
Después de los apagones universales de la actividad económica, la adopción masiva de las mascarillas y la distancia social, y después del desarrollo y distribución de una vacuna más rápidos de la historia, la humanidad todavía tiene un problema con el Covid19. La pandemia se ha llevado a más de 4 millones de vidas a nivel global. Los EEUU, India y Brasil se mantienen como el top 3 de naciones en sendas infecciones y muertes totales (de acuerdo con los datos suministrados) A pesar de ello, las grandes poblaciones de estos países son lo que les ha subido a la cima de la lista; prácticamente todos los países de la Tierra están enfrentándose a esta crisis, unos mejor que otros.
¿Han sido todas las medidas para nada? ¿Deberíamos escuchar a los teóricos de las grandes empresas y declarar que deberíamos simplemente aprender a convivir con el virus? ¿Deberíamos aceptar esto como la “nueva normalidad”? La respuesta es NO, porque, si observamos las razones por las que las medidas no han acabado con el Covid (y el por qué de los éxitos de unas naciones frente a otras), podemos ver que hay esperanza en terminar con la pandemia.
Razón 1: Liderazgo pobre en las contramedidas y fabricación de polémicas
El aumento de diferentes “cepas pioneras” del Covid-19 (virus que superan a l@s que han sido vacunad@s) puede parecer que sugiere que las vacunaciones, u otras contramedidas, son inútiles. Esto sería una peligrosa equivocación. El crecimiento y esparcimiento del virus entre la población solo aumenta el espacio en el que puede mutar en nuevas formas.
Difundido por exhalación desde los pulmones hacia el aire, el Covid-19 tiene varias debilidades en su transmisión. La primera es que es mucho menos probable que se transmita por contacto que a través del aire. Simplemente con lavarse las manos se elimina virtualmente el riesgo asociado a las superficies, y el resto se puede contener de manera mayoritaria llevando mascarillas y con la distancia social. Llevar mascarilla es importante para protegernos a nosotr@s mism@s y a los demás por ser potenciales vectores. La distancia social, a pesar de ser una medida imperfecta, ayuda a proteger a todo el mundo. Además, es más probable infectarse en lugares cerrados antes que en espacios abiertos. Combinadas con los confinamientos temporales, estas medidas podrían limitar muchísimo la difusión de diferentes cepas de Covid y limitarían las infecciones (más sobre esto más adelante).
En EEUU, por desgracia, el pobre liderazgo de la clase dominante en estos problemas los ha ligado y encerrado en la arena electoral. El ala conservadora en particular, dirigida por Donald Trump, se ha negado a escuchar las recomendaciones de científic@s en materia de mascarillas, optando por apelar al individualismo de quienes apoyan a Trump. El egoísmo de todo esto se ha enmascarado con la apelación a la “libertad” frente a la interferencia del gobierno, como si el derecho a ir al supermercado a por un batido estuviera a la altura del derecho a la vida de to@s l@s demás.
En Brasil, el presidente de extrema derecha, Jair Bolsonaro, ha difundido desinformación para sembrar desconfianza en la pandemia y su severidad en el país. Esto ha ocurrido a pesar de la caída de popularidad por el pésimo manejo de la pandemia, con manifestaciones en contra de sus políticas contadas por miles. El ratio de vacunaciones sigue bajo en Brasil, y el de pobreza sigue alto. Bolsonaro, como Trump, ha promovido locas alternativas a las vacunas y soluciones rápidas que no ayudan. Ambos líderes han alabado los beneficios de la cloroquina (una medicación para el tratamiento de la malaria), mientras que Trump ha llegado a preguntarse si inyectarse lejía podría ser útil, a pesar de haberse desmarcado rápidamente de esa sugerencia.
Es desafortunado que esta pandemia haya tenido lugar durante un ascenso del populismo de extrema derecha y las teorías de la conspiración alrededor del mundo. En EEUU, esto ha llevado a una extensa e infundada desconfianza de las vacunaciones (más sobre estrategia de vacunación después). Muchos estadounidenses han sido engañad@s por décadas de propaganda paranoica de la extrema derecha sobre la “interferencia gubernamental”, hasta el punto de que el país está completamente despreparado, tanto cultural como materialmente, para hacer frente a la pandemia.
Pero estaría mal culpar a segmentos de las clases media y trabajadora de este problema. Sus fuentes de información están repletas de mentiras. El motor del capitalismo y las fuerzas del mercado también han tenido un rol que jugar en la prolongación de la pandemia.
