En los primeros 10 días de noviembre las sanciones y críticas de la Comisión Europea a Polonia, miembro de la UE, debido a su deriva autoritaria en materia judicial y de restricción de libertades civiles, dejaron de estar sobre la mesa de la noche a la mañana ante la enésima crisis humanitaria en ciernes (para el capital, una crisis geopolítica) en las fronteras comunitarias: miles de refugiad@s llamaban a las puertas de la Europa-fortaleza procedentes de Irak, Afganistán y Siria, en su mayría kurd@s, prisioner@s en los 400 km bosques y pantanos en la frontera entre Polonia y Bielorrusia.

Con la ruta de los Balcanes bloqueada por el acuerdo UE-Turquía de 2015 y la del Mediterráneo que afecta mayoritariamente a quienes huyen de África Central, el paso bielorruso, favorecido por el deseo de Minsk de someter a la UE a chantaje en respuesta a las sanciones ante la persecución de opositores políticos, se ha convertido en el nuevo cauce de los flujos migratorios hacia el viejo continente. Polonia aumentó su fuerza militar con 15.000 soldados extra a su frontera mientras la UE,  como anunció el Alto Representante para Política Exterior, Josep Borrell, dio apoyo a su miembro comunitario y anunció un 5º paquete de sanciones contra Lukashenko.

Este nuevo frente de preocupación para los 27 estados miembros reveló de inmediato la hipocresía de la UE que, durante el último Consejo sobre  las Migraciones, aceptó la solicitud de algunos países, incluida Polonia, de financiar la construcción de muros en las fronteras exteriores, como afirmó el presidente del Consejo de la UE, el belga Charles Michel, para quien las críticas a la política migratoria de Trump habrán quedado ya muy atrás, contradiciendo a Von der Layen: “Necesitamos actuar con decisión, basándonos en nuestros valores fundamentales comunes”.

Mientras 1500 personas, según los medios bielorrusos, o 3500, según Polonia, aguardaban ateridas de frío en los bosques cercanos a la frontera polaca, las cosas de palacio (atenuar la crisis diplomática, no acoger refugiad@s) iban despacio. Angela Merkel, de retirada, tuvo que intervenir para intentar frenar la presión migratoria, pues la mayoría tienen a Alemania como destino final: se puso en contacto con Putin, aliado de Lukashenko, definiendo la “explotación” de l@s migrantes que se estaba produciendo como “inhumana y completamente inaceptable”.

El primer ministro polaco Morawiecki definió la situación como de terrorismo de Estado: “El objetivo de Aleksandr Lukashenko es desestabilizar toda la UE”. Y recogió el guante de Michel sobre la posibilidad de financiar la construcción de un muro en la frontera exterior, además de invocar a la OTAN. Ante esta elevación del tono, Bruselas ofreció el despliegue de efectivos de Frontex, la guardia fronteriza europea que ya actúa en el Mediterráneo. A los pocos días, la crisis política (ya no humanitaria) se hizo tan alarmante que se decididó convocar un Consejo de Seguridad de la ONU: había que hacer piña todo el “mundo libre” contra Lukashenko.

Mientras la máxima autoridad europea contactaba con la casa Blanca para cntar con el beneplácito de EEUU en la magnitud de las sanciones a Bielorrusia, la situación en la frontera se cronificaba. Much@s refugiad@s rompieron el cordón militar polaco mientras las cancillerías europeas discutían aceleradamente las medidas a tomar para frenar la presión. A mediados de noviembre varios grupos lograron atravesar la valla de noche avanzando hacia las aldeas polacas de Krynki y Bialowieza. Más de 100 personas eran arrestadas, incluso por ciudadanos que se ofrecían a “cazar indocumentados”, mientras al menos 2000 seguían bloqueadas con temperaturas gélidas y muy pocos suministros de agua y alimentos, en una tensión militar en aumento.

Esta semana partieron desde Minsk los primeros vuelos de evacuación de inmigrantes con cerca de 430 personas, la mayoría kurdos iraquíes, a bordo. Lukashenko, en una llamada con Merkel, se ha ofrecido a asegurar la repatriación de al menos 5.000 migrantes varad@s en Bielorrusia si la UE aceptaba acoger a unos 2.000, una propuesta que ya se empieza a negociar entre los países miembros.

Frente a la dureza de Polonia y el respaldo de la “UE de las libertades”, la Bielorrusia de Lukashenko estaba intentando dibujarse como la más “humanitaria” en el drama de la frontera. Pero los testimonios de golpes y robos por las fuerzas de seguridad bielorrusas empujándolos a las duras condiciones de la frontera han podido empujar al propio Lukashenko a una nueva estrategia. Pese a la desescalada de la crisis humanitaria, 10 refugiad@s han muerto de frío. El invierno adormece las rutas migratorias hasta primavera. Otra crisis diplomática más solucionada por la Europa-fortaleza.