
A nadie escapa que cuando desde los medios de comunicación propiedad de la burguesía dan alguna noticia de una huelga, se centran en buscar elementos que puedan presentar de forma negativa para socavar los posibles apoyos y solidaridad del resto de la clase trabajadora. Para muestra, la cobertura que han estado haciendo de la huelga del metal en Cádiz, donde un coche quemado y la defensa frente a las agresiones policiales, tanquetas incluidas, ocupaban más espacio en los reportajes que la tabla de reivindicaciones de los y las trabajadoras.
No obstante, si no pueden sacar elementos que generen polémica, la cobertura es cada vez menor hasta que simplemente las huelgas desaparecen de los informativos de tirada estatal. Y por supuesto, si la violencia policial siempre la presentan buscándole justificaciones de cualquier tipo, la violencia que ejerce la patronal, más sutil pero igual de dañina, no aparece o si lo hacen es con un “denuncian supuestos impedimentos” que insinúe desconfianza hacia la palabra de los y las trabajadoras en lucha. Para muestra, en la que nos centraremos en este escrito, la huelga de limpiadoras del museo Guggenheim de Bilbao.
Desde que el pasado 11 de junio estas trabajadoras se pusieran en huelga para mejorar sus condiciones laborales, usando diversos métodos como caja de resistencia, performances, encierros, protestas, concentraciones y un largo etcétera, se han tenido que enfrentar a los ataques furibundos de la dirección del museo con el apoyo de las instituciones públicas para acabar con la huelga y de esta forma derrotar la lucha contra la precariedad y la miseria de estos trabajadores y trabajadoras. Y es que la limpieza es un sector feminizado donde la brecha salarial es una realidad generalizada. Un ejemplo de ello es el propio Guggenheim.
Los datos no dejan lugar a dudas: si comparamos los dos subsectores de la limpieza, el de la limpieza viaria con mayoría hombres, con el de la limpieza de edificios, de mayor composición de mujeres; la diferencia salarial es abismal: se aproxima a los 8.000 euros anuales. Y eso comparando únicamente el salario base. Por supuesto, la brecha es ésa para las “afortunadas” del sector que tienen una jornada completa.
Ya desde el inicio de la huelga, empezaron a sustituir en verano los puestos de las huelguistas con esquiroles, aunque esto sea ilegal, algo que denunciaron a través de ELA. Por otra parte, el ayuntamiento de Bilbao, gobernado por el PNV, se ha posicionado claramente en contra de la clase trabajadora, poniendo todo de su parte para minimizar el impacto de la huelga cuando comenzaron a limpiar la explanada del museo con la plantilla de limpieza viaria, tarea adscrita al equipo de limpieza del museo.
Así pues, han tenido que sumar la batalla judicial a su calendario de lucha, una lucha que mantienen con firmeza con una huelga que supera los 160 días y a la que suman nuevos episodios para ganar como el apoyo en forma de manifestación de más de 40 limpiadoras de otros sectores de la provincia de Gipuzkoa en solidaridad con las compañeras de Guggenheim. Actos como estos son más valiosos de lo que parecen porque en la solidaridad de clase, está la victoria. Una victoria que estaría más cerca si la huelga se extendiera al sector de la limpieza viaria del museo, a otras empresas de limpieza y a otros sectores si fuera necesario. Y esta tarea es responsabilidad de las organizaciones sindicales y políticas que deben defender y lograr esta orientación.
Día a día, lucha a lucha, los y las trabajadoras de Gipuzkoa, Cádiz o Granada demuestran que están dispuestas a enfrentarse a la patronal y a las instituciones por sus derechos en un repunte de las movilizaciones que demuestran que la valentía y la capacidad transformadora de nuestra clase social siguen presentes. Es hora de que la orientación de las organizaciones de clase estén a la altura de las circunstancias y de sus tareas históricas.