Reproducimos a continuacón un artículo de Carlos Carujo, militante del Bloco de Esquerda. Desde IZAR no compartimos el conjunto del análisis que aparece en dicho artículo. Sin embargo si nos parece interesantes muchos de los elementos que aparecen en el de cara a seguir con el debate sobre la situación política portuguesa en general y sobre la izquierda anticapitalista en Portugal en particular.
Por primera vez en el sistema político portugués hay un gobierno del Partido Socialista con el apoyo parlamentario de la izquierda: Bloco de Esquerda y PCP (Partido Comunista portugués). ¿Cómo ha sucedido esto? ¿Qué tipo de acuerdo tienen entre ellos? ¿Acaso esto significa que la izquierda portuguesa tiene ahora algún tipo de acercamiento al poder como Syriza?
El Bloco de Esquerda tenía una opinión clara sobre el PS anteriormente. En el último congreso en 2014, aunque hubo diferentes posicionamientos, una fuerte mayoría rechazó cualquier tipo de alianza con los “socialistas”. Se consideró que el PS defendía una “austeridad light” que no podría ser una solución alternativa real a las políticas de la troika. En realidad, el anterior gobierno del Partido Socialista fue el que firmó el acuerdo con la troika y dijo al pueblo que era inevitable.
En julio de 2015, la última conferencia de la Mesa Nacional antes de las elecciones de octubre sacó las siguientes conclusiones del caso griego: “Hay una importante alianza basada en el gobierno alemán que dirige la Unión Europea e impone las políticas de austeridad. La UE no permitirá la existencia de cualquier gobierno con una política alternativa, y frente a un gobierno de izquierda, no dudará en derribarlo por todos los medios”. Las 2 principales tendencias internas firmaron el acuerdo con los candidatos que pudieran ser elegidos. Entonces aseguraban que no harían ninguna alianza post-electoral con el Partido Socialista.
El PS tampoco podía imaginar un gobierno con la izquierda resultado de estas elecciones. En realidad, el Partido Socialista soñaba con que las elecciones generales serían una brillante marcha al poder gracias al rechazo popular de las medidas de austeridad del gobierno de Passos Coelho. Pero el alargamiento de la crisis internacional y el fin de la intervención de la troika en Portugal permitieron a la derecha decir que había solucionado la crisis económica y, con la “detención preventiva” del ex primerministro del PS por corrupción, afirmar que el PS era el responsable del derrumbe económico.
Además, su candidatura parecía muy débil en campaña y adoptó una estrategia sin una orientación clara. Aunque su programa económico era ambiguamente social-liberal y se basaba en un escenario macroeconómico fantasioso que dificultaba una crítica correcta, esto simplemente no era bastante para movilizar a nadie en la izquierda.
En este marco empezó la historia del apoyo parlamentario de izquierdas al PS. Al final de un debate contradictorio, Catarina Martins, la candidata del Bloco de Esquerda, tomó por sorpresa a Antonio Costa (PS), llevándolo a debatir la conformación de un gobierno de izquierda tras las elecciones sólo si él mismo rechazaba algunas de las líneas más neoliberales de su programa. No hubo respuesta y así el Partido Socialista, que empezó rechazando las propuestas del Bloco como no realistas y defendiendo junto con la derecha que conducirían al país a la “pesadilla de Syriza”, acabó en un convulso silencio táctico.
Esta propuesta en realidad no sólo al candidato a primer ministro del PS, sino también al mismo Bloco de Esquerda, pues no se había debatido esta cuestión en ninguna estructura oficial democráticamente elegida de su dirección, a pesar de las proporciones del giro político que tal propuesta contenía.
Los resultados de las elecciones de 2015: una situación insólita
De esta forma, la gran victoria del Partido Socialista nunca llegó. A pesar de que la coalición de la derecha alcanzó un porcentaje históricamente bajo, ésta tuvo más voto que el PS. Por otro lado, el resultado del Bloco de Esquerda fue una gran sorpresa. Habiendo iniciado la campaña con la imagen de un partido dividido que perdía ímpetu, la popularidad de Catarina Martins subió tras la primera vuelta de los debates televisados y el partido duplicó su anterior resultado, alcanzando el 10%.
Habiéndose considerado una consecuente voz contra la austeridad y beneficiándose de la muy indecisa campaña del PS, el Bloco de Esquerda resistió a la dura presión socialista del “voto útil”, pidiendo derrotar a la alianza con la derecha.
Otro suceso sin precedentes ocurrió la misma noche electoral: el PCP también comunicó su disponibilidad a debatir su apoyo a un gobierno con los socialistas: “El PCP considera al Partido Socialista un partido de izquierdas con políticas de derechas”. Su cambio de posición constituyó un punto de discordancia en esta ortodoxa fuerza política, pero a causa de su secretismo no estamos en capacidad de valorar el grado de desacuerdo. El PCP se demostró más desconfiado frente a un gobierno del PS y además optó por debatir por separado con los socialistas, negándose a colaborar con el Bloco.
