Como si no fuese suficiente una represión cada vez más brutal, el gobierno sigue haciendo oídos sordos con su “gran debate” del que anuncia los resultados con antelación : ningún aumento de los salarios, ningún regreso del ISF (impuesto de solidaridad sobre las fortunas), mantenimiento de los recortes en los servicios públicos…Pero Macron y su política siguen siendo igual de rechazados entre la población.
Nuestra identidad es la de nuestra clase
El sábado pasado, en varias ciudades, coincidiendo con las manifestaciones de los chalecos amarillos, grupúsculos de ultraderecha atacaron a cortejos del movimiento obrero, como el del NPA en París, causando herid@s. Los fascistas enseñan su verdadero rostro: el de los perros de presa del sistema, que no soportan la combatividad de l@s oprimid@s y de l@s explotad@s. A esos partidarios de la extrema derecha les gustaría acallar las reivindicaciones de la clase obrera, en nombre de una supuesta “unidad nacional”. Quieren que vayamos todos detrás de la bandera tricolor de Francia, en lugar de ir tras las pancartas que expresen las reivindicaciones anticapitalistas, a favor de la emancipación de todos y todas.
Menuda ilusión lo de querer unificar “el pueblo francés”, como si tener una misma nacionalidad significase tener unos mismos intereses. La única unidad que sirve, es de tod@s aquell@s que se matan currando para cebar a una minoría que lo posee todo. Nuestro bando debe reagruparse y hacer oír su voz durante las manifestaciones para defender sus propias reivindicaciones y sus intereses que están opuestos a los de las corrientes reaccionarias que quieren aprovecharse de la rabia social. Sea cual sea nuestra nacionalidad, nuestro color de piel, nuestro género, nuestra orientación sexual o nuestras creencias religiosas, es ante todo nuestra clase social la que debe unificarnos.
Nuestra arma es la huelga
Pertenecer a esta clase nos da un poder único: el de parar el trabajo para bloquear la economía. Los ejemplos no faltan: los carteros y las carteras del 92 en huelga por sus condiciones de trabajo, l@s docentes movilizad@s para protestar en contra de los ataques contra la educación. Las victorias existen, desde las limpiadoras del Park Hyatt en París, que han logrado mejoras salariales gracias a su huelga, hasta el personal del hospital de Pinel en Amiens que ha conseguido crear puestos de trabajo después de una lucha encarnizada. Pero hasta ahora, cada sector tiene su jornada de huelga, a menuda sin continuidad, y cada huelga indefinida aislada de las demás.
El llamamiento para una huelga general el próximo 5 de febrero es la ocasión para mostrar nuestra fuerza y nuestra determinación. Es cierto que las direcciones sindicales no proponen perspectivas y que no se conseguirá en un día derrocar el gobierno. Pero apoyándonos en esa jornada, podemos conseguir que la rabia de la calle alcance los centros de trabajo. Esto es lo que más temen tanto el gobierno como la patronal.