La actual pandemia ha subrayado las contradicciones de un sistema criminal como es el capitalista, donde el lucro y las ganancias están por encima de la vida de las personas. Uno de los sectores que más han soportado dichas contradicciones ha sido el de sanidad, donde han tenido que hacer frente a la atención a las y los pacientes a la vez que a la falta de medios. En este número entrevistamos a Nines Maestro, médica y participante en la Coordinadora Anti-privatización de la Sanidad (CAS) en Madrid.
¿De qué manera piensas que han afectado los recortes y las políticas llevadas a cabo en las últimas décadas a las posibilidades de afrontar las consecuencias de la pandemia?
Hay que recordar que los recortes no comenzaron en 2008, sino que llevan décadas: Este proceso se inicia en 1997 con el gobierno de Aznar en minoría, que propone la ley 15/1997 que permite todo esto de la entrada libre del capital privado en la gestión pública. Esa ley no hubiera salido si no hubiera tenido el apoyo de PSOE, PNV, CIU y CC. Además, al día siguiente de la aprobación de la misma en el parlamento, la federación de sanidad de CCOO sacó una nota congratulándose por una ley tan importante para la modernización de la sanidad. Por tanto, esa ley salió con un amplio apoyo político y sindical, ya que CCOO era la central sindical más importante del sector.
Era una época en la que el capital estaba en crisis, y decide penetrar en el sector público. Lo que es importante entender es que cuando una empresa privada se hace cargo de la sanidad, ésta recibe dinero por parte de la administración sin ningún tipo de control sobre el servicio que dan. La lógica es clara: cuanto menos gasto por parte de la empresa, más beneficios, y eso tiene consecuencias sobre la atención sanitaria, salud, vida y personas, porque el negocio depende del ahorro. Y el ahorro está en relación directa con la selección de pacientes. Esa criba la hace la aseguradora, mediante el sistema de seguros, los pagos, etcétera. Por ejemplo, el seguro costará más o menos según se trate de personas jóvenes y sanas, mayores, o mujeres en edad fértil…como no todas las personas son igual de rentables, la selección es fundamental para asegurar el beneficio.
Además de la privatización, luego vinieron los recortes. Aquí es necesario entender que la sanidad pública y la privada no son compartimentos estancos. La privada vive de parasitar a la pública. Cuando peor vaya la pública, más negocio para la privada. Año a año la cantidad de gente ha ido aumentando en esta última. Y eso es consecuencia del deterioro programado de la publica por las consejerías de sanidad de todos los gobiernos, que son cómplices directos. Así, cuanto menos recurso tiene el sistema sanitario público, más gente se ve obligada a pasarse al privado, porque es la salud la que está en juego.
Sin embargo, hay que tener claro que es una mentira criminal la afirmación que dice que la sanidad privada funciona por si misma mejor que la pública. Como todo negocio, tiene obligatoriamente que presionar para que la publica se deteriore, siendo la sanidad privada en si misma una gran estafa. Un ejemplo sencillo: muchas mujeres, cuando tienen que dar a luz, prefieren un hospital privado, ya que las habitaciones son individuales, hay mejor comida…pero claro, eso es una estafa. Un hospital puede parecerse a un hotel, pero todo aquello en lo que un hospital se parece a un hotel es lo más barato. La parte más cara es la de personal y los recursos necesarios para una atención con garantías. Siguiendo con el ejemplo, las mujeres damos a luz en un hospital porque hay un 3% de riesgo de que el parto se complique por cualquier razón. Pero es un riesgo de vida o muerte para el niño o la madre. Supongamos que somos un empresario de la sanidad privada. Para un 3%, no contrato neonatólogos, ni tenemos UVI ni otros especialistas por si acaso, ya que no hay negocio que lo sostenga. Al contrario, tengo una UVI móvil en la puerta y si pasa algo me lo llevo al público. El negocio y el lucro parasitan al servicio público.