Razón 2: El capitalismo no se puede sostener a sí mismo durante un confinamiento
Se razona que, para parar un virus con periodo de incubación de 2 semanas, solo tienes que estar sin salir de casa durante 2 semanas. ¿Qué tan difícil es eso? Insalvable, parece ser.
Bajo un sistema económico capitalista, especialmente uno tan integrado y complejo como el de EEUU y otros países industrializados, los productos y servicios deben estar circulando constantemente, o el sistema moriría. Las cosas deben ser producidas, vendidas y distribuidas a un ritmo rápido para asegurar los beneficios de la clase dominante. El confinamiento no ha cumplido con su función el EEUU porque, de nuevo, un liderazgo pésimo por parte de l@s polític@s no lo ha hecho lo suficientemente universal, y sus decisiones estaban influenciadas directamente por sus donantes de entre la clase capitalista. Una economía socialista, basada en la producción y distribución en base a las necesidades humanas, habría evitado ese problema.
Los pequeños negocios han sufrido mucho durante el confinamiento. Su existencia se asienta sobre las fuerzas capitalistas del mercado, comprando y vendiendo, pero en un presupuesto menor y una escala pequeña. Sus necesidades también han influenciado de manera negativa las decisiones políticas, y hay alimentado una creciente cultura de la negación contra las medidas. Pero su difícil situación no solo es resultado de la pandemia, sino ampliamente del capitalismo. E incluso cuando el gobierno de EEUU ha dado millones al apoyo de pequeños negocios, muchos no han obtenido ni siquiera la ayuda que necesitaban para seguir a flote. Mientras tanto, el gobierno siempre ha tenido más dinero para aviones de guerra.
El capitalismo también afecta a l@s trabajador@s, pobres y no tan pobres. Lxs trabajador@s hemos sido disciplinad@s por las fuerzas del mercado para trabajar para los jefes en un tiempo concreto y un lugar concreto, y al hacerlo, a existir con un presupuesto escaso. Cuando llegó el confinamiento, muchas familias pobres se encontraron de repente en paro. ¿Cómo se supone que vamos a alimentarnos a nosotr@s mism@ y a l@s nuestr@s? ¿Y pagar el alquiler? O incluso gastar en las cosas buenas de la vida… La pandemia de Covid-19 enseña claramente que el capitalismo es inhumano, haciendo que la gente tenga que elegir entre 2 alternativas igual de malas: ir a trabajar y morir de Covid o quedarse en casa y vivir en la pobreza.
Si nuestra sociedad cubriese necesidades como comida, salud y vivienda como derechos humanos, quedarse en casa no habría sido un problema tan grande. Debemos cortar a través de las mentiras de la prensa capitalista, que intenta convencer a l@s trabajador@s pobres de que el problema es el confinamiento. El problema es todo el sistema de explotación de personas por beneficios y posicionamiento de las necesidades vitales detrás de la barrera del mercado.
Razón 3: Desigualdades en servicio sanitario, vivienda, servicios y empleo.
Cuando los seres humanos viven en vivienda hacinada e insalubre, sufren discriminación racial, tienen que acudir a trabajos insalubres y peligrosos; o no tienen acceso a transporte público, servicio de salud, etc., las enfermedades tienen más probabilidades de transmitirse entre la población. No es un secreto que los pueblos negro y latino de EEUU se han visto golpeados especialmente duro por la pandemia. Y es obvio el porqué. Sus viviendas son descuidadas tanto en cantidad como en calidad; frecuentemente tienen los peores trabajos, y están en primera línea de la pandemia con trabajos como cuidado de enfermos y empacado de carne.
La pandemia se ha disparado en India y Brasil. En el momento de este escrito, solo el 25% de la población de Brasil se ha vacunado, mientras que en India solo lo ha hecho el 10%. Una de las razones más importantes de ello debería ser evidente: ambos países sufren una extrema “chabolización” que posiciona a millones de pobres en condiciones perfectas para la transmisión de la enfermedad. Así, por supuesto, la pandemia golpea más fuerte a l@s pobres en esos países. No todas las empresas alrededor del mundo se preocupan por proveer de EPIs a sus trabajador@s más explotad@s para mantenerlos a salvo, y ciertamente a los gobiernos capitalistas no les importan nada lxs pobres de los guetos.
Adicionalmente, hace falta un sistema médico global. Muchos médicos y enfermeros no tienen equipo, entrenamiento o personal. El resultado es un sistema sanitario desequilibrado en el que algunos países tienen más que otros para enfrentarse adecuadamente al virus, lo que resulta inaceptable al enfrentarnos a una pandemia que se transmite a lo largo y ancho del planeta.
