
Desde el 15 de noviembre en la isla de Guadalupe, l@s sanitari@s no vacunad@s son suspendid@s de empleo. Ya en julio casi una treintena de organizaciones sindicales y políticas unidas en el frente de lucha LKP (Liyannaj Kont Pwofitasyon: Colectivo contra la explotación) convocaron manifestaciones contra esta medida. A principios de agosto se les unieron algunos bomberos y juntos convocaron una huelga general reconductible. Se les unieron l@s maestr@s y l@s trabajador@s del hoteles y se levantaron barricadas.
El autoritarismo y la vulneración del derecho al trabajo con la obligación de vacunación desencadenaron un nuevo brote de ira en esta colonia donde se ancla la miseria. Tanto más con el recuerdo de la clordecona, un insecticida utilizado hasta los años 90 en las plantaciones bananeras, prohibido en Francia pero del que se sirvieron los terratenientes-colonos en territorios de ultramar hasta 1993, con consecuencias dramáticas en la salud de las poblaciones antillanas. Much@s trabajador@s agrícolas murieron de cáncer o enfermedades neurológicas o hepáticas en las Antillas. Sus consecuencias para la salud contribuyen en gran medida a la desconfianza de las soluciones públicas para luchar contra el covid-19, incluida la vacuna.
Además de por la reintegración de tod@s los emplead@s despedid@s, se lucha por vivir con dignidad y trabajo digno, de poder contar con los servicios públicos. Ante la política antisocial del gobierno el LKP no ha dudado en usar la única arma que posee nuestro campo social: la huelga. Después de 7 días de manifestaciones, bloqueos, barricadas y huelgas y aunque la plataforma reivindicativa es conocida desde el mes de septiembre, la respuesta del gobierno de Macron han sido 67 detenciones, gases lacrimógenos y lluvia de porras. A los enfrentamientos en respuesta a un toque de queda el ministerio de Interior respondió enviando refuerzos de 200 policías de refuerzo, ¡además de brigadas especializadas en antiterrorismo y crimen organizado!
La represión violenta para responder a los movimientos de protesta son parte de la larga historia colonial del Estado francés: hay ejemplos en Guadalupe, especialmente en mayo de 1967 donde la represión dejó alrededor de un centenar de muertos (sin cifra oficial), pero también en todas las colonias, en el norte de África o en París contra l@s argelin@s. La represión está para mantener el orden colonial, el control de estos territorios, sus poblaciones y riquezas, y la respuesta del Estado frente a las revueltas de Guadalupe demuestra una vez más que no se ha roto con esa época.
La UGTG, el sindicato mayoritario, y el frente de lucha LKP, en donde están agrupados sindicatos, asociaciones y organizaciones políticas que apoyaron la huelga general de 2009, condenaron la represión y la negativa a negociar. Porque en realidad estas revueltas expresan la rabia por las malas condiciones de vida de la mayoría de la población guadalupeña, con un abandono total de los servicios públicos y el dominio de unos pocos latifundistas descendientes de colonos, que empujan a la juventud guadalupeña a emigrar al no ver futuro en la isla.
Un sistema sanitario en ruinas, aumento de la miseria y aguas envenenadas
Si parte de la población se muestra reacia a usar la vacuna es porque en términos de salud el gobierno nunca parece demasiado preocupado en las Antillas: solo durante el episodio de covid faltó mucho oxígeno y por falta de recursos l@s mayores de 50 años no ingresaron en cuidados intensivos. El estado del Hospital Universitario de Pointe-à-Pitre, donde, por ejemplo, los daños de un incendio en 2017 aún no se han reparado, con edificios plagados de moho, inundaciones cuando hay fuertes lluvias o cucarachas, solo demuestra la política de Francia en materia de servicios públicos: abandono total. Los ricos van al sector privado o a la Francia metropolitana, allí donde los pobres no tienen otra opción que recibir una atención insuficiente por falta de material, personal sanitario y especialistas. Y este es solo un ejemplo de todos los servicios públicos.
