3 semanas de huelga indefinida y un mes de paros llevaron a cabo desde el pasado 16 de julio 500 trabajador@s de la eólica Vestas en la localidad de Villadangos del Páramo, provincia de León, ante la deslocalización mayormente a China y La India de esta multinacional danesa y un ERE que afecta a toda la provincia castellano-leonesa. Según el comité, el argumento utilizado ha sido la baja demanda de los motores eólicos que se fabrican con destino al sur de Europa.

Vestas despidió en julio a sus 180 trabajador@s eventuales ante el traslado de gran parte de la producción y un atisbo de acuerdo que no fructificó ante la negativa a desconvocar la huelga. Los efectos del ERE anunciado comenzarán el 8 de octubre, pero l@s trabajador@s y sus familias no se han rendido: la conflictividad desde el anuncio ha sido continua, con concentraciones en León y en la sede de la compañía en Madrid, marchas y un encierro. Se da la circunstancia nada casual, de que en agosto terminó el compromiso de Vestas de mantener el empleo tras los más de 15 millones de ayudas públicas recibidas.

Estamos ante un caso más de deslocalización de empresas a países en desarrollo con mano de obra más barata, aduciendo razones de competitividad en el mercado, baja demanda o disminución de los beneficios empresariales. Pero son argumentos muy lejos de la realidad. Los números avalan la buena situación financiera de la multinacional: en el primer semestre del año Vestas Wind Systems, dedicada a la fabricación y venta de aerogeneradores, obtuvo un beneficio neto de 286 millones de euros, en bruto 594 millones. La facturación entre enero y junio ascendió a 3.954 millones y desde su factoría leonesa Vestas exporta aerogeneradores eólicos valorados en 425 millones de euros anuales.

Las Cortes autonómicas han apoyado una proposición no de ley para reclamar el mantenimiento del empleo y pedir a la UE su intervención. No en vano la compañía, con 24.300 emplead@s europe@s, estima un ahorro de unos 30 millones con un nuevo recorte en el que el 75% se centra en el norte y centro del continente a partir del 2019. La última bala de la plantilla ha sido internacionalizar el ERE en Bruselas: una delegación de trabajador@s se dio cita con la Confédération Européenne des Syndicats (CES), que ve cómo una multinacional de energías limpias utiliza las estrategias laborales más sucias. Andrés Turienzo, “Piru”, uno de sus trabajador@s, ha realizado en bicicleta durante 11 días el trayecto hasta Aarhus, Dinamarca, para entregar una carta a la desesperada al vicepresidente de la multinacional.

También diputación, ayuntamiento de León y las organizaciones sindicales, que recuerdan que Vestas obtuvo en el último ejercicio en torno a 900 millones de euros de beneficio, se han volcado con la defensa de los puestos de trabajo, sabedoras de que hay más empleos en riesgo. 55 son l@s trabajador@s de la empresa Soltra, encargada de trabajos de montaje de apoyo a Vestas, que se verán afectad@s por un ERTE. Jupiter Bach, compañía con 70 empleos y a la sombra de Vestas, despide a 40 trabajador@s temporales. Y Eulen, encargada de la limpieza, anuncia lo mismo. Ejemplo del tsnumi laboral del cierre de una empresa.

L@s trabajador@s de Vestas llegaron a plantearse hacerse cargo de la planta leonesa con sus propias manos, una nacionalización en toda regla. Las familias en este tiempo de lucha y tensa espera han instalado un campamento alrededor de la fábrica que recuerda a de Coca Cola en Fuenlabrada. Vestas garantiza hasta diciembre el mantenimiento del empleo y la actividad, ofrece un número indeterminado de recolocaciones dentro y fuera del estado español y una indemnización de 33 días por año trabajado a quienes lo rechacen. La plantilla y los sindicatos se niegan a esas condiciones y su contraoferta es garantizar la operatividad de la unidad productiva como mínimo hasta el 31 de junio de 2019.