La lucha de clases no es un proceso lineal, sino que se nutre de continuos procesos de avance y retroceso en el nivel de conciencia, de victorias y derrotas de la clase trabajadora. La pandemia del coronavirus Covid-19 ha hecho trizas la hipótesis reformista de acumular fuerzas progresivamente en las instituciones para cambiar las cosas. Este virus no solo ha generado una crisis humana y sanitaria, también va a tener una claro impacto en las áreas económica, social y política a nivel mundial. Las crisis tienen este efecto, desmantelan todas las teorías de cooperación entre las clases sociales, nos muestran la crudeza de la contradicción capital – trabajo y dejan en evidencia a quienes tratan de negarla o de enmascararla.
La unidad y el patriotismo al que hace referencia en cada intervención Pedro Sánchez no es muy diferente a cuando Rajoy decía que había que apretarse los cinturones en 2011. Ayer esto se traducía en recortes en servicios públicos que han desmantelado el sistema sanitario, exponiendo aún más nuestra salud al coronavirus y reformas laborales que nos han hecho dar las gracias por conservar trabajos con salarios miserables y en condiciones muy precarias. Hoy lo hacen en forma de unos ERTEs que nos han vendido como la opción menos mala y que es casi un regalo de las empresas y el gobierno de PSOE-UP para que los y las trabajadoras mantengan sus empleos.
Ahora bien, debemos saber que cuando el Estado se hace cargo de los salarios y las cotizaciones a la Seguridad social, estamos hablando de una estructura en la que la clase trabajadora, a través de impuestos, tributa el 48% del total frente al 23% del capital. Es decir, que en gran medida vamos a pagarnos nuestros propios salarios. ¿De verdad las empresas no son capaces de hacerse cargo de esos salarios que son tan bajos en el mayor de los casos?
En la tabla que hemos aportado se ve claramente cómo empresas que están haciendo ERTEs de miles de trabajador@s han tenido solamente el año pasado millones y millones de euros. No han parado de salir noticias que demuestran que las condiciones laborales de la clase obrera en el Estado español ya eran tan malas (pérdida de media de un 4,2% en los salarios) antes de la crisis del Covid-19 que al bajar sus ingresos durante el estado de alarma son incapaces de hacerse cargo de todos los pagos y comer el mismo mes. Por su parte, las empresas del IBEX-35 ya han recuperado sus beneficios de antes de la crisis de 2008.
Pero los empresarios no se conforman con los mas de 620.000 trabajador@s que han sufrido un ERTE. Como a causa del confinamiento no se van a cumplir sus expectativas de beneficios y vez de ganar 500 millones “sólo” ganarán 300 millones, ya están poniendo el grito en el cielo. La CEOE el 2 de abril declara que es “imprescindible flexibilizar el uso de los ERTEs y eliminar el límite de su utilización, actualmente circunscrito al período de alarma, para contribuir a la recuperación gradual de sectores como el turismo o la industria, evitando con ello consecuencias graves y duraderas sobre el empleo”. 19 días después este gobierno, el de una coalición progresista histórica según Pablo Iglesias, presentaba un real decreto en el que se aprueba, entre otras cosas, el ERTE en empresas de servicios esenciales. Los y las trabajadoras que se están jugando su salud y la de sus seres queridos en condiciones de seguridad más que dudosas no pueden ser un lastre para las cuentas de los empresarios que están bien protegidos en sus casas. Todo ello con la aceptación sumisa de las direcciones de los sindicatos mayoritarios.
Si la clase trabajadora no queremos volver a pagar los platos rotos de esta crisis como en 2008, solamente podemos confiar en nosotr@s mism@s y en nuestras herramientas clásicas de lucha: las movilizaciones y las huelgas. Debemos organizar desde ya una serie de movilizaciones en las calles para después del confinamiento y ayudar a extender las huelgas en los sectores no esenciales. Y sobre todo, imponer un programa de emergencia social que haga que el dinero para luchar contra la pandemia y para mantener en sus casas a los trabajador@s de sectores no esenciales sin ERTEs salga de los bolsillos de los que están enriqueciéndose a costa de todo, incluso de nuestras vidas.
Esta crisis nos debe volver a abrir los ojos para que entendamos que la lucha sigue siendo el único camino para construir una sociedad alternativa a la barbarie capitalista.