Tras la sentencia de la Gürtel dictada el pasado 24 de mayo el PSOE presentó una moción de censura que salió adelante con el apoyo de todos los grupos parlamentarios salvo el PP, Ciudadanos, UPN y Foro Asturias. Pedro Sánchez, apoyándose en el descontento generalizado por la gestión del PP y fundamentalmente en los casos generalizados de corrupción, llega al gobierno asegurando el mantenimiento de los presupuestos aprobados por el PP de cara a ganar el apoyo del PNV y sin desvelar el programa de gobierno. El Partido Popular cierra así 7 años de Gobierno agudizando la guerra interna entre los que pretendían seguir manteniendo a Mariano Rajoy o en su defecto a Sáenz de Santamaría como los futuros presidenciables y los que apoyan desde otras familias del partido candidatos como Feijoo o Ana Pastor.

En la moción de censura cada uno ha puesto sus cartas sobre la mesa. Podemos se ha redimido del pecado original que arrastraba desde hace 2 años por no haber apoyado su investidura y no ha rechistado en entregarle su apoyo incondicional, Ciudadanos ha golpeado a diestro y siniestro envuelto en la bandera pidiendo unas elecciones favorables en las encuestas y ERC y el PdCat le han recordado su papel en la aplicación del 155 dejando claro que no dan un cheque en blanco. Conviene tener presente que el PSOE acceden al poder de forma abrupta sólo por el rechazo unánime de los demás al PP y con una debilidad parlamentaria manifiesta.

Un gobierno que tiene que responder a las calles

Tras la salida del Partido Popular, el PSOE vuelve al Gobierno como una alternativa a las políticas de austeridad, recortes y represión del Gobierno de Mariano Rajoy. Tras un importante ciclo de movilización contra las violencias machistas, en defensa del sistema público de pensiones, contra la ley mordaza y las leyes represivas en Catalunya, etc. se verá muy presionado para responder a muchas de esas demandas si pretende mantenerse electoralmente. Es muy probable que nos encontremos con gestos y medidas efectistas para conciliarse con el electorado de izquierda (laicismo en la toma de posesión, recuperación del ministerio de Igualdad), sin embargo ha rehuido si derogará la reforma laboral del PP y la LOMCE, dos caballos de batalla del ciclo de movilizaciones que vino tras el 15M y que defendieron en la oposición.

Al igual que ya sucediera en 2004 con el gobierno de Zapatero con cuestiones como la retirada de tropas de Irak, las demandas del movimiento se convierten en exigencias irrenunciables para el Gobierno si pretende diferenciarse de lo anterior. Sin embargo, esto no significa que debamos tener alguna esperanza en el partido que ha gestionado los primeros años de la crisis. No podemos olvidar que éste es el PSOE del artículo 135 de la Constitución, el de la reforma laboral de 2010 que allanó el camino a la del gobierno del PP, el retraso en la edad de jubilación a los 67 años en 2011 o el que recientemente ha apoyado la aplicación del artículo 155 y las políticas represivas y de excepción en Catalunya.

Unidos Podemos, sin líneas rojas a Pedro Sánchez

La posición de Unidos Podemos respecto a la investidura de Pedro Sánchez ha sido la de votar a favor sin ningún tipo de delimitación política. Desde nuestro punto de vista, estamos a favor de echar al Gobierno del Partido Popular pero no a favor de generar falsas ilusiones sobre un Gobierno del PSOE. El juego político de la dirección de Podemos que, en marzo de 2016 rechazó la investidura de Pedro Sánchez con un programa acordado con Ciudadanos acusando a su partido de “tener el pasado manchado de cal viva”, aparece ahora como un defensor a ultranza de Pedro Sánchez y lo invita a convertirse en “una referencia de un nuevo socialismo en el sur de Europa”, incluso asumiendo que se “comerá los presupuestos del PP”.

El viraje que viene dando Unidos Podemos y que certifica con este apoyo incondicional a Sánchez demuestra que su objetivo es claramente ocupar el espacio de la socialdemocracia, apareciendo como un partido responsable en la oposición y proponiendo incluso un Gobierno conjunto con el PSOE ahora y en las próximas elecciones, convirtiéndose en un recambio renovado del Partido Socialista. Lo más preocupante del movimiento de Podemos es que ni tan siquiera los sectores Anticapitalistas, como Kichi y Teresa Rodríguez que clamaron al cielo por el chalé de Pablo Iglesias e Irene Montero hace pocas semanas, hayan mostrado ningún desacuerdo públicamente sobre esta orientación de subordinación al PSOE por la dirección de su partido.

Que no cunda la desmovilización: construyamos un otoño caliente

Iniciamos un ciclo político en el que corremos el riesgo de que la ilusión generada por la entrada de Pedro Sánchez al Gobierno cristalice en un clima de desmovilización o al menos de espera hasta ver qué medidas lleva a cabo el Partido Socialista. Las direcciones de los sindicatos mayoritarios que llevan años rehuyendo una respuesta contundente a las políticas que venían ejecutándose por el PP van sin duda a encontrar un acomodo en el clima de ilusión que puede generar el Gobierno de Pedro Sánchez.

Las y los revolucionarios tenemos como tarea urgente mantener y reforzar la movilización, avanzando hacia la construcción de una huelga general que unifique y ponga sobre la mesa todas las demandas que llevan escuchándose todos estos años en las calles. La perspectiva de construir una movilización unitaria de todos los movimientos impulsada por la Plataforma de pensionistas no solo debe mantenerse sino que debe reforzarse y cobra más sentido que nunca. No podemos dar ninguna tregua, ni depositar falsas esperanzas en el PSOE. Este gobierno tiene que encontrarse por delante un otoño caliente, plagado de movilizaciones, luchas y huelgas. Esa es la única forma de que consigamos imponer nuestras reivindicaciones.