El 20 de octubre, al menos medio millón de trabjador@s surcoran@s (de entre la construcción, el transporte, servicios y otros sectores) han abandonado sus puestos de trabajo en un huelga general de un día. La huelga será seguida de manifestaciones de masas en centros urbanos y espacios rurales, culminando en una gran movilización de todos los sectores en enero de 2022. La Confederación Coreana de Sindicatos (CCS) el mayor paraguas sindical del país, con 1,1 millones de miembr@s, organiza estas movilizaciones en un frente amplio con las personas empobrecidas de las ciudades y l@s granjer@s.

Las 15 demandas se pueden resumir en 3 áreas básicas:

– Abolir el “trabajo irregular” (trabajo parcial, temporal o bajo contrato con pocos o ningún derecho) y extender los derechos laborales a tod@s l@s trabajador@s.

– Dar el poder a l@s trabajador@s en la toma de decisiones de reestructuración económica durante tiempos de crisis.

– Nacionalizar las industrias clave y socializar servicios básicos como educación y vivienda.

Corea del Sur hoy: sobreexplotada y con inseguridad laboral

Hoy Corea del Sur está en el puesto nº3 en horas de trabajo y en 2015 era la tercera en muertes en centros de trabajo de entre los miembros de la OCDE. Más del 40% de tod@s l@s trabajdor@s se pueden considerar “trabajador@s irregurales”.Tal como en EEUU, much@s de est@s emplead@s irregulares trabajan bajo un régimen económico provisto de apps de gigantes tecnológicos.

Con una economía y una sociedad dominadas por conglomerados empresariales conocidos como “chaebol”, el pueblo surcoreano se enfrenta a perspectivas cada vez más desalentadoras. El 10% de propietarios más poderosos se ha llevado el 45% de todos los ingresos de 2016. La especulación inmobiliaria ha llevado a una crisis habitacional. La privatización de la educación y la salud ha expandido las diferencias. Mientras Corea del Sur pasa por una recesión por los efectos del Covid-19 en la economía global, estas crisis solo se han acentuado.

Tras las lucecillas de la electrónica y los coches por los que “chaebols” como Samsung, Hyundai o LG son conocidos, hay innumerables historias de explotación. Antes este año, los equipos de la limpieza en las torres gemelas de LG (los rascacielos que le sirven de base) acamparon frente a los edificios durante 136 días en los meses más duros el invierno para protestar por los despidos y las condiciones de explotación en las que trabajaban. LG contrató matones que metiesen agua en las tiendas de l@s trabajador@s mientras dormían.

Explotación y condiciones inseguras son consistentes entre las industrias. L@s miner@s de Korea Coal (Carbón de Corea), una corporación minera propiedad del Estado, sufren problemas de salud por respirar el carbón y trabajar de más. Un minero describió el apuro de ls@ trabajador@s irregulares: “El gobierno ha reducido la fuerza de trabajo a la mitad, así que nuestra unidad debe hacer el trabajo de dos. Entonces todo el mundo enferma. No hay nadie sano. Nuestros salarios necesitan aumentar, pero se han quedado iguales. Trabajamos lo mismo que trabajador@s regulares, pero no cobramos ni la mitad que ell@s”.

Cómo hemos llegado a esa situación: desmitificando el “ascenso de Corea del Sur”

Muchas veces celebrado como “el milagro del Río Han”, la historia del desarrollo económico de Corea del Sur siempre ha tenido sus vencedores y sus vencidos. 40 años de dictadores de derecha apoyados por EEUU han preparado las condiciones para el crecimiento de la industria de Corea del Sur. Esta es una historia para otro momento, pero la descripción general sigue siendo un retrato escalofriante.

Desde la participación en la Guerra de Vietnam, la separación de familias y la venta de niños y niñas a través de un sistema internacional de adopción, el manejo por parte del estado de una industria sexual para atender a las tropas de ocupación de EEUU hasta décadas de ley marcial y estado de terror anticomunista. Todo ha jugado su parte en el ascenso de los “chaebols”. El enfrentamiento entre trabajo y capital que se ha fermentado en Corea del Sur hoy es otro capítulo en esta historia sangrienta.

Desde la dictadura de Chun Doo-hwan en los 80, las reformas neoliberales han desprovisto gradualmente a Corea del Sur de sus políticas proteccionistas, abriendo sus mercados y recursos a inversores extranjeros a costa de l@s trabajador@s. A mediados de los 90, Corea del Sur había recibido un empujón de 100 mil millones de dólares en préstamos internacionales. Cuando llegó la crisis financiera asiática de 1997, la economía se desinfló rápidamente y el capital extranjero se retiró. Con la bancarrota nacional avecinándose, Corea del Sur se vio obligada a pedir asistencia al FMI.

Pero el préstamo del FMI vino con condiciones: las políticas de ajuste estructural desmantelaron los derechos laborales duramente conseguidos, las corporaciones públicas fueron privatizadas, y los mercados domésticos fueron abiertos con palanca al capital extranjero, que volvió a devorar productos baratos coreanos. En 2004, hasta el 44% de la capitalización de mercado de Corea del Sur estaba en manos extrajeras, especialmente EEUU, la UE y Japón.

