Entrevistamos a Gaël Quirante, secretario provincial del sindicato SUD Poste 92. El 26 de marzo de 2019, 150 carteros y carteras de las Hauts-de-Seine celebraron el aniversario de su huelga indefinida. Gaël ha contestado a nuestras preguntas con respecto a este conflicto histórico que dura ya más de 14 meses.

¿Puedes contarnos cuál fue el punto de partida y cómo os habéis organizado al principio de la huelga?

Desde marzo de 2017, en Sud Poste 92, nos preparamos para lo peor, cuando el Tribunal de lo contencioso administrativo de Versalles anuló las tres decisiones anteriores que me eran favorables, es decir la de la inspección del trabajo, la del ministro del trabajo, y la del Tribunal administrativo. Anticipamos entonces con el conjunto del sindicato y el conjunto de l@s compañer@s, insistiendo en que pasara lo que pasara, seguiría interviniendo en los centros, y seguiría siendo representante sindical. Desde el principio insistimos en decir que les corresponde a los y las carteras decidir quién es su representante sindical, y en ningún caso al ministerio del Trabajo ni a la dirección de Correos.

En agosto de 2017, la inspección del trabajo rechazó una vez más mi despido, explicando que los hechos no eran suficientemente graves como para justificar el despido, y que existía una discriminación sindical. En efecto, de los 3 que fueron condenados a nivel penal por “secuestro”, sólo yo me enfrenté a un procedimiento de despido. Ya hubo varios intentos de despedirme, en base a falsos testimonios. La empresa sobrepasó todos los límites rechazando un contrato indefinido a un compañero de origen malgache que estaba con contrato a tiempo parcial, por no querer declarar – tal y como le pedía la empresa – que yo abría paquetes y que robaba.

La empresa despidió a ese compañero, a pesar de que su vivienda dependiese de su empleo y de que su mujer y sus hijos estuviesen a punto de reunirse con él en Francia, y todo eso porque se negó a realizar un falso testimonio. Afortunadamente, la movilización solidaria de los y las compañeras permitió imponer su reintegración.

Después de esta decisión de la inspección del trabajo, hubo durante 4 meses una investigación de los servicios del ministerio, que dictaminó lo mismo que la inspección del trabajo. En febrero, organizamos una concentración frente al ministerio del Trabajo, para ejercer presión sobre la ministra. El ministerio esperó de hecho el último momento para firmar la autorización de mi despido. El 24 de marzo, me hicieron llegar una carta certificada con la autorización administrativa de mi despido; fue un sábado, pero a pesar de ello conseguimos organizar en 48 horas un aviso de huelga, y una gran concentración por la noche delante del ministerio del Trabajo.

Si Correos tomó la decisión de despedirme, no fue por motivos personales hacía mí en tanto que individuo, sino para debilitar a nuestro equipo sindical que, en los últimos 15 años ha logrado que la media de reestructuraciones – es decir de las supresiones de puestos de trabajo – sea de entre 7 años y medio y 8 en nuestra provincia, mientras que en el resto del territorio es de 2 años.

¿En qué momento la huelga amplió sus reivindicaciones y por qué? ¿Cómo y por quién fue debatido dicha ampliación?

La huelga del 26 de marzo fue muy seguida en toda la provincia, con una tasa que rondaba el 40 %, y esa misma mañana una asamblea general provincial de trabajador@s reunió a más de 100 personas. La concentración de la noche mostró el apoyo con el que contábamos, ya que más de 500 personas estuvieron allí presentes entre los cuales se encontraban Jean-Luc Mélenchon o Olivier Besancenot… A la mañana siguiente, decidimos seguir con la huelga e integrar de inmediato nuevas reivindicaciones que iban más allá de mi reintegración y en concreto sobre nuestras condiciones de trabajo.