Por lo tanto el gobierno de derecha que siguió a estas elecciones no tenía posibilidades de supervivencia. Aunque fue financiado por un indignado presidente conservador en los últimos días de su mandato, estaba condenado a ser una breve pausa, pes no obtuvo la mayoría necesaria en el parlamento para gobernar.
Lo que siguió a la caída del gobierno de Passos Coelho (PSD-CDS) fue una violenta campaña verbal contra la formación de un gobierno del Partido Socialista con el apoyo de la izquierda con 2 argumentos básicos: que fue la derecha la que “había ganado”, ya que en realidad es la segunda vez en Portugal que el segundo partido en votos es la principal fuerza política en el gobierno, y que sería trágico para el país un gobierno que fuera apoyado por fuerzas radicales que se manifiestan en contra de la moneda común y el conjunto del proyecto de la Unión Europea.
¿Un acuerdo para frenar las políticas de empobrecimiento?
Por separado el Bloco de Esquerda y el PCP negociaron con el Partido Socialista los acuerdos de un apoyo parlamentario, en los que estuvieron de acuerdo en comprometerse a votar el presupuesto y otras leyes, pero permanecieron con autonomía fuera del gobierno para proponer otras políticas. Esto permitió a los dos partidos hacer saber que éste no era su gobierno y que no solucionaría los principales problemas del país, pero intentaron dirigirse hacia promesas inmediatas del pueblo y el final de las medidas de austeridad más destructivas.
Fue un enorme sentido de responsabilidad y rechazo de la austeridad los que alimentaron la negociación y la popularidad de que lograron frenar las compactas políticas de austeridad que todavía los mantienen. Pero naturalmente la situación no se mantendría por mucho tiempo. En primer lugar, puesto que el PCP y el Bloco no pueden confiar en que van a aprobarse medidas positivas como la reforma para los salarios y las pensiones, sino también las no populares como el aumento de los impuestos en los combustibles y vehículos. En segundo lugar, y más importante, la austeridad va a aumentar, ya que la Comisión Europea y el FMI acentúan su presión.
La primera señal de alarma vino inmediatamente después de la negociación con la Comisión Europea para el presupuesto: el pacto europeo respecto al presupuesto era el pretexto para el agravamiento de la ley presupuestaria y la limitación de la política económica del PS para una orientación de consumo interno. El resultado es un texto híbrido que es diferente tanto de las declaraciones iniciales del Partido Socialista como del acuerdo firmado. Además, el FMI y la Comisión Europea hicieron prometer al PS otro paquete de “medidas adicionales” si los objetivos europeos del déficit no se cumplen.
De esta manera, el programa de gobierno se encuentra progresivamente en peligro y esto no constituye una sorpresa para los dos partidos de la izquierda que lo apoyan. Ya ambos habían subrayado que el escenario microeconómico “socialista” no es real y que estas políticas no crearán el tipo de milagro económico que sería indispensable para que se cumpliera la “regla de oro” del control del déficit del pacto europeo para el presupuesto. “La austeridad light en un largo período de estancamiento no es una vía alternativa” es un repetido cliché durante años que tiene efecto en la mente de la gente.
Pero además, las medidas que convinieron acordar no estaban en el programa de gobierno, en el que la izquierda podría basarse. Era una especie de programa “mínimo de mínimos”, basado en la idea de un “fin inmediato de las políticas de empobrecimiento y miseria” (la expresión se usó una y otra vez por la dirección del Bloco y se convirtió en lema del acuerdo). Pero más bienestar social no significa el fin de los recortes en las inversiones estatales y de las políticas de austeridad. No significa la capacidad de ofrecer la previsión de medios necesarios para funcionar. No significa un intento real de redistribución de la riqueza.
Es decir, incluso en el acuerdo, que se llevó a cabo con cuidado de modo que nada rebasara las reglas de la UE, ha demostrado muy pronto en su parte negativa que no hay ningún espacio posible para políticas socialdemócratas o keynesianas en este momento en una economía dependiente del sur de Europa sin que haya una desobediencia a sus reglas.
A esto hay que sumar que este gobierno parece incapaz de afrontar los problemas a medio plazo de la política económica portuguesa, como la deuda pública, la crisis del sistema bancario nacional, la moneda europea común y otras limitaciones en una política económica viable y para la inversión pública. A falta de un “desarrollo estratégico” o cualquier propuesta para otro tipo de colaboración europea, es posible que se reviertan ahora las medidas de austeridad más dañinas, pero será imposible frenar la miseria ya que, día a día, el país se empobrece y el ciclo de la crisis económica sigue causando víctimas.
