Los paros de trabajador@s de los días 12-14 de marzo en Italia contra la ausencia de medidas de seguridad en las empresas frente al coronavirus son el episodio más importante de lucha de los últimos dentro de las fábricas italianas. Lo son por su difusión territorial, del norte al sur de Italia, por la diversidad de sectores industriales involucrados, desde l@s trabajador@s de la metalurgia hasta la industria de la construcción naval, la química y la logística. Esto es así debido a la muy alta tasa de participación registrada por l@s trabajador@s, mucho más alta que la de las (pocas) huelgas ordinarias convocadas ritualmente por las burocracias. Lo son también por su carácter espontáneo, lo que ha sorprendido a las direcciones sindicales y al propio gobierno Conte, que de hecho se apresuró a convocar a los sindicatos y a la patronal por correo para tratar de cerrar esa preocupante brecha.

Las huelgas y la sorpresa general

No sucedía desde hace tiempo que huelgas obreras tuvieran un impacto político directo. Por supuesto, actualmente es solamente un episodio aislado y se ha producido en un contexto político excepcional, marcado por una emergencia pública sin precedentes después de la IIª Guerra Mundial en Italia. Sin embargo es exactamente esta emergencia pública la que ha impulsado los paros. Éste es el punto.

“El coronavirus redescubre la lucha de clases” titulaba en primera página un periódico burgués online. El articulista nunca hubiera imaginado tener que recurrir a ese título. Refleja, en lenguaje burgués, la sorpresa general. ¿L@s obrer@s? Nadie l@s había tenido en cuenta en los últimos años nada más que como objeto de estadística, curiosidad sociológica o electoral. Ni siquiera los líderes sindicales habían advertido de su presencia excepto para alguna manifestación anual como escaparate mediático. Hasta tal punto que en el inicio de contratos para 9 millones de trabajador@s en el sector privado era como si estuviera ausente del escenario público. Ni huelga, ni manifestaciones, nada.

¿Por qué razón entonces debería ocuparse de l@s trabajador@s el gobierno Conte, además, en el momento del coronavirus? El decreto ministerial ni siquiera l@s nombra, da por descontado que en las fábricas se sigue trabajando con normalidad, porque es lo que pasa todos los días, en la tranquilidad general. Esùés de todo, ésta había sido la petciión pública de Confindustria (patronal italiana). Un gobierno de la patronal no podría hacer otra cosa.

De modo que las huelgas en las fábricas son a su modo una respuesta a todo esto. “No somos carne de cañón, si no hay seguridad no trabajamos”. En este sentimiento masivo hay sobre todo miedo físico al contagio. Pero también hay algo más y diferente: la reacción a la represión general y al despido, al sufrimiento de la propia condición. Sobre todo hay un rechazo al silencio. No es casualidad que la primera señal hubiera llegado el martes 10 de marzo de la fábrica de la FCA (antigua FIAT) de Pomigliano del sector de clase más chantajeado del proletariado industrial, el pasivizado y humillado durante más tiempo en derechos. De quien era impensable esperar una reacción de lucha.

En cambio sólo l@s trabajador@s que llevan desde hace 10 años en cuarentena, bajo el talón de hierro del patrón, son l@s primer@s que han levantado la cabeza. Y a su manera han puesto a sonar el despertador para l@s demás.

La emergencia golpea el imaginario colectivo

Por supuesto, lo que ha sucedido en estos 3 días no puede borrar en la conciencia de l@s trabajador@s el depósito de veneno que se ha asentado a lo largo de los años. También las pulsiones racistas, sugestiones nacionalistas. Quien cultiva una visión ideológica y estática de la lucha de clases a menudo es insensible a la misma categoría del punto de inflexión. Sucede tanto a quien imagina una clase siempre al ataque como a quien teoriza una derrota del período en la dirección opuesta. En cambio la lucha de clases avanza a toda velocidad, especialmente en tiempos de crisis, sobre todo cuando grandes sucesos inesperados sacuden golpean la imaginación colectiva.

El coronavirus y el estado de emergencia representan uno de estos hechos. Desde hace 4 semanas Italia ha estado marcada por un estado de emergencia sanitaria. Estas semanas no han cambiado solamente la vida cotidiana de tod@s, sino que también han cambiado la agenda publica y sacudido la psicología de masas. Durante largos años el tema de la seguridad ha sido declinado en clave reaccionaria, en dirección xenófoba o en nombre de una justicia de legítima defensa individual. Fue el terreno del pastoreo del salvinismo en los años de su gran ascenso electoral, su defensa garantizaba unas posiciones ideológicas.

Ahora esa configuración ideológica se ha disuelto, como señalan las mismas encuestas. Después de un mes la seguridad para tod@s es la de la salud y la vida. Ahora la seguridad es para tod@s una sanidad que funcione de verdad. Ahora el verdadero escándalo para tod@s no son los barcos de inmigrantes, sino los 37 mil millones de recortes en el servcio de salud pública durante 10 años- recortados por todos los gobiernos y los principales partidos, también por Salvini que votó el equilibrio presupuestario en la Constitucion o por Meloni que con Berlusconi votó incluso la ley Fornero de Mario Monti.

Ahora l@s obrer@s que votaron masivamente a la derecha, entregad@s a ésta por la izquierda, están entre quienes hacen huelgas contra las reclamaciones de la patronal. Salvini l@s persigue ofreciéndose como su protector (para quien ahora “hay que cerrar todo” mientras antes “todo debía de quedar abierto”), pero es precisamente él quien l@s persigue y no al revés. Éste es el cambio.

Si miramos bien, incluso los motines de pres@s han sido percibidos de forma diferente. En una situación anterior, ante un levantamiento de esas características, la demagogia reaccionaria y securitaria habría desfondado la opinión general, incluso de l@s trabajador@s, quizás sobre todo de ell@s. Hoy no. Los motines no fueron aplaudidos, pero tampoco demonizados. Porque las masas de pres@s sin protección en las cárceles básicamente recuerda la imagen de una injusticia no muy diferente de la que se vive, sin protecciones, en la realidad cotidiana de las fábricas. Todavía no ha cambiado la conciencia, pero sí el angulo de observación. Un cambio significativo.

Una conciencia y dirección alternativas no se construyen en el laboratorio, sino en una relación viva con lo que sucede, con los hechos vivos de la lucha de clases, con los cambios de la psicología colectiva, incluso cuando son inciertos y embrionarios. Por eso saludamos las huelgas obreras como un aire fresco después de años de estancamiento. Por eso vivimos el estado actual de excepción no sólo como una experiencia dramática, que sin duda lo es, sino como terreno de posible maduración de un escenario nuevo en la batalla anticapitalista y de clase.