Con bastante rapidez, la tabla reivindicativa se hizo muy completa. La primera reivindicación fue la titularización de los agentes interinos, ya que existe entre el 10 y el 15 % de los y las compañeras con ese estatus en los servicios de distribución. Otra reivindicación esencial, fue la de la moratoria de las reorganizaciones, que se apoyaba sobre un diagnóstico sencillo: Correos es incapaz de comunicar la normas y ritmos, es decir la manera con la que establece la cuantificación de la carga de trabajo.

Las supresiones de puestos de trabajo no pueden estar justificadas por el hecho de que los y las carteras tienen “demasiado tiempo” y “poco trabajo”. Correos utiliza como argumento la idea que existe una disminución del tráfico con la disminución del correo. Es evidente que hay una disminución de las cartas y de las postales; pero sin embargo hay un aumento de todo lo que tiene que ver con correo entregado a cambio de una firma: el correo certificado. Los pequeños paquetes, que son en realidad voluminosos y engorrosos, aumentan igualmente.

De hecho, con respecto a eso, gracias a nuestra intervención en el Comité de higiene y seguridad de la empresa, Correos fue condenado hasta en 22 ocasiones durante los 4 últimos años por jueces y jurisdicciones diferentes, por no haber comunicado las normas y los ritmos. De ese modo, hemos demostrado que la dirección de Correos nos roba, en verdad, tiempo de trabajo. Los jueces han podido constatar una contradicción entre la realidad del trabajo que ha sido constatada por expertos independientes, y el trabajo teórico que sale de las cuentas que hace Correos.

También peleamos en contra de la degradación de nuestras condiciones de trabajo: las horas extras, pagadas menos por Correos debido a una falta de personal; o el hecho de que l@s compañer@s se encuentren con una doble carga del trabajo cuando se vuelven a incorporar después de los días de descanso, porque sus rutas no se han hecho, de nuevo ahí a causa de la falta de personal.

Así mismo, luchamos para que no se carguen el concepto del “acabar-irse”. Hasta ahora, cuando los repartos acababan, podíamos irnos del curro, a veces media hora antes del final de la jornada. Para nosotr@s era una pequeña conquista, una pequeña compensación, ya que después de 15 años en la empresa, seguimos ganando 1200 euros al mes y aún no tenemos 13 pagas, etc. Por último, defendemos la libertad de expresión, las libertades sindicales; combatimos el autoritarismo por parte de los jefes de equipo. Todas esas reivindicaciones fueron debatidas en asamblea general.

Más de un año de huelga: al parecer es la segunda huelga más larga de Europa. ¿Cómo se consigue aguantar?

Nunca llegamos a imaginar que íbamos a hacer una huelga tan larga. De hecho aún no está acabada. Lo primero, para aguantar, es dar los medios a l@s huelguistas para que decidan sobre su huelga. Eso significa tener asambleas generales dónde se debatan sobre todos los problemas y se dónde se busque resolverlos, en concreto con la creación de un comité de huelga. Cada mañana, una asamblea general reagrupa a l@s huelguistas de toda la provincia. Esa asamblea general provincial designa a un@s compañer@s para ejecutar las decisiones, es decir un comité de huelga que se reúne por la tarde.

Eso implica que tu huelga deba ser una huelga activa, si no no puedes aguantar tanto tiempo. La cuestión de la autoorganización, de la democracia, no es solamente una cuestión moral: es un aspecto indispensable si lo que se pretende es que un conflicto se mantenga en el tiempo. Hace falta que l@s huelguistas se apropien de su conflicto, que vean las posibilidades de ganar; si no la vuelta al trabajo se hace inmediatamente.

Pero el apoyo financiero es también indispensable. Más aún cuando la violencia de la empresa es tan fuerte: desde el primer mes, 150 familias tuvimos pagas a 0 euros. La empresa incluso intentó anular el complemento familiar y los tickets restaurantes a los que tenemos derecho los y las compañeras, y eso que es algo totalmente ilegal. La cuestión de la caja de resistencia es entonces esencial. Nuestra caja es sin duda la caja de resistencia más importante jamás conocida en Francia en un conflicto provincial. Y también es una de las más importantes a escala estatal. Hay que volver a las bases del sindicalismo combativo, para ver cajas de resistencias de este tipo.

