Por qué el feminismo hoy en día

Día a día, en nuestras vidas cotidianas, nuestros centros de trabajo y de estudio, en nuestras casas, en la calle, en la televisión, etc., las mujeres vemos nuestras libertades coartadas, nuestras vidas ninguneadas y nuestras condiciones de vida cada día más precarias. La violencia machista es sólo la punta del iceberg de un complejo entramado de opresión hacia las mujeres que necesitan vender su fuerza de trabajo para poder sobrevivir. Para todas ellas, el día a día es mucho más que un reto para vivir en un sistema que se aprovecha de su producción; es una lucha constante contra una opresión específicamente utilizada para sacar el máximo beneficio a su papel social como productoras, cuidadoras y reproductoras (no sólo en el sentido físico, sino también ideológico).

Una de las muestras más visibles de la opresión hacia las mujeres es la violencia física y psicológica. Pese a los intentos por parte de los distintos gobiernos de frenar el enorme número de asesinatos que se producen a mujeres por parte de sus parejas, ex parejas, entorno familiar y hombres en general, vemos cómo estas cifras, al contrario de lo que debería ocurrir, aumentan cada año. Esto demuestra que el patriarcado no se frenará con meras reformas institucionales y que prácticamente nada que no suponga una ruptura clara con el sistema capitalista podrá enfrentarse a la opresión a las mujeres. En el periodo 2003-2005 en torno a 70 mujeres eran asesinadas cada año por sus parejas, ex parejas o su entorno familiar. A partir del inicio de la crisis, vemos cómo estas cifras aumentan de manera significativa. En el periodo 2010-2015 en torno a 90 mujeres por año eran asesinadas en el mismo caso. La crisis es un factor decisivo en esta cuestión.

El empeoramiento en las condiciones de vida, la precariedad laboral y todos los elementos que deterioran las condiciones del ideal de la familia burguesa hacen que sobre la mujer recaiga la mayor parte de responsabilidad doméstica. Las presiones y las frustraciones provocadas por la imposibilidad de mejorar y ascender en el sistema capitalista por parte de los trabajadores acaban siendo pagadas por las mujeres y los y las niñas. La mujer, miembro familiar que cumple el papel de sustento doméstico y en muchos casos emocional, sufre de más violencia en períodos de menor ganancia económica en la familia. Además, los recortes y la falta de fondos en ayudas a mujeres en situación de violencia machista suponen una desprotección total hacia las víctimas y la imposibilidad de una salida material por parte del Estado que permita la emancipación de estas mujeres.

Estas cifras, a pesar de estar socialmente normalizadas, son extremadamente elevadas. Si las comparamos con supuestas actividades de riesgo como las misiones militares en el exterior vemos que son preocupantemente superiores. Por ejemplo, en el mismo período 2010-2015 el total de feminicidios fue de 681 (contando feminicidios íntimos, familiares, no íntimos, infantiles y por prostitución) mientras que el número de militares del estado español muertos en misiones en el exterior fue de 21. En el actual estado español es más peligroso ser mujer que militar en el exterior. Y no sólo esto, sino que desde 1987 el número de militares muertos por esta causa es de 170 (incluyendo el caso del Yak-42), ni una cuarta parte en 30 años de las mujeres asesinadas en cinco.

Aunque no haya datos concretos con respecto a la violencia psicológica es también sufrida por parte de muchísimas mujeres, sobre todo en su entorno familiar, aunque también en muchas ocasiones en el entorno laboral.

Otro elemento fundamental cuando hablamos de la opresión patriarcal es la explotación sexual a las mujeres y el uso de su cuerpo en beneficio del disfrute de unos pocos hombres. Las condiciones de trabajo de las esclavas sexuales es infrahumano en casi todos los casos y da acceso al cuerpo femenino como si de una mercancía se tratase. La necesidad económica de las mujeres que se dedican a la prostitución en la actualidad lleva a la explotación de su cuerpo y su sexualidad por parte de aquellos que pueden pagarlo, y a las mafias a aprovecharse de estas mujeres, inmigrantes en muchas ocasiones, y casi siempre sin recursos ni salidas laborales por el hecho de ser mujeres. La violencia en estos casos llega, en general, a extremos degradantes, llegando incluso a haber 22 mujeres asesinadas en el período del 2010 al 2015, al menos reconocidas. Sin embargo, es casi imposible saber cuál es el alcance real de esta explotación debido a su descontrol en cuanto a cifras.

