropiación de las viviendas vacías en manos de los bancos. Elementos ausentes del programa de Adelante Andalucía.
¿Qué delimitación política y que relación con las instituciones?
Desgraciadamente, los debates actuales sobre el “nuevo andalucismo” se centran poco en señalar a los responsables materiales de la situación que padece el pueblo trabajador de Andalucía y demasiado en generar una falsa ilusión sobre que es posible modificar el diagnóstico actual de paro, precariedad y pobreza, teniendo mayor autogobierno, gestionando mejor las instituciones andaluzas y teniendo representación andaluza en las Cortes Generales.
Esto último quedó patente en un acto público on line de hace unas semanas, en el que Pilar González, senadora por Adelante Andalucía y portavoz de Primavera Andaluza, delimitaba políticamente ese futuro proyecto de obediencia andaluza hablando en estos términos de los retos actuales del andalucismo: “hay uno (reto) y es fundamental. Es gobernar, es ser útil a los andaluces más allá de lo simbólico, es transformar el día a día, la realidad que viven las mujeres y los hombres de Andalucía y hacerlo desde el poder, desde el gobierno de Andalucía. Mostrar que es posible una manera diferente de hacer las cosas desde la izquierda”. En ese mismo debate, Pilar Távora, portavoz de Izquierda Andalucista, ahondaba en esa misma lógica insistiendo en que los objetivos centrales del andalucismo son que la izquierda andaluza se conciencie “que sólo con voz propia en Madrid podremos conseguir objetivos” y que “llegados a este punto el reto y los objetivos son conseguir existir en Madrid como andaluzas y como andaluces al igual que otras nacionalidades históricas del Estado”.
Este análisis vuelve a inducir a los mismos errores que en los inicios de Podemos, pero esta vez desde una organización andalucista. Se centra casi exclusivamente en la batalla electoral y en el cambio mediante la ocupación de las instituciones para al final acabar gestionando las desigualdades de este propio sistema de manera más amable. Fuera queda el debate de la necesidad, para cambiar nuestras vidas, de enfrentarse a los intereses de los capitalistas y por tanto de construir una herramienta política que ayude a ese fin y que partiendo de las luchas y movilizaciones de hoy proponga otro modelo de sociedad sin ningún tipo de opresión ni explotación.
En lugar de eso, se prefiere optar por la ambigüedad. Inclusive en lo que se refiere a la cuestión del cogobierno con el PSOE, línea original de demarcación de Teresa Rodríguez conPodemos e IU, tanto para Izquierda Andalucista como para Primavera Andaluza, esta cuestión parece ser secundaria. En efecto, en este mismo acto público Pilar Távora hablaba de la necesaria unidad de la izquierda en Andalucía refiriéndose a Podemos y a IU afirmando que “seguiremos caminando con toda aquella fuerza política de izquierda sea la que sea, y voy a subrayar sea la que sea, que tenga los mismos objetivos: el sujeto político andaluz” a la vez que insistía en que la única diferencia con dichas organizaciones es “la consecución de la voz andaluza en Madrid” y que más allá de eso no hay divergencias “o son muy pequeñas”.
No sabemos, por tanto, si tiene o no un desacuerdo con respecto a la entrada de Unidas Podemos en el gobierno central o sí ese podría ser su modelo para Andalucía con un PSOE remodelado sin Susana Díaz. La misma ambigüedad mantuvo también la portavoz de Primavera Andaluza en una entrevista de hace unos meses (20 de abril de 2020) realizada por lavozdelsur.es al ser preguntada por si estaba a favor de apoyar el gobierno de coalición entre PSOE y Unidas Podemos como Toni Valero o con quedarse fuera y presionar, como Teresa Rodríguez, a lo cual contestaba diciendo: “Creo que ambos tienen un punto de razón, pero tienen otro punto de incompatibilidad. Hay que contextualizar. Había que perseguir la posibilidad de un gobierno progresista, con todas las dificultades que tiene hacerlo por primera vez desde la II República. Los que queríamos que eso ocurriera tuvimos que votar dos veces. ¡No nos lo pusieron fácil! Es por eso que, aunque me siento en la absoluta periferia, respiré tranquila cuando se firmó el gobierno de coalición. Sin embargo, hay una parte de contradicciones en las que tiene razón Teresa. Unas contradicciones que se suman, como también dice Teresa, en dejarle todo el discurso alternativo a la extrema derecha”.
