Cuando se analizan los recientes acontecimientos en Bielorrusia, se pueden correr 2 riesgos. Por un lado, apoyar acríticamente al gobierno de Lukashenko siguiendo una vulgata según la cual deben defenderse siempre todas las posiciones que se oponen al imperialismo y a Occidente;por otro, apoyar acríticamente las posiciones políticas de la oposición sin entender quién la integra y qué fines la empujan a ocupar las calles. Es importante comprender lo que sucede en Bielorrusia, uno de los países de la exURSS: no es alabar el papel de Putin ni el de la oposición profundamente neoliberal, apoyada por la UE y sus sanciones, que muchas veces tiene como objetivo doblegar las resistencias populares e imponer férreos programas de austeridad, y la Casa Blanca.

Ciertamente en los últimos años el país ha vivido una crisis económica y social, por procesos de privatización que, por ejemplo, han llevado en la última década a proponer un impuesto a l@s trabajador@s que no hayan alcanzado un determinado número de días hábiles durante el año. Se trataría de un impuesto a pagar por l@s desemplead@s, en un país donde los sectores públicos han sido dominantes, pero que hoy comienzan a sufrir los golpes de las privatizaciones y el aumento de las desigualdades. Esta situación ha creado un malestar que ha crecido con la propagación del covid.

Las protestas que estallaron en agosto en Bielorrusia han sido descritas como pro-occidentales o un “Minsk Maidan”, ignorando las razones más profundas del descontento popular contra el presidente Lukashenko, que lleva 26 años en el gobierno sin que nadie cuestionara su omnímodo poder. Las manifestaciones callejeras fueron inicialmente dominadas por jóvenes de los centros urbanos pero se expandieron pronto en las grandes instalaciones industriales del país, donde miles de trabajador@s se reunieron en asambleas para discutir sus demandas y amenazar con una huelga general.

La participación de l@s trabajador@s bielorrus@s en este importante movimiento de protesta, especialmente la de los líderes sindicales, sorprendió profundamente a las autoridades. La clase obrera bielorrusa, partidaria desde hace mucho tiempo del régimen, que la había convertido en símbolos de su modelo social e ideológico derivado de la URSS, le ha dado la espalda a Lukashenko. El poder intentó presionar a l@s trabajador@s organizad@s en asambleas, que se multiplicaron como la pólvora en las fábricas automovilísticas del país, para que regresaran al trabajo.

En Bielorrusia, ante las mareas humanas, Lukashenko se escondió en Moscú y sacó a su policía antes de encararse con algunos manifestantes en Misk una semana después. Como un ejemplo de la movilización de l@s trabajador@s, en Soligorsk, una ciudad del centro de Bielorrusia que vive alrededor de la enorme mina de potasa de la empresa Belaruskali, con 25.000 emplead@s, la asamblea de trabajador@s denunciaba presiones: la administración advirtió de que tod@s l@s huelguistas serían despedid@s y sus apoyos verían recortados sus salarios. Las fuerzas antidisturbios se colocaron en las entradas a las empresas.

El lunes 17 de agosto, una escena ilustró vívidamente, mejor que cualquier número, el divorcio entre el presidente y l@s trabajadores. Ese día Lukashenko fue a la fábrica de tractores de Minsk, MZKT. Para evitar un enfrentamiento en directo con huelgistas, l@s trabajador@s fueron cuidadosamente seleccionad@s y preparad@s para acompañar al presidente, apartando a los cuadros sindicales. La foto que se proyectó en televisión ese día borró las grandes multitudes que lo abucheaban a lo largo y ancho de todo el país.

Aunque se dice que todo lo que está ocurriendo en Bielorrusia no tiene precedentes, sin embargo sí se pueden encontrar: la federación sindical Solidaridad en Polonia o las huelgas de los mineros al final de la Unión Soviética fueron ejemplos de militancia obrera junto con movimientos de protesta más amplios que sin saberlo allanaron el camino para las transformaciones neoliberales. La trágica historia del movimiento obrero en el espacio postsoviético requiere un enfoque cuidadoso y razonado de los acontecimientos recientes en Bielorrusia.