Incluso en 2008, ¿la pandemia hubiera afectado de manera diferente?
Eso, desgraciadamente, se mide en muertos. Uno de los lemas de la campaña de CAS Madrid es precisamente decir “No más muertes evitables”. Y a su vez, eso se mide en numero de camas cerradas. En Madrid, desde el año 2007-2008, incluso antes, se empiezan a cerrar camas no por los recortes, sino porque se comienza a llevar personal de la pública a centros de gestión privada. Se trasladaron a 5000 profesionales y se cerraron 2000 camas que aún hoy en día siguen así. De esta forma, la mortalidad varía si puedes ser atendido o no. Por tanto, falta de recursos, recortes y número de muertes que se podían haber evitado están ligados.
Hay otro elemento a tener en cuenta: lo más importante en una epidemia no es un hospital sino las medidas preventivas, es decir, como se planifica desde lo publico la detección, el aislamiento la búsqueda de los contagios. Eso se ha hecho por ejemplo en Cuba, aunque se puede poner un ejemplo más cercano, el de Asturias. Allí, desde salud pública, se hizo un estudio de casos de todo el que venía de fuera, con el objetivo del aislamiento de los positivos y no del conjunto de la población. La falta de medidas de este tipo de nuevo incide en que ha habido miles de muertes evitables.
Por último, no hay que olvidar la responsabilidad directa de los gobiernos autonómicos y estatal, que no intervinieron la sanidad privada y la pusieron al servicio de la población, permitiendo que la privada se negara a atender a la gente. Y eso estaba previsto en el real decreto de estado de alarma. Pero incluso se puede ir más allá: si se hubieran intervenido sectores estratégicos, se podría haber evitado, por ejemplo, que los índices de muertes y contagios del personal sanitario del estado español sean los más altos del mundo, por falta de material de protección. Hay que decirlo así: ha habido miles de muertes evitables. Y lo peor, es que en estos meses no se han tomado medidas para paliar esta situación.
¿Cuál ha sido la respuesta de l@s profesionales y usuari@s de la salud? ¿Qué perspectivas se abren a partir de septiembre?
Las contradicciones puestas sobre la mesa durante esta pandemia han hecho tomar conciencia a compañeros y compañeras del sector de la falta de medios y de las consecuencias de los ataques a la pública. Esto se ha encontrado con un trabajo que se viene realizando por parte de CAS desde el citado proceso de privatización a finales de los 90.
De las movilizaciones llevadas a cabo, como las estatal del 20 de junio entre otras, tenemos que hacer un balance positivo. La organización se ha extendido y el movimiento por la sanidad pública ha salido más fortalecido. Lo importante es que la gente, las y los trabajadores, tengan estructuras donde organizarse, que se caractericen por la independencia de clase, que confronten en cada ciudad, pueblo y barrio con la destrucción de la sanidad pública.
La lucha es larga. Hay que romper con los engaños y las estafas que están detrás de las afirmaciones de que la sanidad pública es peor que la privada. Una de las cosas que se ha hecho en algunos territorios es el observatorio de la sanidad, para que la gente denuncie las situaciones. Es necesario implementar estructuras y organizaciones para defender la salud, con coordinaciones permanentes.
Próximamente habrá una reunión estatal de CAS. Lo más probable es que nos orientemos a que haya movilizaciones en octubre. No se trata solo de hacer carteles y pegarlos, sino de organizarla, construirla, en barrios populares, ya que el coronavirus entiende de clases y mucho. Donde la gente está hacinada, tiene peores horarios…donde se juntan las desgracias hay más casos de coronavirus. El sesgo de clase es evidente. Por tanto, es necesario desde ya que demos una respuesta organizada para defender nuestra salud contra el lucro de las empresas y sus cómplices, que se base en la construcción de autoorganización, de movilización, en la solidaridad y en la confluencia de aquellos y aquellas que luchan y que sufren este sistema.