En el marco de los intercambios políticos que estamos teniendo como corriente internacional con el PCL (Partito Comunista dei Lavoratori, Italia), éste nos ha escrito – a petición nuestra – este artículo sobre el balance de la política denominada de los “partidos amplios” en Italia.
La caída del Muro de Berlín en 1989 fue saludada por la mayoría de los dirigentes del PCI como una oportunidad, por fin, de concretar su proyecto que consistía en participar en un gobierno burgués. La disolución del PCI y el nacimiento del PDS (Partito Democrático de la Sinistra), de tendencia liberal, acompañó ese giro, contra el que dos minorías del ex PCI se pronunciaron. La primera, la más numerosa, reagrupaba a una parte de los que apoyaban a Enrico Berlinguer, antiguo secretario general, y de los sectores de la burocracia de cultura movimentista alrededor de Pietro Ingrao; la segunda, marginalizada en el partido desde un cierto tiempo, hacía referencia a Armando Cossutta, un colaborador de primera línea de Berlinguer en los años del “compromiso histórico” [Intento de acercamiento con la Democracia Cristiana en los años 1970], que acabó estabilizándose en base a una línea “prosoviética” en el transcurso de los años 1980.
El nacimiento del PRC, después del derrumbamiento del estalinismo
Los defensores de Armando Cossutta, en alianza con una pequeña minoría de los próximos a Ingrao, rechazaron adherir al PDS y crearon, en 1991, al Partito de la Rifondazione Comunista (PRC), el cual iba a ser dirigido durante 12 años por Fausto Bertinotti. La organización centrista Democrazia Proletaria, heredera de la extrema izquierda de los años 1970 – y con ella, su minoría de origen troskista ligada al Secretariado Unificado de la IVª Internacional y dirigida por Livio Maitan y Franco Turigliatto – se unió al PRC. En los hechos, después del derrumbamiento del estalinismo internacional, fue al rededor del PRC que se realizó la recomposición de la representación política de un sector variopinto de la izquierda italiana. El nuevo partido contó con más de 100 000 inscritos y de decenas de miles de militantes activos.
Al principio, el desarrollo del PRC fue aupado por una inercia política favorable. Este partido recogió el descontento de una parte del antiguo electorado del PCI, y coincidió con la resistencia de los sectores de trabajadores que, en 1992, se oponían a un pacto de concertación entre patronal, gobierno y burocracia sindical que pretendía destruir conquistas históricas de los asalariados. El PRC – presentándose como el “corazón de la oposición” – se ganó la confianza de una fracción importante de la clase obrera. No fue por casualidad si el PRC pasó por encima del PDS durante las elecciones municipales en Turín y en Milán en 1993.
La naturaleza de Rifondazione Comunista
Pero el equipo de dirección del PRC tenía en mente otros objetivos. Las bases programáticas del partido eran intrínsicamente reformistas: en una mezcla confusa, sumaban a las tradiciones del togliattismo, de la izquierda social demócrata y del movimentismo centrista de la “nueva izquierda”. En realidad, la retórica de la “refundación comunista” tapaba un proyecto electoralista: el encargado de ocupar el espacio situado a la izquierda del PDS, en la perspectiva de negociar un acuerdo de gobierno con ese partido. Toda la historia del PRC, durante los doce años en los que Bertinotti estuvo al frente, sólo se centró en una brújula: la búsqueda de un reconocimiento institucional del partido como miembro fundador de un centro izquierda de gobierno…en una época en la que el capital financiero consideraba al centro izquierda como su principal baza política, después de los escándalos político financiero de la Primera República.
El PRC se presentó al gobierno ya en 1994, con la realización del supuesto “Polo progresista” dirigido por el PDS. El proyecto de gobierno fue coronado de éxito en 1996: el PRC cerró un acuerdo político electoral con el PDS, el cual le obligaba a apoyar un eventual gobierno de centro izquierda. Así es como el PRC dio un apoyo decisivo al primer gobierno de Romano Prodi, entre 1996 y 1998 : votando las leyes de precarización del trabajo, las leyes de austeridad, de privatizaciones nunca igualadas en el resto de Europa, y también la apertura de CIES para los inmigrantes. Fue una experiencia traumática para el partido.
