Décimo año de crisis: más explotación para l@s de abajo
Con la entrada en este 2018 soplamos las velas del décimo cumpleaños de la crisis económica mundial y muy pronto habrá toda una generación en el estado español que no habrá conocido cuáles eran nuestras condiciones de vida antes de que el colapso cíclico del sistema, empezando por Lehmann Brothers y llegando al estallido de la burbuja inmobiliaria aquí, obligara a las burguesías a reaccionar: escuchamos a Sarkozy hacer célebre aquello de “Hay que refundar sobre bases éticas el capitalismo” y aquí a un satisfecho Díaz Ferran, una vez que Zapatero se decidió a no vacilar en sus ataques, decir “Para salir de la crisis hay que trabajar más y cobrar menos”.
Casi nos creímos aquello de “Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, sin embargo en este décimo año de crisis, los datos son devastadores: sólo se ha recuperado un 49% de los puestos de trabajo destruidos, a base de precariedad, con contratos que llegan incluso a ser de 6 horas y con un despido más barato que nunca para la CEOE, a quien las 2 últimas reformas laborales han significado un banquete de más flexibilidad y mano de obra semiesclava. El estado español lidera el paro entre los mayores de 25 años en la UE, del 40%, con la temporalidad y el exilio como ingredientes.
Los salarios no han hecho más que desplomarse: el sueldo medio en 2017 no llegó a 1000 euros netos al mes. ¡Qué lejos queda ya cuando ser mileurista era marca de vivir al límite en los años de Zapatero! Se han normalizado escandalosamente l@s trabajador@s pobres, el empleo que no permite llegar a fin de mes. Si a esto añadimos la caída de las horas extra pagadas, el progresivo aumento de desahucios a pesar de las PAHs, el aumento de las tasas universitarias, la privatización de los servicios públicos y los sucesivos recortes de pensiones, los ataques laborales en esta ofensiva de clase tocan hueso.
Silencio sindical en los cuarteles de invierno y el “cambio” integrado en las instituciones
Parecería que ha pasado 50 en lugar de 5 años desde la última huelga general contra Rajoy y que las y los trabajadores afrontamos mejor hoy la llamada “recuperación económica” para las direcciones sindicales de CCOO y UGT. Un clamoroso silencio como respuesta a todo el mapa anteriormente descrito de ataques bien dosificados del gobierno y la patronal vuelve a dejar más que huérfanos a millones de trabajador@s y jóvenes. La escenificación y propaganda del reciente acuerdo con la irrisoria subida del SMI recuerda a la del “pensionazo” de 2011.
Pero tampoco el sindicalismo alternativo ha conseguido construir movilizaciones de conjunto capaz de reforzar a nuestro bando social. A día de hoy sigue siendo central ir tejiendo lazos entre equipos sindicales, sean de la central sindical que sean, que defiendan un sindicalismo combativo y que busquen la convergencia de las luchas y la autoorganización de los y las trabajadoras.
La izquierda parlamentaria que representan Unidos Podemos encara este 2018 ajustando las agujas del reloj electoral y mirando de reojo a las encuestas, en lugar de plantear la movilización en la calle como cancha para derribar las políticas de Rajoy y no puntualmente para reforzarse en el debate parlamentario y en la pelea de gallos con el PSOE. Los gobiernos del cambio se han quedado lejos de las expectativas de su propia base social, dando la espalda a la posibilidad de enfrentarse al estado, sus fuerzas y modelo económico. Si algo aún podía quedar de discurso de “alternativa al bipartidismo”, la entrada en el gobierno del PSOE de Castilla La-Mancha se lo llevó por delante. La embestida del régimen, aún sin cerrar su crisis, con el proceso llevado a cabo en Catalunya pronostica pocas piruetas programáticas.
Impulsar la movilización para imponer un programa de ruptura con los capitalistas
Frente a la atonía del sindicalismo mayoritario desarmado para responder a futuras nuevas agresiones a la clase trabajadora, el fortalecimiento represivo del régimen y la opción de seguir alimentando las falsas ilusiones de democratización de las instituciones y humanización de un capitalismo que no lo permite, existe una hoja de ruta que implementar desde la izquierda anticapitalista y revolucionaria: unificar y ofrecer perspectivas a las luchas existentes e imponer un programa de ruptura con el capital.
Estos próximos meses, la huelga convocada para el 8 de marzo, debe permitir poner de relieve el feminismo de clase y combativo que defendemos para construir una huelga no sólo de mujeres, sino que interpele al conjunto de tod@s l@s trabajador@s. Se trata, ese día, partiendo de demandas como la igualdad salarial entre hombres y mujeres, de denunciar el conjunto de las políticas antisociales que van en contra de nuestra clase, cebándose particularmente con la mujer trabajadora. De igual modo están llamad@s a secundarla las y los estudiantes, lo que es una oportunidad para reactivar el movimiento estudiantil.
Una semana antes, las Marchas de la Dignidad andaluzas intentarán el 28F en Sevilla marcar el ritmo para que a nivel estatal podamos cerrar el curso con otra fecha de movilización unitaria en Madrid. Aparte del éxito que supone sacar durante 3 años sucesivos, atravesadas por el largo ciclo electoral, a decenas de miles de personas a la calle un mismo día, seguimos pensando que las Marchas son, a día de hoy, la mejor herramienta para tratar de hacer converger las luchas existentes ofreciendo perspectivas políticas de ruptura con los intereses de la patronal y con los gobiernos que aplican políticas antisociales.