
Desde la muerte, el pasado 16 de septiembre, de una joven mujer kurda araní, Mahsa Amini, después de haber sido detenida por la “policía moral”, Irán están inmersa en un ciclo de manifestaciones y huelgas casi ininterrumpidas. En China, existe una oleada de protestas desde el mes de noviembre en contra de los confinamientos ligados a la política “Covid cero”. Las manifestaciones, sobre todo encabezadas por la juventud, exigen el final de las restricciones. Esos dos movimientos son ya históricos debido a su amplitud y al hecho de que éstos ponen en tela de juicio los regímenes.
Un retroceso histórico del régimen iraní
En Irán, 11 personas han sido condenadas a muerte desde el principio del movimiento, miles han sido detenidas y a menudo condenadas a muchos años de cárcel, y al menos 300 manifestantes, entre l@s que se encuentran niñ@s, han sido asesinad@s. Sin embargo, el movimiento no desfallece. El régimen está obligado a retroceder: el sábado 3 de diciembre, el fiscal general Montazeri anunció la supresión de la “policía moral”. Ese mismo día, el gobierno anunció la revisión de la ley de 1983 que hace obligatorio el uso del velo.
Pero esos anuncios no bastante para poner fin a la protesta: por un lado porque estos anuncios no tienen todavía un carácter oficial y no garantizan en nada que se vayan a llevar a cabo. Por otro lado, porque las calles piden también el derrocamiento del régimen, y en concreto la salida de su guía supremo, el ayatollah Jhomeini. En las redes sociales, se han hecho, por parte de los y las militantes del movimiento, llamamientos para nuevas manifestaciones y para 3 días de huelga general.
Una puesta en tela de juicio del régimen chino inédita
En China, el movimiento se inició en el mes de noviembre en la ciudad de Zhengzhou, en la fábrica más grande de la empresa de Taiwán Foxconn, subcontrata de Apple, la cual reagrupa a 200 000 trabajador@s. A finales de octubre, much@s se fueron de dicha fábrica ya que los casos de Covid se dispararon. La empresa prometió entonces primas excepcionales para quienes se decidieran a trabajar en ella. Pero a finales de noviembre, ese dinero nunca fue pagado, y un montón de obrer@s que habían venido para ser contratad@s, habiéndose hecho los tests del Covid con sus respectivos días de cuarentena de por medio, y albergad@s de manera muy precaria, vieron como los despedían finalmente al dar positivo sin ningún tipo de compensación económica. Una huelga estalló entonces el 22 de noviembre, y ésta fue violentamente reprimida por la milicia patronal de la fábrica.
Acto seguido, el movimiento de protesta se extendió a una decena de ciudades. A pesar de la represión, del aumento de la presencia policial y de los controles en Internet, esta oleada ha obligado a las autoridades gubernamentales y locales a flexibilizar poco a poco las normas sanitarias. Esa flexibilización no se ha ampliado a las universidades, al seguir éstas sometidas a imposiciones estrictas: l@s estudiantes deben en efecto entregar solicitudes para salir mientras que las visitas están prohibidas. Las movilizaciones siguen y se amplifican en un centenar de facultades.
La represión y los pasos atrás de los gobiernos no detienen las movilizaciones
Esos movimientos no provienen de la nada: en 2019 y en 2020, Irán fue sacudida por huelgas y manifestaciones en contra del aumento de los precios, de los bajos salarios o directamente del no pago de éstos, así como por escándalos financieros que implicaban por ejemplo a dirigentes del cuerpo de los Guardianes de la Revolución.
En China, las huelgas por los salarios también son muy recurrentes desde hace tres décadas. Para acabar con ellas, las autoridades acabaron por ceder en varias ocasiones y ofeciendo aumentos, pensando así evitar las cada vez mayores críticas contra el autoritarismo del régimen. Sin embargo, en la actualidad, consignas en contra del partido en el poder, el muy mal autodenominado Partido Comunista, y en contra de su dirigente Xi Jinping, tienen cada vez más fuerza.
En todos los lugares del mundo y con regímenes diferentes, una misma lógica : una minoría se enriquece a costa de la mayoría. En todos sitios, la clase dominante intenta acallar a los y las oprimidas y a los y las explotadas. Pero en todos los lugares también nuestro bando social lo acepta cada vez menos. Podemos estar segur@s de una cosa: los movimientos que existen hoy en Irán y en China podrían acabar alcanzando mañana otros continentes.