¿De dónde viene la idea de la huelga general como estrategia revolucionaria?
En 1906, Rosa Luxemburgo presenta la huelga general como la forma de lucha más moderna para el proletariado, la misma que debería poner en marcha en el futuro para conquistar el poder político. Los acontecimientos políticos del siglo XX, dónde la huelga general ha ocupado todo su lugar, le han dado razón. Estamos seguros de que así será también durante el siglo XXI.
Pero en aquella época, este razonamiento de la revolucionaria alemana estaba en ruptura con la visión dominante en el movimiento marxista.
Los debates sobre la huelga general al prinicipio del siglo XX.
Los militantes de la social democracia – es decir, de los partidos obreros de masas que se reclamaban de la revolución: los “socialistas” de hoy no tienen mucho que ver – se burlaban sin problema de la huelga general en los debates sobre la estrategia revolucionaria. La rechazaban como una utopía divulgada sin ton ni son por los anarquistas.
En 1873, Friedrich Engels escribía, a propósito de la concepción anarquista: “Un buen día los obreros de todas las empresas de un país o incluso del mundo entero abandonarán el trabajo, obligando de ese modo, en cuatro semanas como mucho, a las clases dominantes o bien a capitular, o bien a atacar a los obreros, de tal forma que éstos tendrían entonces derecho a defenderse y de paso a derribar la vieja sociedad entera.”
Al contrario, los sindicalistas revolucionarios de una CGT francesa que reivindicaba entonces su identidad anarco sindicalistas – ahí también poco que ver con la CGT francesa actual- consideraban, ellos, que los partidos socialistas se limitaban solamente en una táctica parlamentaria y en una propaganda para el socialismo para permitir a la clase obrera conquistar el poder político. Oponían a eso la movilización repentina e impetuosa de los trabajadores unidos en un amplio movimiento de huelga general, para que la clase obrera tome conciencia de su fuerza y que la utilice para barrer el sistema capitalista. La evolución histórica de la social democracia – que acabaría ligándose a la burguesía durante el estallido de la primera guerra mundial – hace que la crítica severa que los anarquistas les profesaban en cuanto a su trabajo político recobre todo su sentido.
Si los marxistas de la época rechazaban la concepción anarquista, era porque estaba al nivel del mito: trabajadores que al ponerse en huelga juntos del día a la mañana harían que el capitalismo se derrumbara como un castillo de naipes. Pero la crítica política de los marxistas iba más lejos: la clase obrera no debía contentarse con llevar la lucha en el terreno social, limitándose a la acción en las empresas para mejorar su existencia; debía conseguir alcanzar un cierto nivel de conciencia política para conquistar el poder de Estado y construir una sociedad nueva.
Los acontecimientos históricos aportaron a esos debates un punto de vista totalmente nuevo. En un cierto número de huelgas generales de los años 1880 y 1890, como en Bélgica o en Austria, los trabajadores en lucha pusieron sobre la mesa tanto reivindicaciones sociales como reivindicaciones políticas, de entre las cuales el sufragio universal. Acto seguido fue la experiencia de la Revolución rusa de 1905 que iba a suponer un antes y un después en la historia del movimiento obrero.
La experiencia de la Revolución rusa de 1905 y el pensamiento de Rosa Luxemburgo.
El movimiento empezó el 9 de enero de 1905 mediante una petición que circuló masivamente en las fábricas de la región de San Petesburgo y que culminó con una manifestación para reclamar a la vez los derechos democráticos para los trabajadores y reformas sociales como la jornada de 8 horas. La terrible represión del poder zarista desencadenó un impacto en toda Rusia, y más de un cuarto del proletariado se puso en huelga durante varios días: fue una huelga política, contra el poder de Estado y en solidaridad directa con los obreros de la capital.
El movimiento se marchitó después durante todo el resto del año en una multitud de huelgas económicas, en todas las empresas del país, para conocer un nuevo pico de luchas en el mes de octubre con una nueva huelga política de gran amplitud.
Rosa Luxemburgo intentó comprender el alcance de la Revolución de 1905 para la clase obrera internacional y emprendió una puesta al día del pensamiento marxista. El elemento más importante puesto sobre la mesa por la revolucionaria era que “la” huelga general de 1905 había durado… un año! En realidad, se trató de una multitud de huelgas, de picos de movilización y de reflujos pasajeros, pero que efectivamente habían conformado un único y mismo movimiento. Durante el año 1905, fue por tanto la gran mayoría del proletariado ruso el que participó directamente a la lucha.