Además de la ausencia de servicios públicos, hay salarios bajos y un coste de vida muy alto: en comparación con el continente, por ejemplo, es un 12,5% más alto en Guadalupe, un 12,3% en Martinica y un 11,6% en Guayana. Y estas cifras se ven impulsadas por el precio de los productos alimenticios, que puede ser entre un 27% y un 38% más alto que en Francia. Recientemente, el aumento del precio de la gasolina y los alimentos sumerge a una gran parte de l@s trabajador@s guadalupeñ@s en una situación de pobreza significativa, mientras que el desempleo supera el 19%.
Existe un acceso irregular del agua corriente y potable: cortes de agua, presencia de metales pesados por tuberías deterioradas, rastros de materia fecal y contaminación con clordecona son comunes en el grifo. Además, el problema de la contaminación va más allá incluso del tema del agua, ya que son todos los suelos, ríos y mares los que están contaminados con clordecona, ¡y se estima que el 95% de las personas de Guadalupe tienen trazas de clordecona en la sangre!
Los békés: los colonos de ayer son los grandes patronos hoy
Si la situación social en Guadalupe y en todos los “departamentos de ultramar” es tal hoy es porque el Estado francés y los grandes terratenientes no han roto por completo con la época colonial. Desde el siglo XVII, Guadalupe fue compartida por unas pocas familias enviadas por los gobernantes del Reino de Francia que obligaron a l@s african@s a trabajar en el campo como esclavos, llevados a la fuerza en barco al otro lado del Atlántico. Con el decreto de 1848 que prohíbe la esclavitud, no sólo los antiguos esclavos fueron liberados sin ninguna compensación para ganarse la vida, sino que los antiguos propietarios fueron compensados por el Estado. Los antiguos esclavos se vieron obligados a volver a trabajar para sus antiguos amos, que eran dueños de toda la isla.
En la actualidad la división de la tierra y la riqueza no ha cambiado mucho y tanto Guadalupe como Martinica están dominadas por unos pocos latifundistas, los blancos descendientes directos de los colonos: los békés. Constituyen menos del 1% de la población y se dividen en un puñado de familias el 90% del sector agroalimentario, el 50% de la tierra y controlan gran parte de la importación-exportación. Los békés organizan con la complicidad del Estado la explotación de l@s trabajador@s en Guadalupe y su mantenimiento en un estado pseudo-colonial con el fin de obtener enormes ganancias del cultivo de caña de azúcar, bananas y sobre todo la producción de ron.
La juventud y l@s trabajador@s de Guadalupe marcan el camino
L@s jóvenes y trabajador@s de Guadalupe no aceptan esta situación. En la isla se llevan a cabo movilizaciones y huelgas periódicas, y la revuelta actual recuerda la de 2009, una verdadera huelga general “contra el alto coste de la vida” que paralizó todos los sectores de la economía en Guadalupe, Guayana y luego Martinica durante más de un mes, lo que generó importantes mejoras sociales: precios más bajos y salarios más altos. Actualmente en Guadalupe, varios sectores están marcados por huelgas contra el pasaporte sanitario, una gota que colmó el vaso de la rabia social, y también una llamada a una huelga interprofesional ha sido lanzada en Martinica.
La juventud y l@s trabajador@s de Guadalupe nos han mostrado el camino. Sólo hay una solución para enfrentarse a la pobreza, los bajos salarios, el desempleo y un sistema sanitario ruinoso: ¡la movilización!Para acabar con esta sociedad podrida, solo la lucha de l@s trabajador@s guadalupeñ@s podrá expropiar a los békés y distribuir la riqueza y el trabajo, y de la mano de l@s trabajador@s de las Antillas, la Francia metropolitana y el mundo entero permitirá romper para siempre las cadenas del racismo, el colonialismo y la explotación.