Si echamos un vistazo rápido al mercado laboral vemos cómo la mujer vuelve a estar discriminada en multitud de aspectos. Por ejemplo, a nivel salarial, las mujeres sufren discriminación “vertical” (acceden a muchos menos puestos de responsabilidad), “horizontal” (realizando el mismo trabajo obtienen una menor retribución y/o tienen una menor categoría profesional) y por embarazo (siendo aún frecuente el despido o la no contratación de mujeres embarazadas). Todo ello se traduce en que el salario de las ocupadas es de media un 22% menor que el de los ocupados.

Otro de los ámbitos laborales donde encontramos una clara diferencia de género es en el nivel y tipo de desocupación. A nivel estatal la tasa de paro masculina es de un 18’41%, mientras que la femenina roza el 22%. Otros datos como que las mujeres ocupadas lo están en un 88’5% en el sector servicios, que suponen sólo el 44% de la población activa (siendo más del 50% de la población total), que sólo son el 43% de la contratación indefinida y sin embargo el 77% de la contratación parcial, a la vez que ostentan el 57’3% de las pensiones no contributivas y el 37% de las contributivas (siendo éstas de media un 15% menores en cuantía), nos muestran la realidad de la división sexual del trabajo. También datos como que, dentro de los contratos temporales por motivos de cuidado de hijos e hijas u otras obligaciones familiares, más del 94% son mujeres, así como el 80% de las personas inactivas sin pensión, ahondan en esta cuestión.

Los datos que hemos mostrado con anterioridad muestran que la división sexual del trabajo es una realidad. Esto no sólo supone la especialización de la mujer en ciertas tareas sociales (la mayoría de veces más reproductivas), sino que demuestra que los efectos de la crisis y de la política económica se sufren de diferente modo. De hecho, si tenemos en cuenta que el 88’5% de las mujeres ocupadas lo están en el sector servicios y que ocupan el 70% de empleo público podemos deducir cómo las políticas de recortes, la reforma laboral que facilita el despido en los empleos con menos grado de protección y precariedad (como el sector servicios) y de privatización (con el empeoramiento de condiciones laborales) afectan de manera más severa a las mujeres. Es decir, recortar y privatizar servicios públicos afecta más a las mujeres trabajadoras dado que son sectores feminizados.

Como hemos podido ir observando, el factor de clase potencia los efectos de las opresiones patriarcales. Todas estas discriminaciones demuestran un mayor efecto en la clase trabajadora y son herramientas que utiliza el capitalismo para aumentar su tasa de ganancia, pero no son un “invento” del sistema capitalista, sino que se encuadran en el patriarcado como sistema de opresión estructural a las mujeres. Por ejemplo, en los casos de violencia física y psicológica una mujer trabajadora no tiene los medios suficientes como para emanciparse de su agresor, lo que lleva en muchas ocasiones a su asesinato (en casi todos los casos que vemos hoy en día de asesinatos machistas nos encontramos con mujeres de barrios humildes o mujeres inmigrantes); en el caso de las agresiones y acosos sexuales vemos cómo se dan, en su amplia mayoría, por parte de hombres en una situación laboral de superioridad con respecto a sus agredidas, normalmente mujeres trabajadoras al “servicio” de sus agresores o acosadores; en todas las cuestiones que envuelven el mercado laboral (paro, recortes y diferencias salariales) se muestra que, la necesidad de vivir gracias a la propia fuerza de trabajo, hace que las mujeres entren en un mercado laboral que las explota como clase trabajadora pero también como mujeres.

Es por esto, por el hecho de que las mujeres trabajadoras sufren la opresión patriarcal además de la material, por lo que resulta imposible encontrar la fórmula de acabar con el patriarcado de manera separada al método para acabar con el capitalismo y, por lo tanto, no marcar como básica la necesidad de analizar a la clase trabajadora también como sujeto de cambio para acabar con la opresión de género. Sin conseguir derribar las bases materiales del patriarcado únicamente podemos reformar cuestiones muy superficiales de esta opresión hacia las mujeres, y por lo tanto el conjunto de la clase obrera es la que debe dar una respuesta contundente a través de la hipótesis estratégica de la huelga general.

