La crisis sanitaria provocada por el Covid-19 se ha convertido en una crisis del sistema capitalista en su globalidad
De los 300.000 muert@s en el mundo cuando escribimos este articulo, más de 100.000 se concentran en países europeos y más de 50.000 en EEUU. Francia, Italia y el estado español suman por sí solos más de 75.000 muert@s. Los sistemas hospitalarios de los países europeos, que se jactaban de ser los más eficientes del mundo, colapsaron en unos pocos días frente a la embestida de este virus.
Esta crisis sanitaria es una condena inapelable de décadas de políticas de austeridad que han debilitado los hospitales, suprimido miles de camas y liquidado los materiales sanitarios. Pero en términos generales es una condena del sistema capitalista. En todos sitios, en todos los países, es la preservación del beneficio de los capitalistas lo que se ha puesto en primer lugar, antes del despliegue de medidas reales para frenar la epidemia.
China, ante todo, mantener la producción industrial
China es el foco donde aparecieron los primeros casos de Covid-19, en la provincia de Hubei, una región industrial que ha estado en el corazón del auge del capitalismo chino en los últimos años. Los primeros casos del virus se constataron a finales de diciembre. El 31 de diciembre las autoridades tomaron la decisión de cerrar el mercado de pescado de la ciudad de Wuhan. Pero no fue hasta el 22 de enero cuando se puso en cuarentena a las 3 grandes ciudades de Wuhan, Huangang y Ezhou (20 millones de habitantes).
Mientras tanto 7 millones de habitantes, de l@s cuales miles eran ya portadores del virus, se desplazaron a muchas provincias de China, much@s trabajador@s de manera estacional. Los estudios muestran que si China hubiera reaccionado sólo una semana antes, podría haber impedido el 66% de los casos en su territorio, 2 semanas antes el 86% de los casos y 3 semanas antes, más del 95%. Las medidas de protección de la población se retrasaron sólo por una razón: la voluntad de preservar al máximo la producción para no afectar a la tasa de beneficio de los capitalistas.
Así, el 5 de febrero el jefe de Apple, Tim Cook, explicaba todavía que el coronavirus no iba a entrañar una ralentización de la producción de iPhones en China. Por otro lado, Renault esperó igualmente hasta finales del mes de enero para cerrar su fábrica de Wuhan, y la reabrió el 30 de marzo.
Actualmente hoy, incluso cuando el número de científicos que se cuestionan la realidad del fin de la crisis sanitaria en China, la mayoría de las fábricas están reabriendo, al igual que los comercios. Xin Guobing, viceministro de Industria de China, declaró “Gracias a los esfuerzos conjuntos de todos, la recuperación de la producción en la industria automovilística china está progresando de manera ordenada, lo que ha jugado un papel importante en la estabilización de la cadena de suministro global”.
En Italia y el Estado español, la ligereza criminal de los gobiernos
En cada uno de estos dos países, las medidas de confinamiento para tratar de contener la epidemia llegaron muy tarde. En el e.español, todos los centros de enseñanza se cerraron. Los días siguientes, algunos centros comerciales como restaurantes, bares, etc. fueron cerrados también y quedó limitada la movilidad de las personas. Pero las empresas, especialmente la industria, se mantuvieron abiertas. Decenas de miles de trabajador@s de sectores no esenciales como el automóvil, la aeronáutica, el textil o la metalurgia tuvieron que continuar trabajando.
El lunes 16 de marzo fueron l@s trabajador@s de la fábrica de Mercedes en Vitoria quienes pararon la cadena de producción para exigir el cierre de la fábrica. El 27 de marzo l@s trabajador@s de la fábrica de Sidenor en el Euskadi detuvieron la producción y se manifestaron para exigir el cierre de la fábrica. En Airbus, la CGT llamó a una huelga indefinida a partir del 30 de marzo. Lejos de responder a las reivindicaciones de l@s trabajador@s, el gobierno envió a la policía para reprimir las protestas.
No fue hasta ese 30 de marzo cuando el gobierno Sánchez-Iglesias pidió detener la producción en los sectores “no esenciales”, bajo la presión de la multiplicación de las protestas. Pero al mismo tiempo, un decreto gubernamental otorgó prerrogativas extraordinarias a la policía y dio al ejército poderes policiales. Los derechos de las comunidades autónomas quedaron suspendidos. Otro decreto suspendió la protección de l@s trabajador@s para permitir despidos colectivos temporales más rápido: las empresas que cerraron durante el periodo de confinamiento han llevado a cabo miles de despidos.
Más de 900.000 personas han perdido su empleo, de los cuales 550.000 temporales. 1,6 millones de trabajador@s a tiempo parcial reciben solo el 70% de sus ingresos, que queda totalmente a cargo del estado. Los demás deberán devolver las horas no laborables a su empleadores. Algunas empresas, al mismo tiempo, han obligado a sus trabajador@s a seguir acudiendo a su puesto de trabajo.
En Italia, foco de la epidemia en Europa, hubo que esperar al 21 de mazo para que el gobierno anunciara detener toda actividad no indispensable. Sin embargo la patronal italiana representada por Confindustria puso el cuerpo y el alma para poder continuar la actividad en sus fábricas. Entre el 22 y 25 de marzo el gobierno Conte añadió a su decreto excepciones para “actividades funcionales para la continuidad de actividades esenciales y sectores de importancia estratégica para la economía”. Es así que la patronal italiana pudo mantener abiertas la mayor parte de sus fábricas, en la aeronáutica, el textil, la construcción, la metalugia, etc. El grupo Marcegaglia, en el sector del acero, siguió con sus laminadores funcionando hasta el 24 de marzo en Boltiere, en la provincia de Bérgamo, una de las más afectadas por el coronavirus.