Por último, otro elemento que nos permite aguantar es el apoyo y la solidaridad expresado, por parte de organizaciones políticas, sindicales o sociales, por parte de personalidades como Besancenot o el diputado Eric Coquerel. Pero también, gracias a la creación de un comité de apoyo militante que se montó durante el verano pasado y que ha organizado campañas de pegadas, colectas, y que ha ayudado en las fiestas de apoyo de los sábados por la noche así como participando activamente en nuestras acciones.

¿Qué estrategia(s) habéis adoptado?

Para nosotr@s, todas las huelgas constan de tres elementos que no se pueden obviar: las asambleas generales diarias, la extensión de la huelga combinada a una política de convergencia y el de hecho de llevar a cabo acciones directas.

Ha habido diferentes momentos en este conflicto. En primer lugar, intentamos ampliar al máximo la huelga en el conjunto de la provincia. Así es como hemos conseguido que el 20 % de l@s carter@s estén en huelga indefinida, con 5 ciudades en huelga mayoritaria: Asnières, Neuilly, Gennevilliers, Levallois y Boulogne-Billancourt, ciudades en las que la dirección ha tenido que titularizar a interin@s para poder llevar a cabo las rutas.

Seguimos con esa estrategia de extensión hasta septiembre, con la incorporación a la huelga de nuevos centros como el de Châtenay-Malabry. Después intentamos extender la huelga a París, con una huelga mayoritaria de 5 días en La Chapelle, en contra de la puesta en marcha del turno partido y en contra de la distribución de la publicidad sin destinatario fijo. Correos ha tenido que posponer estos cambios a finales de abril para evitar que estas luchas se pudieran coordinar con nuestra huelga. Y, gracias al sindicato Sud Poste 93, hicimos unos llamamientos a toda la región parisina, hasta conseguir una huelga que fue un verdadero éxito en Seine-Saint-Denis, y una asamblea general de huelguistas en esa provincia, algo que no se había producido desde hace 10 o 15 años.

Desde enero, decidimos organizar acciones muy contundentes en las sedes de Correos. Hemos ocupado más o menos todas sus sedes, y cada vez la policía tuvo que intervenir violentamente para desalojarnos. También hemos llevado este mismo tipo de acciones hacia el gobierno, en concreto hacia el ministro encargado de Correos, Bruno Lemaire, o hacia la ministra del Trabajo, Muriel Pénicaud, responsable de mi despido. Esas acciones son las que han permitido abrir una fase de negociación, en la que nos encontramos en estos momentos, desde el 4 de marzo. Lo que nos ha reforzado, es el apoyo muy amplio. Aunque en el seno de la izquierda sindical o de la izquierda revolucionaria, se presenta a menudo nuestra huelga como si ésta estuviese aislada, hemos conseguido demostrar lo contrario. El resultado de las elecciones profesionales lo ha de hecho demostrado, ya que hemos conseguido cerca del 52 % de los votos, con una tasa de participación de más del 80 %.

¿Cuál ha sido el papel de las direcciones sindicales y políticas en vuestro conflicto?

El apoyo no ha sido inexistente, pero tampoco fue espontáneo ni natural para el conjunto de las organizaciones. Personas como Eric Coquerel tomaron iniciativas para apoyarnos. Pero podemos decir de manera bastante clara que nuestra unión sindical, Solidaires, no ha asumido para nada su rol de apoyo. Por ejemplo, nadie de la unión sindical ha sido designado para hacer un seguimiento a nuestra huelga; no ha habido ni un solo panfleto de la unión sindical sobre nuestra huelga.