Qué feminismo para acabar con la opresión a la mujer trabajadora

Desde nuestra organización política defendemos que para nosotr@s las opresiones específicas no son una cuestión meramente ideológica, sino que cada una de ellas tiene una base estrictamente material. La base material de la opresión de género es clara y evidente: si las mujeres acceden a los mismos puestos de trabajo que los hombres pero con un salario inferior, si se ven obligadas a llevar a cabo todas las tareas de cuidado sin remuneración alguna, entonces es claro que existe la división sexual del trabajo y que tiene un único objetivo: aumentar los beneficios de la clase explotadora no pagando el 100% de los trabajos realizados.

Encontramos pues que la opresión de género está profundamente ligada con el sistema capitalista y que, por tanto, la única posibilidad de acabar con esta opresión es construyendo una nueva sociedad donde estas bases materiales no existan, donde no sea posible que nadie se beneficie a costa de ningún tipo de desigualdad, y esto significa irremediablemente acabar con el sistema capitalista.               

Es necesario, entonces, elaborar una hipótesis estratégica que acabe con el sistema capitalista y con el patriarcado. Caracterizamos el patriarcado como la serie de opresiones hacia la mujer por su género, y en la actualidad está imbricado en el sistema capitalista para beneficio de la burguesía, como ya hemos dicho. Dado que esta relación es muy estrecha y condiciona la parte fundamental de la opresión, la material, la hipótesis estratégica de la huelga general revolucionaria que pueda disputar el poder económico y político a los capitalistas ha de jugar un rol central en la superación del patriarcado.

La toma del poder por la clase trabajadora, con mujeres en su dirección revolucionaria y con un programa y práctica feminista es lo que puede, no sólo superar las relaciones de producción capitalistas, sino la división sexual del trabajo en la esfera productiva, reproductiva, pública y privada. Una huelga general revolucionaria debe permitir poner sobre la mesa esa división sexual del trabajo y hacer de puente para una sociedad libre de opresión de género. No debemos poder imaginar un proceso revolucionario sin contar con la socialización de los cuidados, el reparto del trabajo, el derecho al aborto libre y gratuito, o consignas tan básicas como la igualdad salarial o la creación de herramientas públicas que verdaderamente permitan la igual participación de las mujeres en los espacios políticos.

Quienes estamos plenamente convencid@s de que queremos que las mujeres seamos realmente libres, debemos defender un feminismo que nos permita destruir las desigualdades, y según lo expuesto anteriormente, este es un feminismo plenamente ligado a la lucha contra la explotación de clase. El feminismo que debemos defender, el feminismo de clase, es el que nos anima a llevar a cabo y dirigir luchas sindicales en nuestros centros de trabajo, un feminismo que ponga a las mujeres a pelear por mejorar nuestras condiciones laborales, y sobre todo, que nos ponga a dirigir la lucha por un mundo nuevo. Es decir, un feminismo que nos haga a las mujeres dirigentes del movimiento obrero, pues únicamente la clase trabajadora es el sujeto capaz de darle la vuelta a nuestra sociedad.

Al igual que ocurre con la explotación capitalista y la lucha de clases, es el enfrentamiento directo con la burguesía el que consigue formar dirigentes y cuadros políticos capaces de enfrentarse al poder establecido y de hacer temblar los cimientos del sistema capitalista en un momento de aumento de conciencia de la clase trabajadora. La necesidad de implantarse en las luchas de masas y la capacidad de elaborar un programa de transición que ponga en movimiento a la clase trabajadora y a la juventud debe ir estrechamente ligado con el avance en un programa que integre, a su vez, cuestiones feministas. Esto no tiene métodos mágicos, sino que consistirá, sin duda, en utilizar cada una de las brechas que consigamos abrir en el sistema capitalista y en sus contradicciones, intervenir en ellas, elevar el nivel de conciencia y ser capaces de evidenciar y trabajar la opresión de género.

Por este motivo los y las revolucionarias debemos polemizar con los nuevos feminismos que tratan de aislar la lucha feminista del resto de las luchas creando una especialización de la mujer y acabando con la posibilidad de romper con la opresión, porque no es posible acabar con el sistema capitalista si no es con la toma de poder, por lo que no es posible acabar con la opresión sin la clase trabajadora. Y debemos poner en cuestión, de la misma forma, el discurso de que es posible acabar con la opresión sobre la mujer a través de pactos de estado o a través de la legislación  sin atacar frontalmente las bases materiales que la sustentan.