Las huelgas se multiplicaron contra esta política criminal: en la industria naval (Fincantieri), en el automóvil (Ferrari en Módena) e incluso en la siderurgia (Arcelormittal en Génova). El 25 de marzo, el sindicato e base USB llamó a una huelga general a la que se unieron la metalurgia de FIOM-FIM-UILM de Lombardía y del Lacio. En al región de Brianza, el 70% de l@s trabajador@s de la metalurgia secundaron la huelga del 25 de marzo. En el comercio, las protestas se extendieron con la reivindicación de horarios de apertura reducidos y de cierre en festivos.
En Alemania, ¿una burguesía modelo?
En contraste con los miles de muertos que el coronavirus ha causado en Francia, Italia y el e.español, Alemania se ha presentado como un modelo por su gestión de la crisis sanitaria. Es cierto que el país comenzó muy pronto a hacer test a sus habitantes, entre 300.000 y 500.000 cada semana. Además, Alemania está mejor dotada de equipos para cuidados intensivos, con 28.000 camas según el ministerio de sanidad, es decir, 6 camas por cada 1000 habitantes, una de las tasas más altas de la OCDE. El país posee igualmente 25.000 respiradores.
Sin embargo, la falta de personal ha llevado al cierre de algunas camas de cuidados intensivos estos últimos meses. Durante varios años, 17.000 plazas de enfermería han estado sin cubrir, hasta el punto de que muchos centros sanitarios, como fue el caso del Hospital de la Caridad berlinés, se vieron obligados a requerir al ayuda de estudiantes o sanitari@s jubilad@s. Además, como recuerda el ministerio de Sanidad, el pico de la epidemia allí todavía no se ha alcanzado. Estos últimos días el número diario de muertos se ha disparado.
En realidad, como todas las demás burguesías, la alemana es incapaz de tomar las medidas necesarias para frenar la epidemia, es decir, decretar el cese de toda la producción no esencial y la reconversión para poder producir en masa material sanitario. Siemens, uno de ellos principales grupos capitalistas alemanes, no anunció ni siquiera el cierre de sus centros, ni trabajo parcial y ni siquiera una reducción de la producción. Volkswagen, por su parte, cerró temporalmente sus fábricas en Alemania, pero este despido parcial estuvo acompañado de grandes maniobras en un intento de hacer que l@s trabajador@s aceptasen renunciar a conquistas salariales.
El realidad, el cierre de estos grandes centros se explica menos por la preocupación de reservar la salud de l@s trabajador@s que por el hecho de que el stock de piezas disponibles seas insuficiente, en un momento en que el mercado automovilístico ha experimentado una disminución sin precedentes.
Como en todas partes, el estado se preocupa primero de la salud…de las empresas. Así, Peter Almaier, ministro federal de Economía y Energía, anunció el 13 de marzo que planeaba adquirir participaciones del estado en las grandes empresas para evitar quiebras. Como sucede tan a menudo, ¡se socializan las pérdidas para hacer pagar la crisis de los capitalistas a l@s contribuyentes, es decir, a l@s trabajador@s! Aemás, si ést@s en activo continúan recibiendo parte de sus ingresos, éstos son pagados principalmente por el estado y no por las empresas.
En EEUU, Trump al rescate de multimillonarios y grandes capitalistas
Los EEUU son ya el país más afectado por el coronavirus, con más de un 1.700.000 casos y casi 100.000 muertos. El gobierno federal y los de los estados pidieron a los habitantes quedarse en casa. L@s trabajadr@s para quienes era posible se dedicaron al teletrabajo. En 2 semanas, 10 millones de norteamerican@s se inscribieron en el paro. En comparación, se habían perdido 9 millones de empleos al principio de la gran recesión en la década de los 2000. Se trata de la cifra más importante de la historia de EEUU. Y estas cifras no tienen en cuenta a los más de 11 millones de inmigrantes sin papeles, que representan aproximadamente el 3% de la población.
Estos despidos masivos tienen consecuencias catastróficas para la población estadounidense: millones de trabajador@s dependen de su empleo para obtener atención médica, de tal forma que millones de personas están excluidas de un seguro sanitario o se ven obligadas a contratar seguros privados de calidad inferior.
Pero como podría imaginarse, la administración Trump se ha preocupado mucho más de salvar a las grandes empresas capitalistas que de velar por la sanidad de l@s norteamerican@s durante la epidemia. Así, el 26 de marzo el Congreso aprobó un plan de recuperación por 2 billones de dólares, un 10% del PIB o la mitad del presupuesto federal anual. La mayor parte irá a las empresas capitalistas: 500.000 millones en préstamos, de los cuales 58.000 serán destinados a compañías aéreas y 17.000 a empresas consideradas de importancia para la seguridad nacional. ¡Estos préstamos no serán reembolsables si el beneficiario no despide a sus trabajador@s durante el periodo de crisis!
Por lo tanto en todos los países lo primero y principal ante el ataque del coronavirus ha sido y es la salvaguarda del beneficio de los capitalistas. En realidad la crisis del Covid-19 es de hecho una crisis del sistema capitalista. Además de explotar a l@s trabajador@s, este sistema pone sus vidas en peligro. Las múltiples huelgas que han tenido lugar en Italia o en EEUU muestran que frente a la barbarie capitalista, la clase trabajadora es la única fuerza social capaz de luchar por una solución real a la pandemia.