Sin embargo, Solidaires, no es un sindicalismo mayoritario ni muy implantado. Por ello, es una pena que ahí donde sí somos mayoritarios y estamos muy implantados, no se tomen todas las medidas necesarias para apoyarnos. Sin embargo, es muy importante que diferenciemos a las direcciones de todas las estructuras sindicales, políticas o asociativas. Sin las demás estructuras intermedias de Solidaires, de Sud PTT, nunca habríamos podido resistir a nivel financiero. Lejos de tener una visión unilateral de la política de las estructuras sindicales, reconocemos haber recibido numerosas muestras de apoyo, en comunicados, en las manifestaciones, por parte de militantes sindicales, de carter@s, de organizaciones sindicales o asociativas; un apoyo no se limita a la palabra sino también al aspecto financiero.

¿Qué política habéis llevado a cabo con respecto a los «chalecos amarillos»?

Lo primero fue dialogar con ellos en las manifestaciones de los sábados. No nos pusimos chalecos amarillos ni ocupamos rotondas: eso no habría tenido ningún sentido. Hemos observado a ese movimiento con los límites que tiene, pero sin ningún desprecio ni desdén. Para nosotr@s, uno de los problemas, es la ausencia de las fronteras de clase. Algunos de los “chalecos amarillos” dicen que también hay patrones que sufren. Para nosotr@s, aunque haya grandes y pequeños patrones, siguen siendo patrones. Nuestro campo es el del mundo del trabajo.

Pero no miramos a este movimiento desde arriba: éste ha demostrado su combatividad y una determinación que son elementos muy importantes en la situación política actual, y obliga a todo el mundo a tener que hacerse la pregunta de cómo organizamos el enfrentamiento contra Macron, contra su gobierno y su política. Hemos intervenido desde nuestras posiciones de militantes obrer@s, en las empresas, en los centros de trabajo. Fuimos a las manifestaciones de los “chalecos amarillos” como huelguistas, y en tanto que huelguistas debatimos sobre las reivindicaciones que, para nosotr@s, deberían de ser centrales: el aumento de los salarios, de las pensiones y de las prestaciones sociales, la prohibición de los despidos en este contexto de paro de masas.

En definitiva, tratamos de que se exprese una posición clara sobre el hecho de que los responsables de las condiciones en las que nos encontramos son los patrones y no los inmigrantes. Vemos hoy como tenemos más en común con los trabajadores y los jóvenes de Argelia, que se movilizaron contra Bouteflika, que con Macron o con los patrones que lo apoyan.

Para concluir, ¿cuál es el sentido de vuestra huelga?

Una huelga de este tipo sólo puede acabar teniendo un sentido político. Pone sobre la mesa la cuestión de la emancipación. La emancipación, ¿qué significa eso? Para nosotr@s, hay una consigna que es esencial: los turnos están hechos por l@s carter@s, por tanto ell@s son l@s que deben decidir si hay o no que suprimir alguno de esos turnos. No les corresponde a los directivos decidir cuántos turnos hay que suprimir. La huelga permite retomar el control de nuestras vidas, es decir que tomamos conciencia del papel que desempeñamos en la sociedad: sin nosotr@s, nada funciona. Nos limitan a hacer tareas de ejecución, sin poder decidir nada.

Cuando hacemos huelga, nos confrontamos a un montón de cosas: a tener que organizar la solidaridad, a debatir con estudiantes, a darle vueltas a cómo jurídicamente se cuantifica la carga de trabajo, etc. Retomamos las riendas de nuestras vidas. Cuando te das cuenta del lugar que ocupas en la sociedad, tomas conciencia de tus intereses, y esa es la vía esencial para poder emanciparse de una sociedad repleta de opresión y de explotación. Por tanto, el sentido verídico de nuestra huelga, es ese: luchar por la emancipación, por la liberación del asalariado.

¿Cómo podemos ayudaros?

Pues, en primer lugar, aportando a la caja de resistencia, en cuanto se lea esta entrevista. Participando a las acciones, acudiendo a las fiestas de solidaridad, mandándonos comunicados de apoyo… Hemos creado una asociación, l@s amig@s de Sud Poste 92: tenemos que conseguir ser un@s miles. Vamos a demostrar a la dirección de Correos que cada vez tenemos más apoyos, y que no tiene otra alternativa que la de encontrar un compromiso mediante la firma de un acuerdo que ponga fin al conflicto.