Después de dos años de desgaste, el equipo de dirección del PRC se escindió. Armando Cossutta defendió la continuidad, siguiendo la línea de apoyo al gobierno. Fausto Bertinotti, desde ese momento mayoritario en el partido, optó por una maniobra política sin escrúpulos: la retirada del apoyo a Prodi, a cambio de volver a negociar un pacto de gobierno con Massimo D’Alema, principal dirigente de Democratici di Sinistra (DS, ex-PDS). Ese partido fue presentado como “un desplazamiento a la izquierda” del centro izquierda. Pero la evolución a la derecha de Armando Cossutta, y con él de la mayoría del grupo parlamentario del PRC – lo que daría nacimiento al Partito dei Comunisti Italiani (PdCI) –, hizo fracasar la operación Bertinotti. La ironía de la historia quiso que el nuevo gobierno de Alema viese entrar en el gobierno al PdCI, mientras que el PRC permaneció en la oposición.
La retórica de los movimientos, la perspectiva de gobierno
La vuelta del PRC a la oposición conllevó una vuelta a la retórica radical. El PRC acababa de salir de la experiencia Prodi, y de la ruptura consecutiva con Cossutta, con un retroceso notable en el plano electoral e institucional. Necesitaba por tanto volver a recomponerse. Fueron años en los que Bertinotti usó la retórica de la oposición e hizo la apología de los movimientos sociales, y en concreto del No Global.
Sin embargo, detrás de la tapadera del lirismo movimentista, se escondía la reedición de un mismo proyecto: el de reconstruir una fuerza electoral bastante creíble para ir a golpear una vez más a la puerta del centro izquierda. En 2004, las elecciones europeas marcaron el principio de un nuevo giro. 11 millones de votos se expresaron a favor de la extensión de los derechos de los asalariados, pero fueron utilizadas para renegociar un acuerdo de gobierno con los partidos patronales. La operación fue un éxito. A diferencia de en 1996 y 1998, el PRC realizó desde el principio un acuerdo de gobierno, siempre al rededor de Prodi, bajo la petición expresa de ministros. El centro izquierda ganó las elecciones generales de 2006 y el PRC entró en el gobierno con el ministro Paolo Ferrero, mientras que Fausto Bertinotti se veía nombrado Presidente de la Cámara de los Diputados. En el gobierno, el PRC apoyó durante más de 2 años a una nueva ronda de medidas anti obreras, de entre las cuales la más importante bajada del impuesto sobre los beneficios patronales desde varios decenios (de 34 a 27%), nuevas intervenciones guerreras y el aumento de los gastos militares. Esa experiencia fue destructora para el PRC como partido que beneficiaba de una influencia de masas, y fue el principio de su rápido declive.
El apoyo crítico al bertinottismo en nombre del “partido amplio”: la bancarrota de una ilusión
Los diversos episodios de la historia del PRC fueron un terreno de confrontación y de divergencias para las fuerzas de tradición marxista revolucionaria. La convergencia en el seno del PRC, como punto de recomposición de la vanguardia de clase, era una elección importante para los revolucionarios. Pero unicamente desde el punto de vista de una política de reagrupamiento revolucionario contra la dirección reformista del partido, en la perspectiva de un partido leninista independiente.
Sin embargo, el equipo de dirección mayoritario del Secretariado Unificado en Italia – constituido en el PRC como Associazione Quarta Internazionale (AQI) – se posicionó en base a una línea opuesta. Saludó inmediatamente al PRC como el prototipo de nuevo “partido amplio” de la izquierda, típico a los de la nueva época. Para ella, no era cuestión de oponerse a la dirección del PRC en base a un programa general alternativo; se trataba más bien de proporcionarle buenos consejos en base a decisiones políticas individuales, en base a una relación democrática con los movimientos y en base a la democracia interna del partido. Siempre en base a una lógica de presión, y siempre considerando al PRC como su propio partido.
