A pesar de la escalada de tensión de los últimos meses entre la presidenta de la Comunidad de Madrid y el secretario general del Partido Popular, no era fácil predecir el espectáculo cainita  que arrancó el viernes 18 de febrero entre los “cachorros” de J.M. Aznar y Esperanza Aguirre. Si las luchas internas de los partidos políticos han hecho siempre las delicias de los medios de comunicación, hay que reconocer que nunca antes habíamos asistido a semejantes acusaciones públicas entre dos figuras de un mismo partido, como las protagonizadas por el reciente enfrentamiento entre Pablo Casado y Díaz Ayuso.

Tras el varapalo de las elecciones de Castilla y León, convocadas por el PP con la intención de lograr la mayoría absoluta, Casado decidió jugar una carta guardada en la manga desde hacía muchos meses, ya que el periódico digital Público ya había denunciado públicamente mucho tiempo atrás las comisiones que se agenció Tomas Díaz Ayuso en pleno Estado de Alarma por la pandemia en aquellos primeros meses de 2020, gracias a las adjudicaciones a dedo del Gobierno de la Comunidad de Madrid que preside su hermana.

Lo que durante las primeras horas parecía un golpe mortal asestado a Ayuso por parte del líder de su partido, sufriría un giro de 180 grados gracias al respaldo casi unánime de toda la derecha mediática, que ponía el foco sobre la traición de Casado y la trama de espionaje, esta vez interno, a cargo de Ángel Carromero, el famoso “fontanero” del PP de Madrid, otro cachorro más de la Condesa, que acabaría siendo la primera víctima política de esta trama.

Y es que una de las primeras medidas tomadas por el gobierno de la Comunidad de Madrid, presidido en la sombra por Miguel Ángel Rodríguez, al más puro estilo Baron Noir, fue incrementar un 200% (alrededor de 15 millones de euros) las inversiones en publicidad institucional, lo que supone un trasvase directo de dinero público para medios de comunicación afines como El Mundo, El País, ABC, La Razón, 20 minutos, El Confidencial, El español u OK diario, entre otros.

La mano derecha del líder de la oposición, García Egea fue el siguiente en dimitir, aunque no fue suficiente para calmar los ánimos del sector ultra que se congregó frente a la sede del PP en la Calle Genova para pedir la cabeza del Presidente del PP y mostrar su apoyo incondicional a la adalid de la libertad y las terrazas. De este modo Pablo Casado se vio empujado a leer un discurso de despedida en la última sesión de control al Gobierno del mes de febrero, que fue recibido por otro de esos largos aplausos de la bancada popular que ya se han convertido en el certificado oficial de defunción política del PP.

Todo hace indicar, por tanto, que Casado seguirá ejerciendo en funciones hasta el Congreso extraordinario del partido el próximo 2 de abril, del que se espera salga elegido por unanimidad, el amigo de los narcos, el presidente de la Xunta Alberto Núñez Feijóo. La jugada parece clara: enterrar (de momento) la corrupción de la presidenta de la CAM, a cambio de que ésta (de momento) calme sus ansias de poder, claudicando de sus aspiraciones a la presidencia del partido y a ser la candidata a la próximas elecciones generales de 2023.

El PP parece apostar por el barón con mayor trayectoria del partido (ha logrado 4 mayorías absolutas en la Xunta de Galicia) para calmar las turbulentas aguas internas, poniendo a cargo del partido a otro gallego cauteloso, con un perfil alejado del populismo ayusista y de las posiciones ultras. ¿Pero es posible un Partido Popular con un discurso moderado hoy? El propio Pablo Casado parecía representar ese mismo perfil, pero el continuo desangre electoral por su derecha a favor de VOX en las encuestas le fue obligando a copiar el discurso de la extrema derecha muy a menudo, a pesar de que el rasgo más característico del ya defenestrado líder del PP ha sido su hipertacticismo, reflejado en los continuos giros discursivos que ha venido protagonizando hasta el último día pasando de pirómano social a hombre de Estado y vuelta a empezar en menos de lo que Ayuso se acaba una caña.

Lo cierto es que la “lepenización” del Partido Popular parece imparable, en las próximas semanas parece abocado a conformar Gobierno con VOX en Castilla y León, mientras el PSOE y UP vuelven a hablar del cordón sanitario a los de Abascal, como si eso sirviese para detener el auge de la ultraderecha en el Estado español.

Nada más lejos de la realidad, el empeño de Unidas Podemos por aparecer como una fuerza política moderada y con sentido de Estado, no ha hecho más que convertir a VOX (aunque solo sea en apariencia) en la única fuerza del panorama político con un cariz antisistema, lo cual resulta cada vez más atractivo para algunos sectores del electorado tan cabreados como confundidos. Y es que la incapacidad del supuesto gobierno social-comunista, de solucionar los principales problemas que asfixian a las clases trabajadoras más vulnerables, es la principal fuente de frustración y desencanto político que junto a la desmovilización promovida por el gobierno y los grandes sindicatos, allanan el camino a la extrema derecha.

Pero que no cunda el pánico, la flamante ministra de Trabajo, impulsada por el éxito de carambola de su no-derogación de las reformas laborales de Zapatero y Rajoy, ya ha anunciado una gira estatal para devolver la ilusión a la izquierda, levantando un “frente amplio” que aglutine a todos los sectores a la izquierda del PSOE en torno a un liderazgo, esta vez más inclusivo y feminista, o eso pretenden vendernos.

La dramática verdad es que el enésimo proyecto de unidad de la izquierda volverá provocar la enésima desilusión de l@s de abajo, porque la única unidad que puede empezar a poner fin a la barbarie cotidiana de los desahucios, el paro, la pobreza y la marginación es la unidad de las y los trabajadores auto-organizados con total independencia de los aparatos políticos del régimen del ´78, de las patronales y los bancos. Desde Izquierda Anticapitalista Revolucionaria IZAR seguiremos empujando para construir movilizaciones, luchas y huelgas que generen confianza a nuestro bando social, para que ningún líder mediático vuelva a conducirnos, nunca más, a un callejón institucional sin salida.