Con los resultados aún calientes y, por tanto, con poco tiempo para poder analizar los datos en profundidad, presentamos un primer balance de las elecciones legislativas que han tenido lugar el pasado 30 de enero en Portugal.

Elecciones 2022: tendencias que vienen de largo

Como es bien sabido, las elecciones de 2022 son la consecuencia del adelanto electoral provocado por la no aprobación de los presupuestos del gobierno del PS por parte de sus socios desde el año 2015: el Partido Comunista Português (PCP) y el Bloco de Esquerda (BE). Como ya hemos señalado en otros artículos, desde ese año se instauró un gobierno, conocido como la “geringonça” que se convirtió en el nuevo ejemplo para parte de la izquierda europea tras el fracaso de Tsipras en Grecia.

Así, y tal como repiten estos días en las noticias, se dio un “matrimonio” feliz que se rompería en 2021, mediando las municipales hace menos de un año y las legislativas de 2019, en las que ya se vieron algunas de las tendencias que ahora han acabado por acentuarse: a saber, el desmoronamiento de la izquierda más allá del social-liberalismo del PS, el reforzamiento de éste y el crecimiento de la extrema derecha.

En la izquierda: el PS vence por KO, su izquierda se derrumba

El PS, con un 41,68% de los votos, ha obtenido una mayoría absoluta con 117 escaños, siendo el 2º mejor resultado de su historia, ganando en 19 de las 20 circunscripciones (frente a 7 en 2015 y 14 en 2019). Además, si sumamos sus resultados a los del partido conservador PSD, vemos que el “bloque central” representa a un 70% del electorado. Por el contrario, todos sus socios han caído: el BE ha pasado de 19 a 5 diputad@s (del 9,52 al 4,46%), la CDU (coalición entre PCP y PEV, Partido Ecologista “Os Verdes”) ha pasado de 12 a 6 (6,33 a 4,39% quedando PEV directamente fuera de la asamblea), y Pessoas-Animais-Natureza (PAN) de 4 a 1 (3,32 a 1,53%). Es decir, mientras el PS ha subido en 9 escaños sus socios han perdido 25. Y todo ello con una participación de un 58%, significativamente mayor que en 2019 (49%).

La derecha se reconfigura: emergencia de la extrema derecha

Una lectura general de los datos muestra que mientras la izquierda ha perdido 14 escaños, la derecha ha ganado 10. Si hacemos una valoración más concreta, observamos una clara reconfiguración de ésta, destacando especialmente 3 elementos:

-En primer lugar, un PSD que hasta antes de ayer estaba en una crisis de liderazgo, y que se ha dado de bruces con una realidad muy distinta al posible empate con el PS que les daban las últimas encuestas. Al contrario, esta organización ha acabado perdiendo 3 diputados (a pesar de que ha obtenido un porcentaje mayor, 29,3 frente a 27,8%,  pasando en contraste de ganar en 4 a una circunscripción, Madeira).

-En segundo lugar, por primera vez desde 1975, el CDS-PP ha quedado fuera de la asamblea, perdiendo los 5 diputados de 2019 (y pasando de un 4,22 a 1,61%).

-Finalmente, el ascenso de nuevas fuerzas, como Iniciativa Liberal (con un crecimiento de 1 a 8 escaños, aumentando de un 1,29 hasta un 4,98%) y , especialmente, la extrema derecha de Chega!, que ha pasado de 1 a 12 escaños (subiendo de 1,29 a un 7,15% y convirtiéndose en la tercera fuerza política del país).

¿Qué alternativa para izquierda? El necesario balance de un modelo que ha fracasado

De todos los aspectos a poder analizar, lo más interesante en este momento es preguntarnos: ¿dónde queda la izquierda a la izquierda del social-liberalismo en esta situación? ¿Ha beneficiado su política institucional a las clases populares, aumentando las movilizaciones o la conciencia? ¿Es el sistema menos desigual o está más en cuestión que antes?

En un artículo anterior publicado en diciembre de 2021 sobre la crisis que ha precedido a estas elecciones, ya decíamos que “A pesar de la recuperación parcial al comienzo de la primera legislatura, tras la dura época de los recortes y la austeridad, el PS ha gobernado sin enfrentarse a los intereses de los que más tienen y, de hecho, chocando con movilizaciones de trabajadores y trabajadoras a lo largo de toda Portugal. El apoyo de sus socios de izquierda no ha hecho más que reforzar la opción social-liberal y desgastarlos, dejando sin alternativa creíble a la clase trabajadora, lo cual abre la puerta al descontento, el hartazgo, la abstención o lo que es peor, a la extrema derecha. Y no solo se trata de una cuestión electoral, sino del hecho de que el apoyo al gobierno haya impedido que se formara una alternativa que superase las ilusiones institucionales y pusiese en cuestión al sistema”.

Los resultados señalados muestran que ese es justo el punto en el que nos encontramos: con el bloque central y especialmente el PS más fortalecido (recordemos, un PS que desde 2019 ha votado más veces en la asamblea con la derecha que con otras organizaciones), con una extrema derecha en ascenso, y con una izquierda que ha apostado todo a lo institucional y ahora se encuentra recogiendo los frutos que ha sembrado.

Este escenario muestra de manera clara que mediante la adaptación a las instituciones o el apoyo al social-liberalismo no hay salida para los intereses de las y los trabajadores, la juventud y las mujeres. La apuesta de construir organizaciones “amplias” por parte de la izquierda que se proclama como transformadora, buscando eco mediático y electoral a través de un programa progresista que ponga el énfasis en el cambio a través de las instituciones ha fracasado en los lugares donde se ha llevado a cabo, da igual que pensemos en Syriza (Grecia), en Podemos (Estado español) o en el Bloco de Esquerda (que ha obtenido uno de sus peores resultados desde su fundación en 1999), por citar algunos ejemplos. 

En ninguno de estos sitios los movimientos sociales son más potentes hoy, ni la conciencia de l@s de abajo está más avanzada. Al contrario, las fuerzas que se suponía podían superar los límites de las movilizaciones y el desasosiego creado con la caída del muro de Berlín, adaptándose a nuevas realidades y a un mundo en crisis flagrante desde el 2008, no han conseguido darle la vuelta a la situación, sino que se han convertido, en el mejor de los casos, en alas del social-liberalismo, con el coste para la ilusión y la confianza depositada por miles de trabajadores que esto ha podido tener.

Y mientras la izquierda no dé respuestas, la rabia y el descontento acabarán siendo canalizadas por otras fuerzas, como la extrema derecha en ascenso. Es necesario por tanto que se profundice, desde la izquierda, en un debate sobre las alternativas a construir para hacer frente a la enorme tarea de cambiar el sistema desigual y de miseria que es el capitalismo.