El pasado sábado 14 de septiembre, dos refinerías de petróleo y otra infraestructura petrolera en Arabia Saudita resultaron incendiadas tras el ataque de 18 drones y 7 misiles de crucero, mermando la producción de petróleo saudí de 10 millones a 5 millones de barriles diarios. Lo cual disparó los precios del petróleo hasta los 70 dólares el barril de Brent.

El ataque fue inmediatamente reconocido por el gobierno huti de Yemen, en legítima respuesta al continuo bombardeo (más de 50.000 bombas de fabricación estadounidense) que sufre el país por parte de la monarquia saudí desde hace 4 años, los cuales ya arrastran un reguero de sangre que asciende a la cifra de 120.000 víctimas mortales, civiles en su inmensa mayoría y a una situación catastrófica con más de 13 millones de personas sufriendo hambrunas y epidemias.

Sin embargo, el 18 de septiembre tanto el propio Trump como diferentes voces autorizadas de su gobierno, no dudaron en culpar a Irán de la autoría de los ataques para a continuación amenazarla con mayores sanciones económicas e incluso con el uso de la violencia. Acciones que podrían desatar un verdadero juego de alianzas internacionales capaz de desatar un conflicto bélico internacional.

La tensión sigue aumentando en esta región del mundo con la mayor concentración de reservas de petróleo y gas natural del planeta, en la que el régimen fundamentalista wahabí de Arabia Saudita trata de erigirse como indiscutible potencia regional en fría alianza con el Gobierno Israelí y bajo la protección militar de Washington. El principal escollo hoy, lo representa Irán y su alianza con la Rusia de Putin. A pesar de los incansables intentos, desde hace años, del régimen iraní por establecer acuerdos con las diferentes administraciones estadounidenses para estabilizar su papel en la región y en el sistema internacional, tal y como se recoge en pacto con el gobierno de Obama en 2015, por el que EEUU supervisaría el programa nuclear iraní mediante continuos controles y que fue abandonado por el Presidente Trump de manera unilateral.

La nueva capacidad de los hutíes de devolver el golpe al corazón de Arabia Saudita, ha resultado ser una verdadero revés para el régimen wahabí, que probablemente se replantee su estrategia de guerra contra Yemen la cual estaba diseñada para unas cuantas semanas y a casi un lustro de su inicio se encuentra más enfangada que nunca, en un laberinto de actores e intereses imposible de exponer en estas pocas palabras. Lo dramático es que la alta explosividad de la región unida las oscuras nubes de una nueva recesión económica mundial bien podrían conducir a los diferentes actores a la búsqueda de una cierta estabilización de la zona pero también a todo lo contrario.

Es por tanto esta coyuntura un momento crucial para que los y las trabajadoras del mundo exijamos a nuestras clases dominantes el fin de las amenazas contra Irán, así como el fin de la guerra genocida en Yemen, de la cual también se lucra la monarquía española con la complicidad de nuestras élites políticas y económicas.