La pregunta entonces de ¿qué delimitación política y de qué relación con las instituciones para este “nuevo andalucismo”? recobra todo su sentido al tenor de lo dicho anteriormente. Y esta cuestión no es baladí. Al contrario, determina el propio proyecto en sí: o un proyecto político útil para la movilización y la reconstrucción de la conciencia nacional y de clase con el objetivo de cambiar nuestras vidas y de hacer real la soberanía de los y las trabajadoras de Andalucía enfrentándola a los intereses de los que detienen las riquezas, ya sean éstos andaluces o españoles, o un proyecto político que se limite en defender mayor autogobierno desde los marcos constitucionales actuales generando falsas ilusiones sobre que es posible cambiar nuestras vidas y nuestra relación con el Estado Español desde las instituciones. Como ya sucediera durante la Transición y con las movilizaciones de masas de finales de los años 70 por la autonomía en Andalucía, son 2 orientaciones distintas con implicaciones y tareas diferentes.
El 4D de 1977: Tierra, Trabajo y Libertad
Las movilizaciones de masas por la autonomía de finales de los años 70 con más de millón y medio de manifestantes el 4 de diciembre de 1977llevaban consigo la cuestión de la reforma agraria, de cómo desterrar el paro y de un Poder Andaluz ligado a la cuestión de una sociedad que estuviese al servicio de los intereses de los y las trabajadoras y no de las clases poseedoras hablando de dos Andalucías: una de los terratenientes y capitalistas (identificados con los 40 años de dictadura franquista) y otra de los y las trabajadoras, paradas y jóvenes. No fue casual que en 1980, el entonces presidente de la Junta de Andalucía por el PSOE, Rafeal Escuredo, se viera obligado a afirmar que el Sí al referéndum del 28F no significaría ningún cambio en la situación de la tierra y del modelo de sociedad: “se está jugando con el miedo y la mentira. Se ha dicho… que pretendemos colectivizar la región y que en Andalucía está en juego el modelo de sociedad que preconiza la Constitución”. Esas declaraciones muestran el potencial de aquellas movilizaciones.
Sin embargo, y al igual que ocurrió con la lucha contra la dictadura, lo que estaba en juego durante la Transición era qué orientación se le daba a las movilizaciones de masas de finales de los años 70. Una ruptura con el franquismo y con el sistema capitalista que lo generó o una reforma pactada con los verdugos del antiguo régimen. En la lucha por la autonomía de Andalucía, ocurrió lo mismo. La lucha por la soberanía del pueblo trabajador de Andalucía en ruptura con los intereses de los capitalistas andaluces y españoles o la lucha por el autogobierno limitándolo a una reivindicación permanente de recursos al Gobierno español siempre bajo los cauces de la Constitución española del 78, que por cierto organizaciones como el PSA (posteriormente PA) llamaron a votar con el Sí.
El desenlace es conocido por tod@s y tuvo que ver con la línea del consenso constitucional y de colaboración de clases promovido por las organizaciones reformistas y andalucistas, con la debilidad de la izquierda revolucionaria y soberanista y con los límites políticos de las propias movilizaciones de masas que no tenían claro cómo materializar los deseos de Poder Andaluz.
Ahora se puede volver a dar un debate similar pero con la debilidad de que no existen movilizaciones de masas por la cuestión nacional en Andalucía. Como mucho las manifestaciones anuales conmemorando el 4D cuyos organizadores abogan año tras año por un discurso cada vez más descafeinado al olvidarse voluntariamente de señalar a los responsables materiales de la situación que padece el pueblo trabajador de Andalucía. En este contexto social relacionado con la cuestión nacional en Andalucía y con esa delimitación política inicial, de la que hemos hablado anteriormente, es difícil imaginar una nueva organización de obediencia andaluza cuya brújula no sea la cuestión electoral, las instituciones y la batalla política en los cauces constitucionales.
El debate territorial y la lucha por el derecho de autodeterminación de los pueblos del Estado Español: un elemento central para ser creíble en el debate sobre la lucha por la soberanía del pueblo andaluz
La Constitución del 78 niega el derecho de autodeterminación de los pueblos a la vez que se fundamenta en su artículo 2 en “la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles”. Cuestionar su unidad tiene, además de consecuencias materiales directas entre burguesías, consecuencias directas en el modelo de Estado, es decir en la Monarquía.