¿Qué opciones para la izquierda anticapitalista portuguesa?
No podemos prever los ritmos y la intensidad de la presión política internacional o incluso el desarrollo a corto plazo de la crisis económica. Pero una cosa es segura: la presión continuará y el gobierno portugués sabe que no puede descarriarse de la ruta decidida y tutelada por los intereses de la burguesía alemana y la dictadura económica de los capitales internacionales, la burocracia europea. La ambigua ideología del social-liberalismo, pues es clara su sumisión a la clase dominante, no permite ningún tipo de esperanza de que el PS resista a estas presiones. Está en la mano de l@s anticapitalistas que se preparen para esta batalla.
Ya que hay que tomar decisiones, tenemos que preguntarnos cuáles son nuestras posiciones alternativas a este gobierno. En este momento vivimos en una época de descompresión tras una austeridad extrema. El gobierno y el acuerdo son populares y lo ratificado está a medio cumplir. Así, independientemente de que nadie en el Bloco vio en un principio el procedimiento del acuerdo, sería contraproducente y difícil de justificar una posición favorable la caída del gobierno. Además, la izquierda está en ascenso, sobre todo el Bloco: l@s principales dirigentes son populares y miles de jóvenes activistas se integran en la organización.
Pero la posición contraria, es decir, el apoyar completamente y de forma acrítica al gobierno cegados por ventajas cortas de miras, el ser incapaces de gestionar críticamente el gran centro de esperanza, comprometernos con un “final feliz” para esta historia, estar atad@s a la lógica gubernamental y aceptar más austeridad por miedo a perder el apoyo de las masas y a culparnos del fracaso del acuerdo, sería una catástrofe política enorme. La “austeridad light” es un cebo y ver el futuro inmediato a través del prisma del juego de la imputación de responsabilidades es una simplificación.
Respecto al ser muy dependiente en la atribución e imagen en los medios burgueses, la dirección del Bloco parece incapaz de escapar del “fantasma del 2011”: en el momento en que la troika llegó (el PCP y el Bloco eran voces aisladas en su contra y proponían una forma alternativa de renegociar la deuda soberana) la campaña de los medios contra la izquierda fue inmisericorde y en las elecciones el Bloco de Esquerda perdió la mitad de su porcentaje.
Existe la creencia de que si nos enfrentamos al gobierno no dando apoyo adicional a las medidas de austeridad desde la izquierda, el PS y los principales medios castigarán al PCP y Bloco, intentando que gane la idea de que son utópicos radicales y que prefieren a la derecha en el poder, y así en adelante. Y hay un miedo indescriptible a que el Bloco puede combatir esta ofensiva campaña.
Pero la izquierda anticapitalista tiene que elegir si se va a entregar a esta política temerosa o hará lo que tenga que hacerse para la defensa de una política alternativa contra la austeridad que no implique entregarse a los cálculos electorales.
No hay salida de aquí. Podemos solo tratar de marcar líneas rojas inteligentes y entendibles que supondrían la retirada del apoyo al gobierno en un probable escenario de abierta crisis, y según el cual el gobierno intentará imponer un paquete de medidas de austeridad, apoyado por la Unión Europea, o a un escenario de imposición gradual pero asegurada de medidas de austeridad en pequeñas dosis. Líneas rojas que no se limitan solo dentro del texto del acuerdo sino que van más allá de éste, pues una “austeridad inteligente” puede ser disimulada.
La izquierda anticapitalista tiene que ser más crítica. Y ha habido muchos momentos en los que la dirección del Bloco ha sido hasta tal punto acrítica que parecía más defensora del gobierno que el propio gobierno del Partido Socialista, ya que se jactaba de sus enormes victorias. Ser sólo crítica en los comunicados es evidente que no es suficiente.
La cuestión central y real son las alternativas en la política, más allá de las negociaciones en el gobierno y las contradicciones parlamentarias. Es el cómo tiene que llevarse a cabo una política anticapitalista hoy. Cómo descubrimos de nuevo aquella resistencia activa, basada en las masas, contra la austeridad, cómo vamos a cambiar la correlación de fuerzas.
Hay bastantes dificultades para la puesta en marcha de esta tarea. Los movimientos sociales antiausteridad que organizaron las masivas manifestaciones contra la troika han desaparecido. No hay ninguna autoorganización significativa contra las medidas de ajuste. El Bloco de Esquerda, aunque vive su propio periodo de popularidad, parece que es y actúa como un partido del sistema: tutelado por los medios de comunicación y completamente institucionalizado en sus acciones. Muchos recursos, pero también instrumentos del partido, se han invertido en el trabajo parlamentario y hay una fuerte dependencia estructural de la financiación estatal.
