Lo último que nuestras occidentales retinas recogieron de la caravana migrante que este otoño ha protagonizado el foco migratorio en los medios desde San Pedro Sula, Honduras, fueron los gases lacrimógenos de la patrulla fronteriza para dispersar a más de un centenar que habían logrado cruzar la valla entre EEUU y México en la garita de El Chaparral. La icónica imagen de una madre arrastrando a un par de niños sollozando por el suelo, por tremendamente desesperante, solapó a otras días antes en que del mismo lado seguían estando l@s migrantes.
Con gritos de “¡Fuera hondureños, aquí no los queremos!” y “¡México para los mexicanos! ¡Fuera las maras, regresen a su país!” protestó un grupo de unos 300 habitantes de Tijuana al llegar la caravana al último punto fronterizo de México hace 2 semanas. Tan violenta fue la reacción que la policía antidisturbios tuvo que detener a la turba de manifestantes, reunida frente a una estatua del guerrero azteca Cuauhtémoc antes de dirigirse a un complejo deportivo que sirve de refugio temporal a los 2500 inmigrantes de la caravana. Escandaliza que est@s mexican@s hayan calcado el lema de campaña de Trump, quien aún quiere vetarlos con la construcción de un muro a lo largo de toda la frontera.
Si bien much@s han dado la bienvenida incluso presionando para habilitar una zona de acogida para la caravana y donando alimentos y ropa, algunos residentes de Tijuana han expresado una hostilidad exacerbada en medio de una intensa cobertura mediática y una retórica agresiva. Un erigido portavoz señaló que en Tijuana no están en contra de l@s centroamerican@s sino de quienes cruzan de forma ilegal. Desconocen que no hay forma de pedir refugio en EEUU si no es cruzando México de forma irregular.
Salvadoreñ@s, guatelmaltec@s y hondureñ@s se sorprendieron de la ira intempestiva que estaban viendo, particularmente en contraste con el flujo de apoyo que habían recibido a lo largo de la ruta a través del sur de México. “No nos quieren aquí, han sido muchos insultos y nos dolió porque pensamos que iba ser igual que en Chiapas, Veracruz y Ciudad de México, y no fue así, aquí nos trataron mal y eso nos desanima”, dijo Alexander, un hondureño de 18 años. Otros tenían más miedo porque la protesta se produjo días después de que otros manifestantes hostigaran y lanzaran piedras a un centenar que dormía en la playa.
Algun@s dijeron que ante esta creciente hostilidad solo quedaban ganas de volver a Honduras, aunque con mayor miedo pues el presidente, Juan Orlando Hernández, había amenazado que a todo aquel que hubiese salido del país volvería directamente a la cárcel. Otra opción es entregarse al Instituto Nacional de Migración de México para ser deportad@s. Aquéllos que llegan deben agregar sus nombres a una lista de aproximadamente 3000 que ya están esperando para solicitar asilo en el país de Trump. Los funcionarios de la ciudad han estimado que la cantidad de migrantes en Tijuana podría llegar a casi 10000.
No está claro cuánto tiempo Tijuana puede controlar esta afluencia. Han estimado que, hasta que reciban los fondos que han solicitado hace semanas al gobierno federal, solo tienen recursos de aproximadamente un par de semanas. Pero como los inspectores apostados en la frontera de EEUU procesan aproximadamente 100 solicitudes de asilo al día en el principal puerto de entrada, San Diego, no parece que puedan elegir ir a ningún otro lado pronto. El alcalde de Tijuana, Juan Manuel Gastélum, temía que se quedaran al menos 6 meses.
El presunto desprecio de una migrante de Honduras a los frijoles indignó a vari@s mexican@s y las redes sociales encendieron xenofobia y los sentimientos nacionalistas. Gastélum, del conservador Partido Acción Nacional (PAN), quien ha sido visto con una gorra al estilo de los sombreros de la campaña “Make America great again”, tuvo fácil hacerse eco de las protestas airadas de sus vecin@s y prendió la cerilla. En unas primeras declaraciones a la prensa, llamó a la llegada de los migrantes “avalancha” para la cual ninguna ciudad estaría preparada y se refirió al grupo como “vagabundos”. Pero no se quedó ahí.
El entronado sheriff acusó a l@s migrantes de ser un grupo agresivo, desagradecido y grosero, que entre ell@s había hay muchos “mariguanos” y personas violentas que ponían en riesgo la seguridad de Tijuana, por lo que señaló que ya no los querían más tiempo en la ciudad y que organizaría una consulta ciudadana para establecer si querrían seguir recibiendo personas en adelante: “Los derechos humanos son para humanos derechos”. El gobernador de Baja California, Francisco Vega, dijo que habría tolerancia cero para quienes infringieran las leyes vigentes del país y Trump aprovechó y tuiteó: “Del mismo modo, EEUU no está preparado para esta invasión y no lo tolerará”. Estaba servida la tormenta perfecta.
Y mientras que la xenofobia se extiende como la pólvora entre l@s pobres de la frontera y un exmilitar llama a organizar entre sus compatriotas una “milicia de autodefensa por México” y anima a los narcos a parar la “invasión”, a unos metros de Tijuana, en el otro lado, organizaciones civiles estadounidenses como Ángeles sin Fronteras y Coalición en solidaridad con migrantes y refugiad@s, se manifiestan en la garita El Chaparral, en San Isidro, en apoyo a la caravana migrante, avergonzad@s de quien habita la Casa Blanca. El cóctel en Tijuana, solidaridad y rechazo, no podía ser más explosivo.
Más de 4000 migrantes varad@s y hacinad@s necesitan respuesta internacional porque Tijuana o México no puede o no se la quiere dar. La crisis humanitaria es inminente. La situación social ya es bastante compleja. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social, cerca del 60% de l@s tijuanenses, más de 5 nacionalidades, vive en situación de pobreza. El índice de asesinatos está disparado: es la 5ª ciudad más violenta de México, país que se desangra desde 2006, cuando el entonces presidente Felipe Calderón inició la “guerra contra el narcotráfico”. Si en Guatemala, Honduras y El Salvador se mata muchísimo, aquí todavía más.
Tijuana un buen ejemplo actual de la foto fija de un mundo en movimiento, en que el capital obliga cada vez más a desplazamientos forzados. Malacostumbrad@s al éxodo oriental desde Siria por las islas griegas y normalizada la frontera sur con el Magreb rebosante de cuerpos ahogados, llegan las imágenes en telediarios hace una semana de l@s últim@s parias de América haciéndose hueco en tierras de l@s penúltim@s hacia el sueño del norte, enfrentándose a la semilla del racismo y el odio de sus iguales en la caravana del hambre. A los pobres nos hacen competir en el lodo. Como cantan Los chikos del maíz “El madero más peligroso es el que todos llevamos adentro/y sale a flote con el chiste del rumano y el cobre”