El resultado que arroja la triple cita electoral del pasado 26M, planteada como una 2ª vuelta del 28 de abril para las derechas, una posibilidad de reforzar la victoria del PSOE y un empujón para ganar legitimidad para el cogobierno para Unidas Podemos, es indudablemente un avance del poder territorial del PSOE en 10 de 12 comunidades autónomas del estado y el fin del ciclo político que fue inaugurado en 2014-2015 con la aparición de Podemos por el margen izquierdo y Ciudadanos por el derecho del régimen del 78.

Las elecciones autonómicas y municipales han acabado por demarcar un mapa de bloques que va a resolver los puzzles electorales abiertos y que tanto Pedro Sánchez, en busca de la estabilidad en Moncloa, como un más musculado PSOE, van a aprovechar el retroceso de Unidas Podemos para rechazar el gobierno de coalición que exige insistentemente Pablo Iglesias y para presionar a Ciudadanos a participar de la “gobernabilidad del país”.

Para el bloque de las derechas es significativo el freno del ascenso de Vox, que se desinfla en apoyos tras sólo un mes pero se hace decisivo en Madrid, el moderado avance de Ciudadanos, que no da un ansiado sorpasso, y el aguante del PP teóricamente recentrado de Pablo Casado, quien la noche electoral celebró como victoria desbancar a Manuela Carmena y mantener la comunidad de Madrid. Los acuerdos PP-Cs-Vox serán arduos por la incomodidad de Albert Rivera de fotografiarse con la extrema derecha tras la experiencia en la Junta de Andalucía.

Los ayuntamientos del cambio y el cogobierno en Castilla-La Mancha

El escenario, sacudido hace 4 años por el llamado “bloque del cambio” en ayuntamientos y en menor medida en autonomías, ha entregado la utilidad del voto progresista al partido mayor de la izquierda del que pretende ser escudero: Podemos, IU y sus confluencias han retrocedido hasta un 42% en sus votos en capitales de provincia y un 56% en las comunidades autónomas. Madrid, Zaragoza, La Coruña, Ferrol y Santiago de Compostela pierden sus alcaldías y Ada Colau depende de un acuerdo con ERC, con las excepciones de Joan Ribó en Valencia y de Kichi en Cádiz que sí supo, esta vez, diferenciarse y oponerse a gobiernos conjuntos con el PSOE y preservar así su sentido como alternativa al partido de Sánchez.

El resultado del examen de los ayuntamientos del cambio, para Pablo Iglesias siempre la “joya de la corona” como ejemplos de gobernabilidad y “nueva política” que podían trasladarse a La Moncloa, han dibujado el fracaso de la estrategia del neorreformismo en este asalto municipal a los cielos realizado en 2015. Espacios de gestión y consenso entre clases, no han cambiado las condiciones de vida de l@s trabajador@s, han pagado con obediencia la deuda y se han limitado a cuestiones de estética.

La división de Unidas Podemos específicamente en Madrid ha puesto sobre la mesa la disputa por la “gobernabilidad progresista” y la ilusión desmedida por la entrada en las instituciones como espacios desde los que se podía transformar las condiciones materiales alimentando las figuras vacías de Manuela Carmena y el reciente proyecto neoprogresista de Más Madrid, pero las bases, el barro y las herramientas originales, son las mismas que apostaron por encumbrar estas candidaturas municipalistas en 2015 de mano de Iglesias y Garzón. Las rupturas a última hora por la izquierda no han sido creíbles y los monstruos han acabado por devorar y destruir a sus creadores.

Un caso muy significativo es el hundimiento estrepitoso de Unidas Podemos y el desfile triunfal del PSOE en Castilla-La Mancha, la única comunidad en la que participaban del gobierno con una gestión política netamente continuista que no ha sido capaz ni siquiera de revertir los recortes de la época de Cospedal. El vicepresidente castellano-manchego, dimitido el mismo día siguiente al 26M, era la prueba de que Podemos podía gobernar mano a mano con el PSOE. Ante la imposibilidad de distinguir a la copia del real, las elecciones han puesto a cada uno en su sitio.

Las tareas para la izquierda anticapitalista y revolucionaria continúan siendo las mismas

Después de esta primavera electoral el régimen se recompone en torno a un PSOE más oxigenado que nunca de la crisis por un malherido Podemos que sólo puede mostrar ya alguna credencial entrando en el gobierno con la cabeza gacha, y a la vez con todas y cada una de las medidas económicas y sociales sobre la mesa de Pedro Sánchez y la fuerte desmovilización en la calle, algo en lo que las direcciones sindicales tienen una importante responsabilidad. La ministra Calviño acaba de decir que la reforma laboral no va a someterse a escrutinio y que “ni hay que mirar hacia atrás” a la vez que Europa exige ajustes de 15600 millones en 2 años.

Con ninguna brecha seria abierta para la izquierda anticapitalista y revolucionaria en el conjunto del estado, Izquierda Anticapitalista Revolucionaria IZAR pensamos que el conjunto de dichas organizaciones debería, de empezar por intervenir conjuntamente en la lucha de clases para así reforzar nuestro bando social y sus luchas, así como dar pasos que permitan visibilizar una alternativa a la izquierda reformista que ponga sobre la mesa un programa de urgencia social para nuestra clase y la juventud dejando claro que éste sólo puede enfrentarse a los intereses de los ricos y sólo puede imponerse mediante la movilización de nuestra clase.