Ya estamos inmersos en la gran fiesta del fútbol. Para millones de apasionad@s de este deporte, poder ver a los mejores jugadores del mundo en un campo de fútbol sigue siendo un acontecimiento que no se pueden perder. El entusiasmo por poder disfrutar de dicho espectáculo, o al contrario, los llamamientos realizados por personalidades del mundo de la cultura o la política para boicotear la cita mundialista, no deberían centrar el debate por mucho que éste sea el eje elegido por los medios de comunicación y demás tertulianos ávidos por generar debates que no sirven para nada. En realidad el debate debería ser otro y tiene mucha más injundia: en efecto, el fútbol es un juego, pero un juego que estando en manos de los capitalistas se convierte, como cualquier otra cosa, en una mercancía cuya brújula es hacer todo lo necesario para almacenar más y más dinero.

El césped rojo a causa de la sangre de la explotación

Transformar un desierto en varios campos de fútbol no tiene ninguna lógica. Es una estupidez que amplia más la larga lista de sinsentidos que provoca el sistema capitalista en búsqueda del máximo beneficio y que tiene como consecuencias la destrucción de nuestras vidas y del planeta: en marzo de 2021 supimos que en 2019, las empresas del IBEX 35 emitieron un 22,9% más de toneladas de gases de efecto invernadero que el conjunto del Estado Español mientras se reconocía que 100 empresas internacionales eran responsables del 71% de las emisiones globales de gas de efecto invernadero desde 1988. Sin embargo poco se habla de esto. Se prefiere responsabilizar individualmente a las personas de la contaminación y en esta ocasión de las barbaridades relacionadas con un mundial centrando el debate en sí debemos ver o no el mundial por televisión.

En el caso de este mundial, el dinero ha estado de nuevo por encima de nuestras vidas y en concreto por encima de las de miles de migrantes (más de 6750 muertos durante las obras entre 2010 y 2020, según The Guardian). L@s inmigrantes representan casi el 90% de los 2,8 millones de habitantes del emirato. Éstos provienen del Nepal, de la India y de Pakistán, y como en otros lugares, vienen a engrosar las listas de l@s proletari@s que se desplazan en función de las necesidades del capital y en función de sus propias necesidades para sobrevivir.

El césped de esos campos de fútbol tendrá por tanto olor a sangre envuelto en sospechas de corrupción en la atribución de la competición y en medio de condiciones de vida indigente de l@s trabajador@s extranjer@s que han sobrevivido. Pero no sólo eso, éste está también teñido de la hipocresía de aquellos gobiernos occidentales que a la vez que hablan de derechos humanos reciben con los brazos abiertos al Emir y sus más de 5000 millones de dólares en inversión tal y como sucedió aquí en mayo de 2022. No es de extrañar entonces que sean pocas las críticas desde este y otros gobiernos.

Los y las trabajadoras les dan igual, sólo quieren ganar más y más dinero

¿En serio hemos tenido que esperar a que empezara esta Copa del mundo en Qatar para enterarnos definitivamente de que el fútbol profesional es para los que nos dirigen a nivel mundial una negocio multimillonario¿ En 2019, los 20 clubs de fútbol más ricos del mundo generaron un volumen de negocio récord de más de 9 000 millones de euros.

¿Y aquí, qué pasa con l@s migrantes? El pasado mes de junio, al menos 37 personas migrantes murieron en el intento de salto de la valla de Melilla según dieversas ONGs. A día de hoy aún no se han asumido responsabilidades por parte del gobierno, mientras PP y PSOE se unen para imposibilitar que se constituya una comisión de investigación que permita esclarecer los hechos. Mientras tanto, las cifras de muertes en el Estrecho, en la que el Estado Español y Europa tienen mucho que decir, son escalofriantes. Más de 4400 personas murieron en pateras intentando llegar a las costas españolas en 2021 con una pasividad flagrante de los equipos de rescate a la hora de salvar vidas según la ONG Caminando fronteras. Esta es la deshumanización de la que son capaces unos estados en los que supuestamente se respetan los derechos humanos y que tratan, aunque sea con la boca pequeña, de dar lecciones a Qatar.

Entonces sí, desde el pasado domingo, tenemos a aficionad@s al fútbol que ven partidos mientras otr@s los boicotean y mientras a otr@s le es totalmente indiferente. Pero más allá de todo eso, lo que realmente importa es tratar de entender cuánto de urgente es acabar con esta lógica capitalista que únicamente fomenta miseria, explotación, precariedad, muerte y destrucción del planeta mientras sus gobiernos no dejan de aprobar leyes represivas, de echar a inmigrantes y hacer pagar las enésimas crisis económicas a los y las de siempre.