Hace poco más de un año Pedro Sánchez llegaba a la presidencia del gobierno con el magistral golpe de efecto de la acogida del buque Aquarius, un gesto simbólico de carácter humanitario que buscaba propagandísticamente, a la vez que el ministro de Interior anunciaba retirar las concertinas, que todavía hoy siguen instaladas, diferenciarse de las políticas en inmigración del PP. Se empezaba ya a implementar la política de “puertos cerrados” de Salvini y la frase “Cumplimos con los compromisos internacionales en materia de crisis humanitarias” quedaba como guante de seda para el PSOE.

El mismo gobierno el pasado agosto, con la misma Carmen Calvo como vicepresidenta, y a pesar de que Unidas Podemos prefiera hablar de “cambio de timón”, con las misma legislación migratoria, ha protagonizado uno de los episodios más miserables en política internacional y en salvamento marítimo en la gestión del Open Arms, quedando señalado como voluntarista rehén de las políticas de Frontex de la UE por las organizaciones de salvamento marítimo, que complementan allí donde las instituciones y gobiernos no llegan (o no quieren llegar). Fomento ya había bloqueado al buque 6 meses en Barcelona hasta que en junio desobedeció la orden.

La salvinización de la política europea ha tenido indudablemente mucho que ver en que el “gobierno del cambio” se haya enfrentado públicamente al Open Arms este verano. En el año que más ha aumentado el número de muertes, ha jugado a hacerse el sueco y lo más grave, se ha apuntado, por boca de Carmen Calvo, a la criminalización de los barcos humanitarios, en un cruce de declaraciones con Óscar Camps, fundador de Proactiva, quien comparaba la situación vivida por el buque con la de “una ambulancia que transporta a un enfermo grave a la que no dejan entrar al hospital”.

Las leyes internacionales que obligan al rescate y traslado a puerto seguro en el Mediterráneo han sido suscritas por todos los estados de la UE pero su interpretación es ostensiblemente cada vez mas restrictiva. Tras 2 larguísimas semanas en que ltalia y Malta negaban auxilio y la UE miraba para otro lado o señalaba la “inhumanidad” de Salvini, la fiscalía de Agrigento ordenó el desembarco en Lampedusa y entonces el estado español el puerto de Algeciras, sin ni siquiera activar los mecanismos para solicitar desembarco, a los pocos días Baleares, “en un reparto equilibrado de l@s inmigrantes alojad@s” junto a otros 5 países europeos, como quien se reparte la peste.

La más que miserable tesis del gobierno Sánchez es que el Open Arms estaba rescatando “por encima de sus posibilidades”, acusando al buque de estar por encima de la ley y arriesgándose a gravosas multas por desobedecer a Fomento, y de haber rechazado Malta como puerto teniéndolo disponible. En su replica a Camps, quien la acusó de escuchar la voz del ministro de Interior, la vicepresidenta mintió al decir que el gobierno se había movilizado para salvar vidas humanas, cuando Salvamento marítimo no deja de denunciar un recorte del 30% y se inyectan 140 millones de euros-soborno a Marruecos para controlar sus fronteras.

Las acusaciones sin medir de Carmen Calvo, así como su no rectificación en la comparecencia parlamentaria, son doblemente graves pues alientan gratuitamente el discurso que da alas al argumentario de las derechas y en particular de Vox. Precisamente es la formación de Abascal la que ha llevado al Open Arms a los tribunales utilizando la “prohibición por parte del gobierno español de la búsqueda activa de inmigrantes en el mar”. No tiene ni que comentar la valoración de que no se pudo ir más allá en al resolución de la crisis humanitaria porque el gobierno estaba en funciones.

Abriendo el debate sobre la conveniencia, legalidad y permiso de salvar vidas, construido entorno al binomio inmigración-seguridad, suscribiendo así a manos llenas el marco teórico de la UE y el capitalismo, que tampoco causa ninguna sorpresa. El empeño en presentar al gobierno Sánchez como cumplidor de la legalidad tanto en el caso del Aquarius como ahora, la apuesta por “ordenar la inmigración” y la mención a las mafias no hizo más que profundizar en la construcción de un relato netamente criminalizador. En definitiva, el capital progresista del PSOE en inmigración se lanzó por la borda como hicieron varios rescatados presos de la desesperación intentando arribar a nado a Lampedusa