Al final de la semana pasada, tras el ataque frente a una sinagoga en el asentamiento judío de Neve Yaakov, en Jerusalén Este, y un segundo ataque en la Ciudad Vieja que dejó 2 heridos, las declaraciones de condolencias dirigidas al gobierno israelí y las condenas al “terrorismo” se han multiplicado. Emanaron de todas las grandes potencias, desde EEUU hasta Gran Bretaña pasando por Francia y Rusia. Sin olvidar a Ucrania, que se sumó a este coro lloroso y perfectamente hipócrita, incluso países árabes como Egipto, Jordania o los Emiratos Árabes Unidos.
Unos días antes de este ataque el ejército israelí había llevado a cabo una incursión mortal contra el campo de refugiad@s de Jenin con un balance provisional de al menos 10 palestin@s muert@s, que eleva a 34 el número de palestin@s asesinad@s desde principios de enero. Pero ahí, ninguna condolencia por parte de las grandes potencias, ninguna condena contra el terrorismo israelí que tiene en su haber 230 muertos durante el último año. Diferentes capitales simplemente expresaron su “preocupación” y llamaron a todas las partes a “controlarse”. Una forma de tratar a agresores y agredidos al mismo nivel y de enviar espalda contra espalda a colonizadores y colonizad@s.
Al comienzo de la semana, Anthony Blinken, el enviado especial de Joe Biden, seguramente repetirá las mismas letanías. Sin olvidar el “apego sempiterno a la solución de 2 Estados -uno palestino y otro israelí que convivan pacíficamente uno al lado del otro-, una solución obsoleta durante mucho tiempo por la frenética colonización de Cisjordania y Jerusalén Este por parte del Estado sionista, la colonización que continúa todos los días, a pesar de todas las condenas internacionales de organismos como la ONU o la Unión Europea, que Anthony Blinken no tiene en cuenta. Porque dichas condenas, extremadamente moderadas, nunca han ido acompañadas de sanción alguna y sólo sirven para dar buena conciencia a quienes las adoptan. No se trata de poner en dificultades a Israel, que sigue siendo el principal aliado del imperialismo occidental en la región.
Una movilización renovada en la Palestina ocupada
El año 2022 estuvo marcado por un fuerte resurgimiento de la movilización de la juventud palestina, no solo en Jenin y Nablus, sino también en otras ciudades como Ramalla y Hebrón y también en una serie de aldeas donde se realizan manifestaciones cada semana contra la destrucción de casas y pozos, el corte de carreteras, la incautación de tierras, las incursiones de los colonos contra los pastores, incluso los incendios provocados de automóviles y maquinaria de construcción. Para tomar solo un ejemplo, solo el domingo 29 de enero, en Nablus, 120 automóviles fueron objeto de apedreamientos por parte de los colonos y 22 tiendas fueron atacadas.
Esta movilización se está produciendo completamente al margen de la Autoridad Palestina, incluso en su contra. Hay que decir que este último está plagado de corrupción, crimen organizado, nepotismo y completamente subordinado a Israel en el campo de la seguridad. Este pseudogobierno palestino de Mahmoud Abbas, que ha suprimido todas las elecciones desde 2005 y que combina las presidencias de la Autoridad Palestina, la OILP y Fatah, no ha podido oponerse a los asentamientos israelíes excepto con gestos simbólicos. De este desprestigio se benefician la Yihad Islámica y en menor medida Hamás o el Frente Popular para la Liberación de Palestina– que no ofrecen perspectivas reales de lucha.
La carrera precipitada de un gobierno de extrema derecha
El gobierno formado a finales de diciembre en Israel, como han señalado todos los observadores, es el más derechista de la historia del país, agrupando en torno a Benyamin Netanyahu a un sinfín de partidos y grupos de extrema derecha, supremacistas judíos, homófobos, racistas y clérigos ultraortodoxos. A nivel nacional, tiene la intención de atacar el secularismo, los derechos de las mujeres y LGBTI, la independencia del poder judicial, la libertad de prensa y los derechos de los árabe. israelíes. En cuanto a Cisjordania, quiere multiplicar los asentamientos judíos y legalizar los que habían sido declarados ilegales por la justicia israelí. Al mismo tiempo, pretende proceder con la “judaización” de los barrios árabes de Jerusalén expulsando a la población palestina poco a poco. No hace más que continuar, agudizando, la política de los gobiernos que le precedieron y que, con algunos ministros “izquierda”, justificaron la colonización en el nombre de “la seguridad de Israel”. Hoy cosechan lo que siembran.
Después de los 2 ataques de Jerusalén, el gabinete anunció una respuesta “fuerte y sólida”. Las “familias terroristas” árabe-israelíes se verán privadas en el futuro de la Seguridad Social, o incluso de la nacionalidad israelí. A l@s palestin@s en Jerusalén Este se les confiscarán sus tarjetas de residencia permanente y pueden ser deportados a Cisjordania, y en todas partes se destruirán nuevos hogares como represalia y castigo colectivo. Medidas que ya se aplican ampliamente de facto en desafío al derecho israelí e internacional.
Desde este punto de vista, no cambiará mucho, pero Netanyahu y su camarilla quieren satisfacer a los más antiárabes de sus seguidores. Además, en el future se facilitarán armas a los civiles judíos. Gran parte de las que poseen l@s palestin@s se obtienen a través del tráfico que opera entre Israel y los territorios ocupados. En cuanto a la pena de muerte -que Netanyahu quiere reactivar- su efecto disuasorio será limitado: cientos de palestin@s arriesgan su vida cada día en la lucha contra el ocupante.