En 1992 Francis Fukuyama publicaba “El fin de la historia”. Tras la caída del muro de Berlín y la disolución de la Unión Soviética legiones de politólogos, filósofos, escritores y economistas liberales veían que la historia había llegado a su fin… el sistema capitalista había triunfado frente al colapso del mal llamado “socialismo real” que había durado unos escasos 75 años. Tras esto, un río de riqueza, arco iris de consumo y montañas de bienestar esperaban a la población europea y americana y quizá al mundo entero, según este grupo de triunfalistas.

Pasaban ya por alto las profundas desigualdades de los países del bloque capitalista, el deterioro del medioambiente, las guerras por recursos naturales y otros motivos del tercer mundo y demás conflictos y opresiones. Pero además, el movimiento altermundialista y la guerra de los Balcanes hacía ya prever que quizá la historia (entendida como crisis, guerras, revoluciones y cambios políticos bruscos) continuaba su marcha existiera o no un bloque soviético.

A 30 años de la publicación de dicho libro el panorama no puede ser más desolador. Los arco iris de consumo languidecen para millones de personas que no tienen acceso a los bienes más básicos a causa de la carestía y la escasez de algunas materias primas; los ríos de riqueza (y los reales) se secan con cifras tan escalofriantes como que el 55% de la población más pobre solo ostenta el 1’3% de la riqueza mundial y las montañas de bienestar contrastan con los millones de hogares europeos que en este invierno no pueden poner la calefacción porque no pueden hacer frente al pago de la energía…

Y es que resulta que esta década recién estrenada de los años 20 nos ha mostrado la verdadera cara del sistema capitalista. En apenas 2 años y 3 meses una pandemia mundial (causada en gran parte por nuestro modelo de biodiversidad), guerras por doquier (de las cuáles la invasión de Ucrania por parte de Rusia ha encendido todas las alarmas en Europa), consecuencias cada vez más graves del cambio climático (solo en el Estado Español se han vivido sequías, temporales, nevadas históricas y la llegada de tormentas de arena prácticamente en las mismas fechas año tras año) y un aumento del coste de la energía sin precedentes son solo algunos de los ejemplos de que cada vez vivimos peor incluso en el “primer mundo”.

El caso del Estado Español es especialmente sangrante. Con el gobierno “más progresista de la historia” a la cabeza, los y las trabajadoras no hemos dejado de perder poder adquisitivo en los últimos años. Ya soportamos que, a costa de nuestros impuestos, se subvencionara a prácticamente todas las empresas durante la pandemia para pagar el 70% de nuestros salarios, obligándonos a la vez a ir a trabajar hacinados en los peores días de la primera ola sin ningún tipo de protección. Tras esto y con beneficios multimillonarios del IBEX 35 llegaría la carestía de la luz, causada por un mecanismo de mercado cuyo único objetivo es que 4 empresas que producen y distribuyen más del 70% de la energía, año tras año tengan beneficios multimillonarios también. Ya por último, este año 2022 comenzaba con tasas de inflación desbocadas las cuáles encarecían la cesta de la compra para todos los hogares, precios de hasta 500€ el megavatio hora y los combustibles llegaban a los 2€ el litro.

Frente a esta situación donde algunas de las necesidades más básicas quedan sin cubrir o se cubren realizando grandes esfuerzos económicos, amplios sectores se han movilizado y se movilizarán. La huelga de los y las trabajadoras del metal en Cádiz por conseguir que el poder adquisitivo del salario esté garantizado según el IPC muestra el camino de lo que necesitamos el conjunto de los y las asalariadas. También los transportistas y el sector rural ha protagonizado amplias movilizaciones, cargadas también de contradicciones dada la pasividad y la inoperancia de las centrales sindicales y la posterior influencia de la extrema derecha, así como múltiples huelgas obreras como Tubacex, Airbus, Zumosol y más cuyo hilo conductor es la imposibilidad de tener un nivel de vida digno con las condiciones económicas y laborales actuales.

Desde Izquierda Anticapitalista Revolucionaria IZAR lo decimos en todos los frentes. Es necesario nacionalizar bajo control social los sectores estratégicos para acabar con esta situación insostenible. Es necesario racionalizar la economía para que esté al servicio de nuestras necesidades y no simplemente como instrumento para que los ya muy muy ricos lo sean aún más. Debemos actuar ya frente a la carestía y escasez de alimentos y materias primas, frente a los precios de la luz, el gas y el combustible, frente a las causas y consecuencias de un cambio climático que amenaza con hacer nuestra vida cada vez más difícil sino insostenible.

Para ello no existen atajos. La movilización sostenida de la clase trabajadora y la juventud que presiones a los sindicatos mayoritarios a convocar una huelga general sostenida es la única opción que nos queda para hacer pagar las consecuencias de esta crisis a aquellos que de verdad se han forrado y se siguen forrando, los capitalistas. Solo la organización, la huelga y la movilización lograrán imponer una reparto diferente de la riqueza.