Defender la soberanía de Andalucía pasa por defender el derecho de autodeterminación del pueblo andaluz a poder elegir su futuro y el modelo territorial en el que quiere relacionarse con los demás pueblos. El reconocimiento de ese derecho democrático negado en la Constitución española no será nunca fruto de una reforma constitucional sino de unas movilizaciones de masas sostenidas en el tiempo con la mayoría de la clase trabajadora implicada en dicha lucha tanto en la nación sin estado como en el resto del Estado mediante movilizaciones solidarias y con un discurso independiente al de las burguesías nacionales que ligue la cuestión nacional con la cuestión social .
Las movilizaciones de masas, del otoño de 2017, por el derecho a decidir en Catalunya mostraron la aspiración de una mayoría de catalanes y catalanas a poder elegir su futuro. La participación durante el referéndum del 1 de octubre, a pesar de estar prohibido, así lo demuestra. Las huelgas generales y las movilizaciones posteriores también. La respuesta y la represión por parte del Estado Español y de sus instituciones dejaron constancia que el Estado no estaba dispuesto a negociar ningún referéndum pactado y que al contrario sólo se podrá hacer efectivo el derecho de autodeterminación mediante la presión popular en la calle.
Pensar lo contrario, es decir pensar como lo hizo Podemos, su confluencia catalana o Teresa Rodríguez y Anticapitalistas de que es posible mediante una reforma constitucional (con el apoyo de los 2/3 de la Cortes Generales) hacer valer el derecho a decidir es totalmente ilusorio. Significaría en la práctica que como poco PSOE o PP se decantasen de pronto por el reconocimiento del derecho a decidir de los pueblos. Esa no es la vía. Podemos, su confluencia en Catalunya, Anticapitalistas y Teresa Rodríguez lo saben. Sin embargo su posicionamiento político respondió a una presión electoral.
Sabían que defender el derecho a decidir hasta sus últimas consecuencias, es decir hasta la posible declaración de independencia del pueblo catalán, significaba perder votos. Por eso, Anticapitalistas y Teresa Rodríguez se desmarcaron en todo momento de la vía del referéndum unilateral, de la DUI y de las legitimidad de las huelgas generales para poder imponer dicho derecho democrático.
Por eso Joan Giner, diputado catalán de Anticapitalistas se abstuvo el 6 de septiembre en la votación por la Ley de referéndum que hacía posible la celebración del referéndum del 1-O, por eso Teresa Rodríguez y Kichi se desmarcaron de un comunicado de Anticapitalistas que sólo nombraba la recién declarada República Catalana denunciando públicamente “las salidas unilaterales, las vías rápidas que no tienen en cuenta a la otra mitad de la sociedad, sean las de unos o las de otros” y condenando“con fuerza la represión y el 155 pero sin entender como una solución el ignorar al resto de la sociedad catalana que no se incluye entre los que fueron a votar sí el 1 de octubre” y por eso Anticapitalistas no llamó a la huelga general del 8 de noviembre convocada por sindicatos independentistas al igual que hizo Podemos o En Comú Podem para acabar incluso reconociendo en un tweet que “ni reconocían, ni dejaban de reconocer la República Catalana”.
Marx y Engels decían que no es posible que una clase obrera nacional se emancipe si oprime a otra clase obrera hablando de la clase obrera inglesa con respecto a la irlandesa. Pues habrá que insistir en que parece también muy difícil poder aspirar a luchar por la soberanía nacional de los y las trabajadoras andaluz sin ser capaz de defender en el seno de dich@s trabajador@s la solidaridad efectiva con las aspiraciones democrática de la mayoría de la clase trabajadora catalana.
Algunos compañer@s de la izquierda soberanista andaluza combativa hablan de una tercera ola del andalucismo. Lo importante no es negarlo o reconocerlo. Lo importante es medir las dificultades existentes a las que nos vamos a enfrentar aquell@s que defendemos el derecho de autodeterminación del pueblo andaluz, la soberanía de los y las trabajadoras de Andalucía mediante la expropiación de los ricos y una sociedad en las que nuestra clase controle sus recursos y decida sobre todo. Esas dificultades tienen que ver con el nivel de conciencia de nuestra clase que aunque se sienta vejado cuando se rediculiza el habla andalú, se reconoce en una cultura andaluza o se ve agraviada con respecto a la organización económica del Estado Español, no es menos cierto que responsabiliza más a los vascos o a los catalanes que al Estado Español de su condición, que cuelga la bandera española en sus balcones y que despide a la guardia civil al dirigirse a Catalunya para reprimir las movilizaciones independentistas a golpe de “A por ellos, oé”.