Sin embargo, no es suficiente comprender las bases materiales de la opresión de género y, por tanto, ser conscientes de la centralidad de la clase trabajadora para acabar con ambas opresiones, sino que l@s revolucionari@s debemos ir un paso más allá, y plantear cuáles son las cuestiones centrales a trabajar hoy en día en el marco de la lucha de clases. Para ello, y como ya hemos expresado, es fundamental generar referentes mujeres que estén en la vanguardia de las luchas, de todos los conflictos sindicales, sociales, políticos y de pelea contra el sistema en general. Pero esto no puede llevarnos a error. No debe conducirnos a considerar que la lucha feminista es únicamente la lucha de las mujeres, o que estas son las únicas que deben tener la responsabilidad de llevar a cabo luchas que integren la cuestión de género en su discurso.

La participación de los compañeros hombres revolucionarios en la lucha feminista debe permitirnos, bajo nuestro punto de vista, dos cuestiones centrales: por un lado, poner el movimiento al conjunto de la clase trabajadora por cuestiones de género, no sólo en fechas históricamente dedicadas a estas reivindicaciones, sino en el día a día de la lucha de clases. Es fundamental que en cualquier conflicto seamos capaces, como decíamos, de evidenciar la cuestión de género y elevar el nivel de conciencia hasta ser capaces de convencer al conjunto de la clase trabajadora de la necesidad de pelear de manera contundente contra el patriarcado.

La especialización de la mujer en esta lucha o el aislamiento de los hombres de la misma sólo seguirá generando lo que el propio sistema capitalista ya ha conseguido aprovechando la opresión patriarcal: dividir a la clase trabajadora en su lucha contra las opresiones y debilitar cualquier intento por derribar el sistema en que vivimos; por otro lado, debe permitirnos avanzar, dentro de las organizaciones revolucionarias, en una práctica feminista que esté más cerca de una sociedad sin opresiones que de la sociedad actual, entendiendo las dificultades y las contradicciones que esto puede hacer surgir.

Qué programa revolucionario contra el patriarcado y el capitalismo

De cara a atacar las bases materiales del sistema patriarcal y, por lo tanto, del capitalismo, y para poder poner a la clase trabajadora en mejor disposición para implantar un sistema diferente, más justo y libre de toda opresión, es necesario que hoy en día conectemos con el nivel de conciencia general a través de un programa de transición que suponga, además de una mejora en las condiciones de vida de los y las trabajadoras, una contradicción constante con las bases materiales del sistema actual. Este programa como tal debe tener esas reivindicaciones que atacan las bases materiales de todas las opresiones, y por ende las opresiones sufridas por las mujeres de clase trabajadora,  en base a la conciencia de clase existente y, sobre todo,  que sea capaz de poner en movimiento a la clase trabajadora en su conjunto Debe atacar a los medios de producción como elemento de explotación por parte de la burguesía, y al Estado como elemento represor y generador de riqueza para los que más tienen.

Además de esas bases materiales, debemos tener consignas que ataquen directamente los cimientos de la división sexual del trabajo, base de la explotación a la mujer y de aumento de la tasa de beneficios para los capitalistas. En este programa de transición las consignas irán desde las cuestiones más relacionadas con la división sexual del trabajo y la dependencia de las mujeres hacia los hombres, hasta las más generales del movimiento obrero y del movimiento estudiantil, pasando por aquellas que pongan en cuestión el reparto de los cuidados, las tareas domésticas y la reproducción (no entendida como cuestión biológica sino como elemento de mantenimiento de la ideología capitalista).

  El primer elemento del programa debe ser el que ataque a las bases materiales de la división sexual del trabajo, a través de los siguientes elementos:

1. Conseguir que todo el mundo pueda trabajar. En este sentido reclamamos la prohibición de los despidos y el reparto del trabajo.

2. De cara a la integración igualitaria de la mujer en el mundo laboral, es necesario equiparar los permisos de paternidad y maternidad, aumentar los derechos de lactancia y establecer horarios que logren la conciliación familiar, así como dotar de escuelas infantiles tanto a las universidades como a los centros de trabajo para que la mujer pueda incorporarse al trabajo o los estudios en el momento que lo considere conveniente o en el que sus condiciones materiales se lo permitan.

3. Igualdad salarial entre hombres y mujeres y escala móvil de los salarios con respecto al coste de la vida. De cara a la emancipación de la mujer y a la no dependencia de la pareja, es necesario que la igualdad salarial venga de la mano de salarios dignos que permitan a la mujer mantenerse únicamente con su trabajo.