Hasta entonces, tanto sus opositores como sus defensores sólo habían tenido del método de la huelga general una concepción estereotipada. Para algunos, se trataba de una especie de herramienta puesta a disposición del proletariado, de la que podían servirse o no y de la cual el detonante debía estar accionado por decreto del partido. Para otros, ese medio debía ser desechado de antemano ya que el proletariado no disponía aún de una organización suficiente o porque el enemigo era muy fuerte.
Para Rosa Luxemburgo, la huelga general de masas no era una herramienta de tipo ”técnico” de la que se decidía o no utilizar en el tiempo etéreo de la reflexión estratégica. Era ante todo un fenómeno histórico cuyo detonante y desarrollo iban a resultar de la situación del proletariado y de las necesidades sociales y políticas de la época. El detonante de la lucha de clases que duró todo el año 1905 fue casi fortuito, casi espontaneo, casi circunstancial. Pero también fue el producto de una situación histórica determinada, de las luchas anteriores y de las experiencias del proletariado ruso: huelga de toda la ciudad de Bakou en diciembre de 1904, huelgas continuadas en 1903 y 1904, e incluso huelga general de los obreros del textil de San Petesburgo en 1896 y 1897.
El alcance histórico e internacional de la experiencia de 1905.
Si Rosa Luxemburgo llevó esa discusión a la Internacional socialista de la época, es porque la experiencia de 1905 tenía un alcance claramente internacional. En efecto, el proletariado, aún siendo minoritario en la Rusia de la época, había demostrado que era capaz no solamente de paralizar la economía – y por tanto de ocupar un papel central en el seno de la sociedad moderna – sino también de poner en dificultad, aunque sólo fuese de manera intermitente, al aparato de Estado de la clase dirigente. El proletariado de los países capitalistas avanzados iban por tanto a poder ir mucho más lejos siguiendo el ejemplo ruso asimilando las lecciones.
El aspecto esencial del desarrollo defendido por Luxemburgo era que el proletariado había mostrado su fuerza social, pero sobretodo que era capaz de jugar un papel polítcio de primer orden y que había conseguido de ese modo conquistar su autonomía política. A través de ese episodio, la clase obrera había hablado por sí misma, para sí misma, sin intermediario político.
Si la fuerza y la originalidad de ese movimiento fueron evidentemente su amplitud y su duración, también lo fueron las formas particulares de organización que éste tomó. En 1905 aparecieron por primera vez los soviets (“Consejos” en ruso), forma de auto organización de la clase obrera en lucha que iba más tarde marcar su historia. Se trataba de un marco donde la representación política de la clase obrera estaba directamente ligada a la actividad política y social de toda la clase. Y fue precisamente a través de la lucha y de la huelga general que ese lazo se formó.
Para Luxemburgo, era por tanto esencial a través de la lucha concreta de masas que la clase obrera se forjase una conciencia revolucionaria. En ese sentido sus ideas ponían en tela de juicio a las concepciones dominantes de la social democracia de aquella época. A partir de la experiencia de 1905 y de las conclusiones políticas que de ella sacaba, la lucha de clases cotidiana del proletariado se ligaba a la lucha política de conjunto precisamente a través de la huelga general.
Años más tarde, Ernest Mandel desarrolló ese punto de vista, explicando que ésta es necesariamente política, independientemente de las reivindicaciones concretas llevadas durante las diferentes fases de la lucha. En junio de 1936, aunque las plataformas de reivindicaciones se hayan “limitado” a las condiciones de trabajo, la cuestión global de la puesta en tela de juicio del poder de los capitalistas también estuvo presente, permitiendo a Trotsky escribir, al filo de los acontecimientos, que “la revolución francesa (había) empezado”.
Actualizando radicalmente el pensamiento marxista sobre la huelga general, Rosa Luxemburgo permitió que ésta encontrase todo su lugar en la estrategia moderna de la conquista del poder político por medio de la clase obrera. Las huelgas de masas llevadas a cabo por los trabajadores en las décadas siguientes mostraron toda la agudeza de la concepción desarrollada por esa revolucionaria.