Durante todo este verano, en múltiples puntos del Estado, decenas de mujeres han sido víctimas de agresiones en discotecas y otros espacios de ocio nocturno. Estas agresiones se han dado en forma de pinchazos, lo que inicialmente hizo pensar que se trataba de un nuevo método de sumisión química con el objetivo de agredir sexualmente a las mujeres que lo habían sufrido. Sin embargo, estas mujeres no han llegado a ser agredidas sexualmente, y no se han encontrado restos de sustancias químicas en su organismo tras acudir a urgencias. Esto no significa que estas mujeres no hayan sido pinchadas y drogadas, sino que el efecto no ha derivado en agresiones sexuales.

Sin embargo, que no haya habido abusos o violaciones mediante este método no ha frenado la utilización que se ha hecho de estos sucesos por parte de los medios de comunicación y de la extrema derecha. Por un lado, por parte de los medios de comunicación y, en gran medida, del gobierno central se ha creado un pánico enorme en torno a esta cuestión, dibujando un plano de inseguridad absoluta para las mujeres en el ocio nocturno.

Estos pinchazos, con agujas u otros objetos punzantes, son sin duda un intento por atemorizar a las mujeres y expulsarlas de los espacios en los que muchos no nos quieren, pero el discurso del miedo por parte de los medios no hace más que responsabilizar a las mujeres de estas acciones contra ellas: si sales sola, si bebes, si disfrutas, si vuelves a casa sin compañía, si te atreves a ocupar el espacio público, te arriesgas a que te droguen, a que te acosen, a que te violen y te agredan. Por lo tanto, está en tus manos que no te ocurra nada, que ningún hombre abuse de ti, que no tengas miedo.

Así pues, de nuevo, es culpa de las mujeres ser agredidas, es responsabilidad nuestra que nuestras vidas y nuestros cuerpos no corran peligro, pues es nuestra decisión el hecho de salir de noche, de beber o de ir a una discoteca. De nuevo, el sistema busca formas de relegarnos al espacio privado, de generar rechazo ante la libertad de las mujeres, en este caso en relación al ocio. De esta forma, la calle no puede ser nuestra en la misma medida que lo es de los hombres, y la noche les pertenece únicamente a ellos. Así, cada vez son menos los espacios que las mujeres podemos ocupar y, si decidimos hacerlo, es culpa nuestra todo lo que pueda ocurrir.

Por otro  lado, la extrema derecha no ha dejado pasar la oportunidad, no solo de culpabilizar a las mujeres que han sufrido estas agresiones, sino de responsabilizar a los migrantes de las mismas, generando de nuevo un clima de inseguridad y rechazo, invitando a seguir el discurso racista y machista como solución a las agresiones a mujeres.

Frente a esto solo hay una solución: organizarnos, pelear por ocupar todos los espacios, tanto públicos como privados, de manera conjunta. Solo desde las organizaciones de la clase obrera seremos capaces de asegurar que las mujeres puedan participar de todos los aspectos de la vida, con nuestra propia autodefensa y sin esperar nada de los cuerpos de “seguridad” del estado, que siempre estarán al servicio de los intereses del sistema, y no de las mujeres trabajadoras. No debemos dejar pasar estos hechos gravísimos, pero tampoco potenciar el pánico entre las mujeres, pues no podemos permitir que derive en una limitación de nuestra libertad, sino que hemos de encontrar métodos de autoorganización que nos permitan enfrentarnos a ellos y a todas las agresiones machistas sin ceder terreno a nuestros opresores.