Además la dirección del Bloco se ha demostrado incapaz de marcar una agenda ofensiva. Hace una política coyuntural y cortoplacista, mostrando una profunda falta de estrategia y actitud defensiva en sus posiciones políticas. Una frase que se repitió en la última Mesa Nacional del Bloco podría resumirse con esta cita: “¡Ni un paso atrás del acuerdo de gobierno!”. Incluso la relación con los movimientos sociales se afronta como apéndice del apoyo al gobierno.
El texto acordado de este encuentro apoyaba que la capacidad de organización de un sector social multiforme y de la movilización popular sería de una importancia vital – y una victoria- de cara a afrontar las presiones internas y externas, ya que permitiría mantener del modo acordado la recuperación del trabajo asalariado.
Esta idea desgraciadamente parece encubrir de mala forma la táctica de una espera pasiva, porque lo que realmente hay es el llamamiento a una movilización inexistente, con el objetivo de que se salve el acuerdo de gobierno con el PS y no la exigencia como partido de poner todas nuestras fuerzas para la construcción de un movimiento contra la austeridad desde abajo. Y en medio de una agitación económica y política, el conformarse con el lema “Ni un paso atrás” significa quedarse paralizado.
El paso imprescindible hacia adelante no es simplemente una figura retórica. Significa un cambio radical de prácticas y prioridades. La izquierda anticapitalista tiene que trabajar desde abajo para descubrir de nuevo su democracia desde la base, construir el movimiento popular, ayudar a colectivos a autoorganizarse, crear un frente social y político que se proyecte como alternativa real también a la “austeridad light”.
Las medidas en el acuerdo y otras políticas del gobierno
El acuerdo para apoyar el gobierno del Partido Socialista se basó en la idea de revertir algunas de las anteriores medidas de austeridad. Una de las más importantes fue la cancelación de los recortes en el sector público (en realidad esto era una medida obligada a causa de una resolución del Tribunal Constitucional, en contra de seleccionados recortes en los sueldos que se llevaron a cabo por el anterior gobierno).
A esta le siguieron la restitución de un “factible” sistema en las pagas de l@s pensionistas, alineado con la inflación, de modo que no se pierda el valor real de estas pagas, el restablecimiento de los días festivos nacionales que la derecha había suprimido, la revocación de la privatización de los transportes urbanos, el restablecimiento de los indicadores de los niveles impositivos anteriores, de modo que se aumente la progresividad del impuesto de la renta, la disminución del impuesto de valor añadido en los restaurantes, bares y cafeterías y serias restricciones para los bancos en la ejecución de los desahucios.
Medidas de otro tipo se han basado en anular toda la legislación conservadora del gobierno de Passos Coelho (PSD-CDS), como el aumento de las facturas en los abortos, en la adopción de parejas homosexuales y la derogación de los exámenes de estudiantes y profesores. También fueron propuestas nuevas medidas, como el pequeño aumento del salario mínimo, la aplicación automática del valor social en el sector de la energía y un pequeño aumento en las ayudas familiares con bajos ingresos.
Además, las propuestas más liberales del PS fueron rechazadas, como un nuevo sistema de despidos y la disminución de la contribución social de los empresarios. Promesas de otro tipo, de principios vagos, constituyeron una parte del acuerdo: la lucha contra las condiciones laborales precarias, la defensa del “estado social” (la cual todavía se encuentra en peligro a causa de los recortes impuestos) y no a nuevas privatizaciones (algo que no se cumplió, pues después del anuncio el gobierno privatizó los trenes públicos y vendió un banco salvado con fondos estatales).
Otras cuestiones de importancia se aplazaron a través de la creación de grupos de trabajo entre el Bloco de Esquerda y el Partido Socialista. La deuda pública era una de estas cuestiones. El presupuesto, que se votó en el parlamento con el apoyo de la izquierda parlamentaria, se basó en el acuerdo con las medidas descritas, pero no por completo, pues la Unión Europea exigió un conjunto medidas adicionales para que se revisaran con el estándar del déficit. Así hubo limitaciones en la contratación de personal en el sector público, se aplazó disminución de contribuciones de los sueldos más bajos a la Seguridad Social y por el contrario los impuestos en automóviles, tabaco y alcohol fueron aumentados.
Esto dio la oportunidad a la derecha de intentar señalar que el gobierno del PS traía consigo una “austeridad de izquierdas” y que el aumento de impuestos iba a conducir al país a más crisis, lo que desencadenó fácilmente críticas desde los medios de comunicación.
Para valorar la colaboración entre las fuerzas de la izquierda habría que tener en cuenta también que más allá del acuerdo hay políticas que se adoptaron directamente con la negociación con la Unión Europea: el banco Banif, que como objeto de intervención pública fue vendido al Santander sin el apoyo parlamentario de la izquierda pero con el de los partidos de la derecha.