4. Puesto que la tasa de paro no deja de aumentar y las mujeres en este caso son las que más sufren los recortes en sectores públicos y una mayor tasa de paro, exigimos un subsidio de paro indefinido que cubra las necesidades de la clase trabajadora

5. Se deben aumentar las pensiones, pero no con subidas ridículas como lleva pasando durante años cada vez que se ha alardeado de una subida en las pensiones, sino en base a una escala móvil. Y por supuesto, incluyendo la pensión no contributiva, destinada a todas esas mujeres que han tenido que dedicar su vida a las tareas de cuidados. Para asegurar estas pensiones hay que eliminar los topes de cotización de las rentas más altas, así como acabar con las pensiones millonarias que se ponen los banqueros y empresarios.

Otro elemento a tratar, y que repercute directamente en la vida de las mujeres de clase trabajadora, es el tema de los cuidados. Como decíamos más arriba, el capitalismo se ha beneficiado del sistema patriarcal y de las tareas de cuidados para invisibilizar y no lanzar estas cuestiones como un trabajo más dentro de la sociedad. Es necesario abordar el debate de cómo se consigue que estas tareas sean abordadas de manera colectiva.  Para ello es necesario exigir ciertos elementos:               

1. De cara a ir acabando con algunas de las cargas del trabajo doméstico, es necesario planificarlas, empezando por generar una red de comedores públicos, tanto para las y los niños en las escuelas como para las personas adultas.

2. Que no se recorte en centros infantiles, donde la repercusión es fundamental para la vida de las mujeres que no pueden pagar una escuela infantil.

3. Es necesario también centros de lavanderías públicos.

Todo esto debe hacerse llevando a cabo un proceso de revalorización de estos trabajos, haciendo así que no se ocupen nuevamente de este tipo de tareas mayoritariamente las mujeres, sino la sociedad en su conjunto.

Respecto a los servicios públicos hay que aprovechar la huelga general feminista del 8 de marzo para paralizar los recortes en estos y para exigir ciertas reivindicaciones ligadas en su totalidad a estos sectores.

1. Por un lado, respecto a la sanidad, hay que acabar con los recortes en el sector, con las gestiones privadas y con los centros privados. Hay que asegurar una sanidad pública y de calidad. Dentro de las reivindicaciones básicas, además, debe aparecer la cuestión del aborto libre, gratuito y de calidad. Si esto no se facilita por parte de la sanidad pública será imposible que la consigna sirva de algo para las mujeres de clase trabajadora.

2. Por otro lado, la juventud debe aprovechar que hay convocada una huelga general educativa también para el mismo día para pelear por las cuestiones estudiantiles. No a los recortes, no a la subida de tasas, no al aumento de ratios, sí a las buenas condiciones de trabajo para el profesorado y sí a unas buenas condiciones de estudio para el estudiantado. Además, debemos poner sobre la mesa que tienen que dejar de recaer sobre las mujeres los trabajos (y en por ende, la realización de sus estudios) enfocados a los cuidados y a la reproducción de la ideología capitalista. Todo esto debe tener una planificación para que la división sexual del trabajo, que es lo que perpetúa las pésimas condiciones materiales de las mujeres trabajadoras, acabe. Educación pública, gratuita y de calidad, incluido el tramo de 0 a 3 años y los estudios superiores, acabando con doble red de centros públicos y privado-concertados. Elaboración, en colaboración con otros ámbitos relacionados como el sanitario y el social, de programas de educación sexual y en valores de igualdad en las escuelas que permitan implementar una educación reglada sobre estos aspectos.

Por otro lado, es necesario abordar e ir a la raíz del problema de la violencia machista, entendiéndose como un problema estructural. Nuevamente aquí, sólo acabando con el sistema capitalista y patriarcal, mediante la movilización y la ruptura con éste, se podrá acabar con el patriarcado, el machismo y su germen más violento, que serían los asesinatos diarios y la violencia física. Para esto, exigimos recursos reales para la prevención y seguridad de mujeres que sufren violencia machista. Es necesario a su vez prestar servicios públicos de acogida a mujeres que sufren de la violencia machista, para que se formalice de manera real la posibilidad de que estas mujeres puedan abandonar el lugar donde están sufriendo este tipo de ataques y opresiones. Todo esto debe ser transversalizado hacia las personas migrantes que por su situación material deben abandonar sus países, sus familias o sus trabajos en busca de una nueva vida. Las mujeres migrantes, también a día de hoy, sufren las peores condiciones dentro de la sociedad. Exigimos la equiparación de derechos sea cual sea su situación legal.

