Como cada 25 de noviembre, y durante todo el año, desde Izquierda Anticapitalista Revolucionaria IZAR luchamos para acabar con todas las opresiones y, en concreto, para acabar con la opresión que el sistema ejerce hacia las mujeres trabajadoras. La opresión patriarcal tiene numerosas herramientas que, unidas a los intereses capitalistas, consiguen ejercer constantes abusos hacia las mujeres. Hoy intentamos visibilizar la violencia física y psicológica hacia las mujeres, tanto en el ámbito doméstico como, cada día más, en el ámbito público. Sin embargo, no debemos olvidar que el capitalismo y el patriarcado, esa alianza que nos ataca día a día al conjunto de la clase trabajadora, ejerce unos ataques mucho mayores hacia las mujeres, especialmente las inmigrantes que ven como una triple opresión recae sobre ellas: la patriarcal, la de la xenofobia y la de pertenecer a la clase obrera.
A día de hoy, la brecha salarial entre hombres y mujeres es enorme, llegando al 22% en perjuicio de las mujeres. El paro femenino es de un 22% frente al 18’4% masculino. Además, el sector en el que las mujeres tienen más presencia a nivel laboral es el del sector servicios, estando empleadas en él el 88’5%, sobre todo en contratos parciales. También en el sector público son las principales empleadas, ocupando el 70% del empleo público, sobre todo en aquellos puestos que más relación tienen con las tareas de cuidados; es decir, aquellos más atacados por los recortes del gobierno central y los gobiernos autonómicos.
Las leyes en las que ha habido grandes recortes, además de los servicios públicos, son muchas de las más ‘feminizadas’. Un claro ejemplo es el de la ley de dependencia, que ha vuelto a trasladar a las mujeres a los cuidados en el ámbito privado, en el hogar, eliminando la posibilidad de ayudas del estado para estas tareas, pese a que seguían siendo las mujeres las que ocuparan estos puestos de trabajo. Todo esto nos demuestra que la crisis no solo la pagamos la clase trabajadora, sino las mujeres trabajadoras de manera mucho más atroz. Nuestras condiciones laborales, siempre precarias y de explotación, no dejan de mermar para el beneficio de unos pocos, y nos seguimos viendo relegadas a las tareas de cuidados, tanto en lo público (servicios públicos) como en lo privado (cuidado de hijos, de ancianos, tareas del hogar, etc.).
Pero no sólo vemos los abusos del sistema a las mujeres en el ámbito laboral. El capitalismo utiliza nuestros cuerpos como una mercancía más (como en los vientres de alquiler) y se ve con el poder de decidir sobre nosotras, nuestros cuerpos y nuestras vidas, privatizando y restringiendo incluso los derechos que deberían ser básicos, como el derecho al aborto.
Además, ni siquiera en la ley contra la violencia de género estamos protegidas las mujeres, como demuestran todos los asesinatos machistas que se siguen dando cada día en el estado español. Lo que esto demuestra es que una legislación no es lo que cambiará nuestras vidas. Nuestros derechos no los conseguiremos a través de las instituciones y de los cambios en las leyes, sino que debemos ir a la raíz del problema, e imponer mediante la movilización, con el conjunto de la clase trabajadora, los derechos de todos y todas.
En ese sentido no pensamos que ningún pacto de Estado acordado entre los responsables de mantener día a día la opresión hacia la mujer trabajadora aplicando políticas de recortes a nuestros servicios públicos, bajada salariales, ataques a las pensiones, vaya a cambiar nuestras vidas ni mantenernos vivas. No se puede pretender solucionar un problema con aquellos que lo generan y alimentan. La lucha por las mejoras laborales en los centros de trabajo, las luchas concretas por los derechos de las mujeres, no deben ir desligadas de las luchas del conjunto de los trabajadores. Solo una verdadera movilización sostenida y combativa nos permitirá conquistar nuestros derechos.
Las huelgas generales convocadas a nivel internacional los días 8 de marzo y 19 de octubre de este mismo año, son un punto de apoyo para caminar en ese sentido. Pero para a llegar a ese objetivo es imprescindible organizar y construir las resistencias de la mujer trabajadora junto al resto de la clase trabajadora a diario en los centros de trabajo, en los barrios y en los centros de estudio para partiendo de las luchas concretas arrancar victorias para nuestro bando social y para nosotras como mujer trabajadora.