Razón 4: El lanzamiento de vacunas nacional-chovinistas
Las naciones más ricas han gastado miles de millones en el desarrollo rápido de vacunas para neutralizar el Covid-19. Esto, ya de por sí, demuestra incuestionablemente el potencial de la economía planificada y el desarrollo científico planificado para resolver los problemas de la humanidad. Pero cuando los países pobres pidieron por favor a la OMS que les dieran acceso a esa tecnología para poder salvar sus vidas, los países ricos dijeron que no. No hablemos de la ironía de que demasiada gente dentro de los países ricos no confiaba en la ciencia de las vacunas. Ahora, las dosis de las vacunas son acaparadas por diferentes países, y en la locura del capitalismo, unos deben pujar más que otros para tener acceso a ellas (con las grandes farmacéuticas partiéndose de risa de camino al banco). A esto se suma que el capitalismo retiene tecnología que podría salvar vidas bajo patentes para que los ricos obtengan beneficios.
El presidente Biden solo ha ofrecido un levantamiento temporal de las patentes de las vacunas, y mientras esto es demasiado para publicaciones como The Wall Street Journal, Biden no tiene intención de reformar una industria farmacéutica explotadora para prevenir futuras crisis o el acaparamiento de ciencia médica. Incluso la medida de Biden es alboroto populista, mientras las renuncias a las patentes se hacen en consenso en la Organización mundial del comercio y los países europeos están rechazando la exención. Naturalmente, los autodenominados “filántropos” como Bill Gates expresan mayor preocupación por la “propiedad Intelectual” (¡que las pobrecitas multinacionales necesitan de verdad!) que por la humanidad. De acuerdo con los datos, el 59% de la población estadounidense apoya la cesión de patentes y permitir la producción mundial de medicamentos genéricos contra el Covid-19.
Esto frecuentemente deja países a su suerte a la hora de producir sus propias vacunas. Cuba, China, Rusia, India, Taiwan, etc. han desarrollado sus propias vacunas, pero este nacionalismo de vacunas solo produce más confusión e inseguridad sobre medidas efectivas, cuando un único plan consensuado a nivel global habría sido suficiente.
La cantidad de recursos gastados por los países ricos en “generosas” donaciones a los países pobres no son nada comparados con sus propios planes nacionalistas, y ambos combinados se ven empequeñecidos por el coste de la preparación para guerras y el ciberespionaje. En el caso de la crisis climática, el estado bajo el capitalismo está completamente paralizado frente a la catástrofe global y no ofrece ninguna salida a la especie humana.
¡A por el socialismo!
El Covid-19 no es un problema imposible de tratar, ni tampoco es una “cuestión de vida”. Es un problema comprensible y trazable. El coronavirus no es la única amenaza: nuestro mal liderazgo y nuestro sistema económico enfermizo también son amenazas. A menos que la humanidad derribe estos malos gobiernos y haga la transición al socialismo basado en la autodeterminación de las masas (contra la burocracia de los pocos), será muy difícil superar el Covid-19 en el futuro cercano, sin mencionar la verdadera prueba de la humanidad: el cambio climático.
Si los líderes mundiales hubieran confiado en los científicos de la pandemia, y si se hubieran comprometido a educar a las masas en la importancia del trabajo conjunto, habríamos evitado muchos problemas. Desafortunadamente, los gobiernos solo querían engañar a las masas y hacerles sentir miedo por encima de la razón. Es un mal necesario en una economía basada en la explotación del trabajo por el beneficio.
La humanidad podría gastar miles de millones en el futuro cercano mejorando la vivienda y el acceso a servicios para millones de personas alrededor del mundo, especialmente haciendo gratis el acceso a servicio médico. Esta es la diferencia que el socialismo podría hacer, especialmente en EEUU, India y Brasil. Hacer que servicios esenciales, así como bienes de consumo, accesibles a todo el mundo (y haciendo que la producción de estos sea una prioridad por encima del gasto militar) es esencial para mejorar la calidad de la vida y bajar la amenaza de condiciones insalubres.
Por último, hace falta un acuerdo mundial alrededor de un plan de acción que combata problemas mundiales. Desafortunadamente, los países más poderosos del mundo (EEUU, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania) están dirigidos por gente preocupada por los beneficios de sus capitalistas, de quienes son los sirvientes mayores. Mientras la actividad económica humana se dirige hacia la competencia capitalista y los beneficios, no hay lugar para la cooperación a largo plazo. En todo el mundo, las masas necesitan una revolución socialista que destruya a los gobiernos de los ricos y empiece la transición a nuevas formas de relaciones humanas que puedan asegurarnos un progreso en el futuro.