¿Qué tareas para la izquierda revolucionaria en Andalucía?
La lucha por la emancipación social de los y las trabajadoras en Andalucía está ligada a la lucha contra un modelo territorial que ha condenado al pueblo trabajador andaluz al subdesarrollo económico y beneficiado a una burguesía andaluza y española que siguen compartiendo unos intereses de clase comunes. Acabar con la explotación de nuestra clase en Andalucía implica la ruptura con este modelo territorial, la expropiación de los capitalistas y el control de los recursos económicos por parte de la clase trabajadora.
Sin embargo, no hay atajos posibles. Los cauces constitucionales y el juego institucional no permitirán revertir esa situación. El caso de Podemos es una muestra más para quién aún tuviese dudas. Para aquellos que pensamos que el problema es estructural e inherente al sistema capitalista, tenemos que depositar todo nuestro esfuerzo en construir herramientas cuya brújula política no sea la de acabar gestionando las instituciones de clase sino acabar con la lógica de la búsqueda del máximo beneficio por parte de una minoría privilegiada. No es posible repartir las riquezas sin enfrentarse a los intereses de los que las acaparan.
Para acabar por tanto con esa lógica necesitamos herramientas que asuman esa política y que, partiendo de las luchas de hoy en los centros de trabajo, de estudio o en los barrios, sirvan para poner en tela de juicio el poder injusto de los capitalistas. Las crisis económicas y la crisis sanitaria dejan claro que este sistema es asesino y que por lo tanto no hay otra vía que la de proponer otro modelo de sociedad dónde las decisiones que se tomen tengan que ver con los intereses colectivos de la mayoría y dónde se respeten escrupulosamente los derechos democráticos de los pueblos.
La reconstrucción de la conciencia política de nuestra clase se hará mediante las futuras luchas. La tarea central de las corrientes anticapitalistas y revolucionarias vengan de la tradición que vengan y sean o no independentistas debe ser la de reforzar esas movilizaciones y reagrupar a todos los sectores políticos, sociales y sindicales que tienen claro que no hay que sembrar ilusiones en que nuestras vidas se cambian mediante las instituciones, que para imponer un programa de urgencia social que responda a nuestra necesidades es necesario enfrentarse a los intereses de los capitalistas y hacerlo mediante la movilización sostenida de los/as trabajadoras y la juventud y eso gobierne quien gobierne.
Construir un proyecto que no tenga esos elementos de delimitación política claros no permitirá cambiar nuestras vidas ni arrancar victorias en la lucha de clases y sin embargo volverá a centrar el debate en la cuestión electoral-institucional atrayendo a muchos activistas, militantes y sectores sindicales combativos para acabar desilusionándolos de la política tal y como ya ocurriera con Podemos. El desarrollo de la izquierda anticapitalista, revolucionaria y soberanista en Andalucía pasa por una acción y una línea diferente a la que pueda encarnar un “Podemos andalucista 2.0”. El balance de lo ocurrido a la CUT, una de las expresiones políticas más combativas del soberanismo andaluz, al integrar IU, muestra el camino que no hay que emprender.
El problema no fue sólo si IU-CA era o no una organización dependiente de Madrid sino sobre todo la política llevada a cabo por la dirección de dicha organización. Ser una organización de obediencia nacional no vacuna por sí sólo de llevar a cabo una política de gestión del sistema. Ejemplos como el de Bildu aludiendo al cumplimiento de las leyes de estabilidad presupuestarias para acabar recortando al frente de la diputación de Guipuzkoa en 2012, o como el del BNG gobernando junto al PSOE en Galicia de 2005 a 2009 demuestra que el elemento central no es ese. Necesitamos visibilizar una perspectiva y una estrategia que pongan en el centro de la actividad los intereses de l@s trabajador@s y la juventud así como sus métodos de lucha: la movilización de masas y las huelgas. Para ello, la coordinación y colaboración de todas las organizaciones revolucionarias andaluzas en un Frente social para la intervención común en la lucha de clases sigue siendo la tarea en la que ahondar.