La crisis de 1997 y sus consecuencias llevaron a despidos masivos, la desregularización de l@s trabajador@s de Corea del Sur y la duplicación de la pobreza en una sola década. A pesar de la transición democrática de finales de los 80, el pueblo surcoreano no posee ni controla la economía de Corea del Sur. El hogar medio tiene deudas por al menos el doble de sus ingresos. 64 chaebols poseen el 84% del PIB, pero solo ofrecen el 10% de los empleos. De hecho, el surcoreano medio tiene menos control sobre el gobierno que las corporaciones estadounidenses, que tienen poder para, bajo el Acuerdo de Libre Comercio Corea-EEUU de 2007, impugnar leyes que les parezcan desfavorables.

Recuperar el futuro: surcorean@s a la huelga general

El medio millón del trabajador@s surcorean@s que abandonan sus puestos de trabajo piden la abolición de toda forma de trabajo “irregular”. También piden el fin de los vacíos legales en las leyes laborales que permiten a los empresarios timar a l@s emplead@s quitándoles sus derechos básicos, como el de organización y el acceso a ayudas y compensaciones por lesiones en el entorno laboral.

Frente a la pandemia del Covid-19, la crisis climática y un nuevo esfuerzo del gobierno en construir una “economía digital”, l@s trabajador@s también piden que las decisiones de reestructuración económica del futuro sean determinadas por trabajador@s y gerentes. L@s trabajador@s no solo están pidiendo solo que el gobierno haga cambios por ell@s; luchan por tener más poder a la hora de determinar estos cambios por sí mism@s.

También piden su justa parte. Puede que la demanda más sorprendente por mucho sea la de nacionalizar las empresas con problemas que han estado despidiendo trabajador@s en masa, incluyendo las industrias aeronáutica, automovilística y naval. Después de décadas de austeridad, la CCS está retando al estado a que tome la responsabilidad y garantice vivienda, sanidad, cuidado de l@s mayores, cuidados y educación para l@s niñ@s para todo el mundo.

Sus demandas de reformas sociales incluyen aumentar las viviendas públicas del 5% al 50% de todo el parque disponible, que las preparatorias para la universidad sean gratis y que el estado contrate a al menos un millón de trabajador@s de cuidados para asegurar el cuidado gratuito de mayores y niñ@s de todas las familias. “El gobierno utiliza dinero del contribuyente para salvar empresas en problemas” dice Lee Jeong-hee, el secretario político de la CCS. “Debería tener un papel más importante el garantizar la igualdad y proteger a la gente normal”.

L@s trabajador@s de Corea del Sur ven el Covid-19 como un punto de inflexión. Esta pandemia casi ha parado el movimiento popular y ha creado cuellos de botella en la cadena mundial de suministros – y l@s trabajador@s temen cómo los efectos económicos de la crisis climática y la transformación digital de la industria pueden dejarl@s en el lado perdedor de la economía.“En tiempos de crisis, las fuerzas que responden a las exigencias de los tiempos liderarán la nueva era”, dice Lee. Las exigencias de la CCS son más que la mejora de las condiciones de sus miembr@s. Están luchando por el poder para l@s trabajador@s como clase social y pidiendo su parte de lo que esta clase crea.

El Estado surcoreano ya ha contestado con violencia preventiva, encarcelando al presidente de la CCS, Yang Kyung-soo junto con al menos otros 30 organizadores sindicales, según sus propias declaraciones. Mientras trabajador@s abandonan sus puestos de trabajo, Lee espera que el gobierno y las compañías respondan, tal como hicieron en el pasado, encarcelando otr@s líderes sindicales y denunciando y multando a trabajador@s por sus actividades.

L@s trabajador@s surcorean@s han lanzado el guante, y deberíamos prestar mucha atención. Mientras las dinámicas en juego en la huelga de la CCS son concretas de Corea, el apuro de emplead@s precari@s bajo el peso del neoliberalismo es una lucha global. Mientras las luchas obreras se dan en Corea y el mundo en este “Striketober”, las oportunidades surgen para construir una lucha de clases internacional para enfrentarnos a la explotación internacional de l@s trabajador@s. En todas partes las masas obreras están haciendo historia, pidiendo un futuro diferente.

Los observadores estadonidenses no deben tratar la lucha en Corea del Sur como una preocupación lejana. Las condiciones a las que se enfrentan l@s trabajador@s surcorean@s hoy son consecuencia de más de 70 años de desarrollo capitalista bajo la sombra de la hegemonía militar y financiera de EEUU. Dada la posición imperialista en la economía mundial, y su larga y violenta historia dentro de Corea, la solidaridad de l@s trabajador@s estadounidenses es especialmente importante. Cuando preguntamos a Lee cómo apoyar a la CCS desde el extranjero, pidió que difundamos la palabra. El foco internacional podría proteger a algun@s obrer@s de sus empleadores y del gobierno, y empujar hacia adelante las exigencia de l@s trabajador@s.

Traducción de artículo del diario online Truthout