Luchas de mujeres

Como decíamos anteriormente, defendemos una huelga general feminista en contraposición de una huelga sólo de mujeres. Alejar las reivindicaciones feministas y las luchas de las mujeres trabajadoras del conjunto de su clase es olvidar que el sistema capitalista se ha beneficiado y lo seguirá haciendo del patriarcado, sistema totalmente enraizado al capitalismo. Apostamos por la movilización, el sindicalismo, las asambleas y la huelga general como herramientas que ha tenido la clase trabajadora para conseguir sus reivindicaciones.

La huelga a día de hoy sigue siendo para nosotr@s una herramienta que te hace reconstruir la conciencia de clase, pero también la preparación de esa huelga debe usarse como espacio en el que se avance en las cuestiones propias de las mujeres de clase trabajadora: cómo sufren más los recortes, cómo sufren más los contratos parciales, cómo siguen ocupando en la sociedad trabajos peores pagados, etc. La lucha contra la reforma laboral, contra los recortes o contra los contratos parciales es la lucha del conjunto de la clase trabajadora. Por tanto, vemos una gran potencialidad en la huelga general feminista convocada el 8 de marzo para poder hacer que se luche ese día concretamente por las mejoras en las condiciones de vida de las mujeres trabajadoras, siendo ellas las que estén a la cabeza de esta lucha, pero con  la paralización en todos los espacios del conjunto de la clase trabajadora.

Sin embargo, no es suficiente que este día las mujeres lleven el peso central en las movilizaciones si no somos capaces, desde las organizaciones del movimiento obrero y de la extrema izquierda, de asegurar que este papel fundamental en la lucha no es cosa de un único día al año o de ciertas fechas con contenido feminista. La única manera de acabar con todas las opresiones a las que el sistema capitalista nos lleva es asegurar que los y las oprimidas tengan un papel fundamental en la lucha de clases. Las mujeres trabajadoras y las jóvenes debemos participar de los procesos de lucha que puedan ir generando brechas en el sistema capitalista de cara a ahondar aún más en las cuestiones específicas de género. Sólo siendo verdaderas referentes y consiguiendo luchas permanentes en el tiempo que incluyan todo lo que este 8 de marzo pone sobre la mesa estaremos más cerca de conseguir todas las reivindicaciones por las que peleamos.

Hace falta transversalizar las cuestiones específicas que empeoran las condiciones de vida de la mujer trabajadora, ligándolas a las reivindicaciones del conjunto la clase obrera. Así, no sólo se consigue poner encima de la mesa las reivindicaciones feministas, sino que también se unifica la lucha en una sola, poniendo en relieve de manera firme las propias consignas de las mujeres trabajadoras y cómo les afectan, en algunos casos, más a ellas los ataques y la explotación del sistema capitalista, pero golpeando conjuntamente.


En el estado español ha habido en los últimos tiempos numerosas luchas en trabajos muy feminizados, como puede ser la lucha de las Kellys, pero también en otros sectores donde las mujeres han tenido, dentro de la lucha, un papel fundamental. No se trata de fetichizar la figura de la mujer, sino de ejemplificar que la emancipación y liberación de las mujeres trabajadoras pasa por el camino de la emancipación de clase obrera y la juventud en su conjunto. La organización, la movilización y las reivindicaciones sirven, como decíamos antes, como escuela y para crear a su vez una conciencia de clase y feminista. A lo largo de la historia, y en concreto en el estado español, hemos visto cómo la lucha propia del movimiento feminista, como la lucha por un aborto libre y gratuito o la búsqueda de mayores libertades democráticas, políticas y sociales hacia la mujer, han ido acompañadas de grandes movilizaciones por parte de hombres y mujeres de la clase trabajadora, y por la conquista de esas reivindicaciones para el conjunto  de la clase obrera.


Por todo esto, pensamos que, como ya decíamos, es esencial que la clase trabajadora esté unida para combatir el sistema capitalista y el sistema patriarcal, y para eso es importante que como principal reivindicación se garantice el trabajo para todas, para acabar así también, de una vez por todas, con la desigualdad material entre hombres y mujeres, y también con la dependencia de las mujeres trabajadoras respecto a los hombres.