Este análisis condujo a la AQI a hacer gala de un entusiasmo constante con respecto al bertinottismo. Entre 1998 y 2004, durante esos años en los que Fausto Bertinotti construyó su propia hegemonía político cultural en cuanto al partido (abandono de la centralidad de la clase obrera, superación de la teoría del imperialismo, teorización de la no violencia, etc.), Maitan y Turigliatto fueron no se limitaron solamente en apoyar a la mayoría bertinottista, sino que presentaron a Bertinotti como el líder de una “dinámica de radicalización del partido”. El concepto de fondo era que el nivel general del partido era desgraciadamente inferior al de su Secretario general, y que por tanto había que ayudar al Secretario a modelar al partido.
La responsabilidad política fue dura. Durante esos años en los que la fraseología radical preparaba el terreno hacía la perspectiva estratégica de una participación gubernamental, una batalla a contra corriente, que pretendía aportar una clarificación con respecto al bertinottsimo, se hacía ya indispensable, tanto en el partido como en los movimientos sociales; sin embargo, el equipo de dirección de la AQI escogió la defensa de Bertinotti, en oposición abierta a la izquierda troskista del partido, Progetto Comunista. Esa corriente fue acusada de “escolasticismo doctrinario” y de “incapacidad para comprender la dinámica de izquierda del partido”. La crítica llevada a cabo contra Bertinotti y su mantenimiento de la perspectiva de gobierno fue denunciada como un “pretexto” y como el fruto de un “prejuicio ideológico”.
Del apoyo a Bertinotti al apoyo a Prodi
Pero en 2004, la perspectiva de participación del partido a un gobierno burgués, desde siempre perseguido, se convirtió en una realidad. Todas las ilusiones sobre el bertinottismo se vieron desmentidas por los hechos, y las previsiones de la oposición interna troskista fueron magistralmente confirmadas. El equipo de dirección de la AQI – que acabaría por convertirse en Sinistra Critica – se vio en la obligación de mostrarse más crítico con respecto al Secretario del partido. Pero se abstuvo de hacer el más mínimo balance político sobre el apoyo que había llevado a cabo a Bertinotti durante 6 años y, sobre todo, sin poner en tela de juicio su concepción del partido amplio considerado como si fuese su “propio partido”.
En el 6º congreso del PRC, en 2005, la futura Sinistra Critica presentó su propia moción, diferente a la del Secretario nacional; en ella defendió seguir con la política bertinottista, y reivindicó por tanto su propio apoyo que había llevado a cabo ésta, quejándose de la “contradicción” con la “nueva” línea. Una vez más, se trataba de persuadir Bertinotti de su propio “error” pidiéndole de hacer prueba de “coherencia”. Esa posición, que proponía ejercer de nuevo una “presión táctica” sobre el Secretario, estaba en completa contradicción con la batalla programática de la oposición troskista, y conllevaba sobre todo graves consecuencias políticas.
En nombre de la identificación con el “partido amplio”, no solamente Sinistra Critica permaneció en el PRC después de que éste entrase en el gobierno de Romano Prodi, sino que también sus dos parlamentarios – Cannavò y Turigliatto – acabaron también por votar decenas de veces la confianza al gobierno de la séptima potencia imperialista mundial: inclusive la confianza sobre las leyes de balance, es decir sobre la disminución de la tasación de los beneficios y sobre los gastos militares. Se trata de una barbaridad, desde el punto de vista de los principios más elementales del marxismo. Pero es una barbaridad que no puede ser atribuida a responsables individuales; en última instancia, corresponde plenamente a una concepción que ha hecho de la superación del leninismo su marca de fábrica. Una concepción en plena bancarrota, y de la cual nunca se sacó ningún balance.
La experiencia de Rifondazione Comunista ha demostrado una vez más que sólo un proyecto comunista revolucionario puede oponerse de manera coherente al reformismo, en la fase histórica de su crisis. Sin un proyecto de esas características, sólo habrá nuevas decepciones.
Marco Ferrando [Partito Comunista dei Lavoratori]